—Oye, Mark, ¿sabéis de algunos cipreses o cementerios por aquí? —pregunté repentinamente rompiendo el silencio que se había generado tras mandar callar seriamente a Lisbeth y Diddi. No me dejaban pensar.

—No, para nada señorita. La mansión Bernaskell está alejada del pueblo y por lo tanto también de los cementerios, mercados, y asuntos similares. ¿Ha ocurrido algo?

Me deslicé en el sillón observando las miradas curiosas de aquellas dos al escuchar que más allá de esta mansión podría haber algo más interesante.

—Desde primera hora no dejo de ver como un cuervo nos sigue a todos lados —Contesté levantándome y acercándome a la ventana para ver si por algún casual el cuervo seguía ahí. Y como me imaginé, se había ido.

Mark me sirvió té rojo, al punto y delicioso mientras me explicaba asuntos sobre los pecados —Normalmente lo hacía Khalius pero tanto éste como Leonardo habían salido. Puesto que como aristócratas tenían que cumplir con su Noblesse oblige. Diddi tenía un amargo té negro de rosas y Lisbeth té dulce con miel.

—Seguramente, la señorita Deidara y la señorita Lisbeth recuerden ese cuervo.

—¡Yo no he visto nada! —exclamó Deidara con la boca llena mientras levantaba la mano con el puño cerrado.

—Tranquilízate Diddi —contestó Lisbeth con educación mientras elevaba la taza de té hacia la comisura de sus labios—. Yo tampoco he visto ningún cuervo. Pero sí que sé a quién pertenece.

El ambiente se tornó serio y algo tenso. Nos habíamos quedado en silencio, cada una bebiendo su taza de té, entretanto Macius observaba por la ventana el oscuro cielo encapotado que avecinaba tormenta.

—¿Puede tratarse de ella? —preguntó Diddi adoptando una postura menos infantil. Lisbeth asintió y me miró apartando la taza de té de la mesa.

—¿Recuerdas a cierta muchacha, de largos cabellos grises?

—Vieja —interrumpió Diddi.

—¡Sh! —Aquel sonido resonó en la habitación haciendo que Diddi guardara silencio y Lisbeth continuara:— ¿A esa joven de largos cabellos grises, prácticamente plateados, y ojos violetas?

Negué con la cabeza mirando a Mark de reojo. Había empezado a llover.

—Os está hablando de Lady Rosen. —Contestó el mayordomo, con algo de énfasis en la palabra Lady. Mostré una expresión confusa.

—¿Lady? —pregunté haciendo caso omiso al nombre. Me llamaba bastante la atención que Macius se hubiera referido a ella con ese título.

—No esperéis que me dirija hacia una princesa de otra manera —respondió dándose la vuelta a la par que volvía a la mesa.

—Vieja. —Volvió a comentar Diddi entre susurros, sin embargo la logré escuchar.

Dejé escapar una risa tan inocente como irónica.

Sí, recordaba a los tres pecados restantes: Soberbia, Gula y como no, Lujuria. Y sí, recordaba sus nombres: Rosen, Sheila, y Coraline.

Aunque dudaba en muchas ocasiones sobre el nombre de la Soberbia. Sin embargo, no recordaba para nada aquel cuervo.

Suspiré terminando mi taza de té, la cual posteriormente recogió Mark, llevándose también la de Lisbeth y Diddi.

—Volveré dentro de un tiempo, he de organizar asuntos con los Hombres de Lilium. No se muevan por favor.

No sé en qué estaría pensando. ¿Lisbeth y Diddi sin moverse? Es como pedirle a un perro rabioso que no te muerda. Nos había dejado solas, sin embargo no había silencio. Diddi y Lisbeth platicaban, más bien gritaban, sobre quién recordaba mejor Pandora. Y sobre quién tenía razón. Me levanté dirigiéndome a la ventana, seguía lloviendo, quizá con más intensidad que antes, pero lluvia era lluvia. No sé cómo, pero pude fijarme que en la distancia, exactamente en un árbol, un extraño bulto negro nos observaba. Quedé ensimismada en aquel cuerpo y no me pude percatar de que en la habitación había silencio absoluto, no muy normal en aquellas dos. Cuando me quise dar cuenta el suelo estaba encharcado en plumas de color negro. Tuve un pequeño Déjà vu. La sensación de ya haber visto esas plumas negras en algún lugar inundó mis pensamientos.

Proyecto Pandora: Bienvenido al Pandemonio.Where stories live. Discover now