—¿Que si lo intenté? —la sonrisa se desvanece del rostro de Esmelle como la última hoja de un árbol agitado por una tormenta. Se le estrechan los ojos. Muy bien, piensa, vamos a discutir sobre esto—. Te recuerdo que fuiste tú, querida Norra, la que se fue. Yo no me fui a perseguir la cruzada de algún pobre diablo por media galaxia, como tú. Yo no dejé que mi prioridad fuera otra gente antes que mi propio hijo, sangre de mi sangre. Y —aquí Esmelle hace un sonido exasperado, ¡bah!—, y si te preguntas por qué a tu hijo le gusta pasar el tiempo con criminales, te recuerdo que tu propio marido era...

Norra levanta la palma de la mano.
—No sigas.
Esmelle parpadea. Traga saliva. Como si se acabara de dar cuenta que está bailando

por el borde de un acantilado y ahora el suelo se está rompiendo bajo sus pies.
—Solo digo que el último recuerdo de su padre es que se lo llevaron por la calle

como un vulgar ladrón.
—Brentin era un buen hombre. Llevaba mensajes para la Rebelión mucho antes de

que hubiera una Rebelión. Y ahora hay mucho más que eso. Hay un nuevo amanecer, un nuevo día, una Nueva República. En parte gracias a gente como él.

Esmelle suspira.

—Sí. Y supongo que tú también te crees una heroína. Has salvado la galaxia, pero has perdido a tu hijo. ¿Vale la pena, querida hermana?

Maldita víbora venenosa...

Entra la mujer de Esmelle, Shirene. Le pasa el brazo por el codo y le da un beso en la mejilla.

—Esme, ¿té apetece un té caliente? He dejado la termojarra sobre los fogones de la cocina.

—Sí. Sí, me parece genial. Voy... voy a buscar el té.
Esmelle fuerza una sonrisa y desaparece sin decir nada, como es habitual en ella. Shirene suspira. Shirene es lo contrario de Esmelle en muchos aspectos. Esmelle es

esbelta y pálida como un fantasma. Shirene es ancha, redondeada, con la piel oscura como un puñado de tierra cuando le das la vuelta. Tiene el pelo corto y rizado, pegado al

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Star Wars: Consecuencias

cuero cabelludo, mientras que el de Esmelle es largo, como una catarata plateada que le cae por la espalda.

—Shirene, no necesitas meterte en todo esto.
Shirene chasquea la lengua.
—Por favor, Norra. Esto me incumbe. Me toca de cerca. A Temmin lo quiero como a

mi propio hijo. Pero lo que tienes que entender es que no es nuestro hijo —Norra empieza a protestar, pero Shirene la hace callar. Shirene tiene la habilidad mágica de hacer callar a alguien de forma suave y educada, agradable y necesaria—. No me malinterpretes. Quiero decir que nunca estuvimos preparadas para esto. Para él. Ha salido a ti. A ti y a Brentin. Es desafiante porque es más listo que una serpiente látigo y más pillo que un pájaro vela. Perdona a Esmelle. Y perdóname a mí. No estábamos preparadas. Y tú te habías ido. ¿Qué otra opción teníamos?

ConsecuenciasWhere stories live. Discover now