6.

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Chloé.

Han pasado un par de semanas desde lo ocurrido con la niña del parque y aunque el tiempo ha transcurrido sigo sin poder superar lo sucedido con Adrien.

Sabrina se ha presentado todas las tardes para apoyarme y aunque sea buena su intención, no está funcionando.

Y no es por falta de ganas, porque de esas tengo muchas.

No. No es eso, es que mi corazón está herido, y sé que muchas personas piensan que carezco de este órgano, pero la verdad es que si lo tengo y ahora tiene una herida en el.

Debo admitir que es la primera vez que me rechazan, la mayoría de las veces los chicos son los que caen rendidos a mis pies, no al revés. Y me siento perdida.

No sé cómo continuar, como avanzar.

Llevo dos días encerrada en mi cuarto, dándome de baja, siendo una vaga que solo come y respira.

Y lo odio, yo no soy así. Yo soy la gran y fabulosa Chloé Bourgeois, pero siento que no me puedo encontrar a mí misma.

Que la Chloé de esa era, está a cientos de kilómetros de mí y que cuando más intento alcanzarla esta corre con mucha más fuerza en el sentido contrario.

Soltó un suspiro y se volteó en la cama para poder observar la bella noche estrellada que se mostraba por su ventana.

A Chloé le gustaban las estrellas y las hermosas constelaciones, amaba su luz potente capaz de iluminar el oscuro cielo además de su simpleza, no necesitaban adornos o efectos, solo se mostraban tal cual eran y dejaban sin aliento a más de una persona.

Ojala yo pudiera ser una estrella. —pensó con un deje de tristeza.  

Las lágrimas poco a poco fueron inundando sus ojos y en su garganta un nudo se formó. 

Se sentía tan deshecha, ya nada volvería a ser lo mismo.

Ahora Adrien se alejaría para estar con la tonta panadera y a ella la dejaría de lado.

No deseaba dejar de ser su amiga, realmente ella lo apreciaba, era una de las personas más importantes de su vida.

Pero ya no podía hacer nada, todo ya estaba dicho.

Ahora eran de mundos diferentes.

La puerta fue golpeada suavemente y luego se abrió un poco.

— ¿Señorita Bourgeois?—preguntó la criada examinando la habitación hasta dar con ella.

— ¿Si?

—Llego un sobre para usted—dijo una vez dentro.

Chloé estiro la mano y lo cogió.

—Ya te puedes ir.

Dicho eso la chica salió rápidamente.

La pequeña rubia examinó el sobre y se dio cuenta que no tenía el nombre del emisor.

La curiosidad se apoderó de ella, por lo que de forma eficaz abrió el sobre y de este cayó una nota de color rojo.

La nota estaba bañada de un olor masculino y de un rastro de pintura.

Sus ojos fueron a parar en las palabras que tenía escritas y se dispuso a leer.

Tenue luciérnaga amarilla,
Tu luz me quema y además me guía.

Cabello lacio e infinito,
Gracias a ti, yo respiro.

Las palabras me faltan para venerarte.
Pero mi amor, eres arte.

Corazón De Hielo [Nathloé]Where stories live. Discover now