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Finalmente, Zack se cansó de ver la escena tan grotesca que Antia estaba protagonizando y se acercó más para sujetarla del brazo y jalarla bruscamente de en medio de los dos tipos.

– ¡¿Qué te pasa amigo?! ¡Llegamos primero! –se quejó uno de ellos, el que antes se restregaba contra ella sin ningún pudor.

–Consíguete la tuya, ella es nuestra. –el segundo hombre intentó volver a tomar a Antia del brazo, pero Zack fue más rápido y la alejó de su alcance.

–No, yo llegué primero. Esta chica es solo mía, lárguense. –quizá fue su mirada llena de odio o la frialdad que soltaba por cada uno de sus poros, sin importar lo que haya sido los dos hombres dieron media vuelta para evitar meterse en una estúpida pelea.

–Estaba bailando. –dijo finalmente Antia quien permanecía con la cabeza abajo sin mirar a Zack.

–Bien dicho, estabas, ahora te llevaré a casa. –de un jalón ella se liberó del agarre y dio un paso atrás.

– ¡No eres nadie para decirme que hacer! –gritó levantando la mirada y dejando ver los ojos rojos e hinchados que delataban el largo tiempo que había estado llorando. Zack sintió un profundo malestar por dentro al saber que ella estuvo llorando por él, el malestar se fue al recordar como ella bailaba tan descaradamente con alguien más.

– ¡Soy tu amigo y soy el que te cuida siempre que estás metida en estos jodidos líos! –le respondió él de la misma forma brusca.

–Pues felicidades, ¡ya no tienes que hacerlo nunca más! Te libero de tus responsabilidades. –cuando Antia intentó dar la vuelta y alejarse Zack la sujetó nuevamente del brazo, esta vez no pensaba soltarla.

–Deja de hacer rabietas como una niña y vámonos de aquí. –esas palabras parecieron enojarla más de lo que ya estaba.

–Me comporto como una niña si me da la gana y no puedes decirme si debo o no hacerlo. Si quiero hacer rabieta la hago, si quiero venir a bailar lo hago, si quiero que esos tipos me manoseen como quieran y me lleven a los cuartos del segundo piso, ¡lo hago y no necesito tu permiso! –así que eso era lo que le había susurrado aquél sujeto. ¿Tan molesta se encontraba como para aceptar tener sexo con dos desconocidos? Por primera vez, Zack advirtió que ella tenía la mirada vidriosa y algo llevada.

–Estás ebria. –No era una pregunta, era una afirmación que Antia no se molestó en negar.

–Que importa, siempre lo estoy cuando vengo a estos lugares. –de nuevo trató de librarse del agarre, pero Zack no se lo permitió. Al contrario, la aferró más y la atrajo hacia él logrando que ambos cuerpos se juntaran completamente.

–Muévete. –le susurró él al oído logrando que Antia se estremeciera. Diablos, ¿por qué él debía ser tan sexy cuando le hablaba así? Pensó ella, pero luego intentó una vez más alejarse de él.

ToxicómanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora