Con cada centímetro de mi ser

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-Has dicho que vas a emprender la guerra, esta guerra nos concierne a todos, Lexa. Clarke es nuestra hermana, y te seguiremos en su búsqueda

-¿Seguirme?

Los lobos se miraron entre ellos para finalmente mirar a Raven y asentir. La loba miró a Lexa y sonrió.

-Generalmente cuando vamos a la guerra, elegimos a un líder que nos guía. Teóricamente tendría que ser Clarke, pero ella no está. Los lobos te elegimos como nuestro líder Lexa

La joven vampiresa miró a todo el clan asombrada, los lobos la estaban nombrando líder de la manada, a ella, una vampiresa. Sin duda era un hecho insólito mas no iba a pararse a pensar, no mientras Clarke siguiese en manos de su madre, ¿Por qué le dolía tanto pensar que la rubia sufría?

El plan era sencillo, Lexa había crecido entre los muros de ese palacio, conocía cada rincón, cada esquina oscura y, lo más importante, sabía cómo salir y entrar sin ser vista. Expuso su idea ante los lobos que aceptaron silenciosos, teniendo claro cuál era su misión. Entrar y observar sin ser vistos, camuflando su olor con desperdicios y basura, esperando a que Lexa, que se entregaría como cebo, les hiciera una señal para atacar y crear la confusión más absoluta mientras sacaban a Clarke del lugar.

Partieron sin perder tiempo, cada minuto era valioso y tremendamente necesario para la vida de la joven loba.

Nia estaba aburrida sentada en su trono, acababa de ponerse el sol y ya había pasado un día desde que había capturado a Griffin. Se disponía a irse a torturar a su pequeña prisionera cuando uno de sus hombres entro corriendo a la sala del trono.

-Majestad, está aquí

-¿Qué ocurre, por qué me perturbas?

-Lexa, ha venido a buscar a la loba

Mis curvó una sonrisa cínica, su hija era tan idiota como ella pensaba y realmente había venido a morir.

-Tráela ante mí y tráeme también a Clarke Griffin, será una noche movidita.

El guardia partió y no tardó en aparecer escoltando con él a su hija. La miró varias veces puesto que la notaba diferente, estaba tranquila y decidida, con un deje de odio en su mirada altiva, vestía como los lobos, andrajosa, era una traidora en todos los sentidos.

-Lexa, veo que recibiste mi mensaje.

-Lo hice, y aquí estoy, ahora Nia suéltala

-¿Nia? ¿Es esa la mejor forma de dirigirse a tu madre?

-Tú no eres mi madre, dejaste de serlo cuando me condenaste a morir

-Mereces la muerte, tu traición es imperdonable.

-Suelta a Clarke madre, suéltala y puede que te deje viva

Nia se quedó completamente asombrada, entendía que la loba se hubiese enamorado de su hija, pero que Lexa también la amara le parecía algo imposible, mas la tenía delante y sus ojos gritaban de amor por la andrajosa rubia que tenía en su mazmorra. Tenía que actuar rápido o todo por lo que su raza llevaba siglos luchando se destruiría.

De pronto los guardias penetraron en la estancia portando a Clarke con ellos. La rubia apenas podía mantenerse en pie, completamente debilitada, sin haber recibido alimento o agua para calmar la sed, y con las cadenas de plata lacerando su piel e impidiendo que esta pudiese regenerar sus heridas.

Dejaron a Clarke a los pies de su Reina y se marcharon, mientras Nia comprobaba como en efecto, Lexa estaba perdidamente enamorada de la loba, pues no podía ocultar la conmoción en su rostro al verla en ese estado.

La reina agarró por el cuello a la loba, obligándola a ponerse en pie y a mirar en dirección a Lexa. Cuando Clarke la vio, su alma se le cayó a los pies, había rogado y deseado con toda su alma que no se presentara y ahí estaba, ante ella, había ido a buscarla y ahora iba a morir. Quiso gritarle mas no salió ningún sonido de su boca, su debilidad era latente y le costaba respirar, no podía pronunciar palabra mientras su corazón se rompía, era el fin.

Nia miró a su hija con desprecio, y se dirigió a ella, escupiéndole las palabras como si fuesen veneno.

-Hija mía, voy a enseñarte una valiosa lección. Nunca te encariñes demasiado con una mascota.

Una vez dicho esto, sacó de su manga una daga que siempre la acompañaba y atravesó la espalda de la loba que, con una mueca de dolor y sorpresa en el rostro, no pudo ni gritar pues su debilidad no se lo permitía.

De un empujón, la envió hacia su hija que, estática y más pálida que de costumbre, no se había movido ni un centímetro, intentando asimilar que su madre acababa de apuñalar a Clarke ante sus ojos.

-Despídete, no tienes mucho tiempo, pero tranquila, dentro de poco te reunirás con ella en el infierno.

Lexa acogió a Clarke entre sus brazos, y al ver las dimensiones de su herida y que esta no se regeneraba pues la debilidad de la loba se lo impedía, gritó como no había gritado nunca, desgarrada por un dolor intenso que le quemaba las entrañas, mientras mil lágrimas se escapaban sin control por sus mejillas.

Como llamados por su grito, los licántropos penetraron rápidamente en la sala del trono, donde se quedaron congelados al contemplar tan horrible escena, Clarke muriendo en brazos de Lexa.

Para la vampiresa se había detenido el tiempo, si tuviese corazón en ese momento habría dejado de latir. Apartó amorosamente los ensangrentados y revueltos mechones rubios de la cara de la loba, susurrándole palabras de consuelo, y clavó su mirada esmeralda en los azules ojos de Clarke, ojos que poco a poco se iban apagando, mientras los latidos del corazón de la joven cada vez sonaban más débiles y lentos y su mano firmemente aferrada al brazo de Lexa, iba perdiendo fuerza. Fue entonces cuando Lexa entendió que nunca había necesitado corazón para amar a Clarke, que llevaba amándola desde el momento en el que se habían conocido y lloró con fuerza ante la injusticia de descubrir y entender sus sentimientos cuando ya era demasiado tarde.

-L...exa has v..v..venido

-Shh no hables, estoy aquí, estoy contigo.

-T...te amo

-Clarke, sé que es tarde, pero por fin entendí que nunca he necesitado un corazón para amarte, yo te amo desde que nos conocimos, te amo con cada centímetro de mí ser.

Mientras la vampiresa mostraba sus sentimientos ante Clarke, esta dejó de respirar, provocando que la castaña estallase en llanto y se aferrase con fuerza a su loba, que le había enseñado a amar sin corazón.

Con todos sus sentimientos expuesto y a flor de piel, juntó sus labios con los de Clarke, besándola con todo el amor que sentía, por primera vez y también por última.

Hijos de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora