Primeros movimientos

6 0 0
                                    

Cuando llegaron a la ciudad se alojaron en un confortable hotel cerca de lo que fuera en su momento la villa olímpica. Por la tarde, Emily y su novio aprovecharon para ir a visitar a su prima que vivía a poco más de media hora de allí. Cogieron el coche que habían alquilado en el aeropuerto y gracias a las modernas tecnologías de los teléfonos inteligentes no les costó mucho trabajo dar con la casa, situada en una urbanización de Rubí. Estuvieron hasta pasada medianoche, cenando y contándose anécdotas de todo tipo. Mario, la pareja de Cecilia, al principio se sintió un poco extraño pero rápidamente se habituó a usar el inglés para comunicarse con los invitados.

Mientras, Andy y su novia disfrutaban de los placeres del spa así como de una buena cena de cocina moderna. Sin salir del hotel ellos tenían todo lo que necesitaban para ese primer día, relajación para afrontar la siguiente jornada con las baterías recargadas.

La mañana del martes pintaba movida, por una parte las dos chicas se irían de compras y de paso visitar la tienda de ropa donde trabajaba Cecilia, tal como se habían prometido la noche anterior durante la cena. Por suerte James contó con la complicidad de Mario, que pudo organizarse una mañana libre, para hacer un poco de turismo por la ciudad. Al mismo tiempo en unos acogedores despachos de la Diagonal, Andy y su manager estaban reunidos con los responsables del club para tratar los últimos detalles y agilizar el proceso de redacción del futuro contrato, pero se volvió una mañana un poco tensa, había algunas incoherencias en cuanto a lo hablado con anterioridad, pero en ese tipo de negociaciones tan complejas siempre pueden aparecer puntos de discordia.

Durante la reunión, uno de los representantes del club recibió una llamada.

—Disculpen un momento señores, debo responder.

—Por supuesto —Matt parecía molesto por ello, pero intentó ser cordial.

Mientras miraba la pantalla del teléfono, Carles se acercó a uno de sus compañeros. Con la mano le hizo un gesto, agarrándolo del hombro, para pedirle que le siguiera al despacho contiguo al tiempo que descolgaba la llamada. Jordi le miró con cara de sorpresa pero se levantó y le siguió sin dudar un instante, era evidente que pedir su atención tenía relación con la llamada, sentía curiosidad por averiguar el motivo.

—Me acaba de llamar el representante de Sandrinho —dijo después de colgar—, que al final quiere aceptar nuestra oferta. ¿Qué crees que deberíamos hacer con los ingleses?

—Tendremos que hablar con el cuerpo técnico, a ver qué opinan, pero creo que tanto tú como yo mismo sabemos por cual de los dos se van a decidir. Le hacemos una última oferta a Andy y su representante, sin llegar a lo que piden, y que decidan a ver que quieren hacer.

—De acuerdo, le ofrecemos nueve millones por temporada más primas, que se olviden de los doce que piden, y esta tarde hablamos con el entorno del brasileño.

Después de la reunión salieron con una sensación un poco extraña, esa llamada y las prisas por tener que aceptar no parecían muy alentadoras, pero la oferta de contrato en sí misma ya no se alejaba tanto de lo deseado, necesitaban hablarlo, sopesar los detalles de la oferta y si llegaba el caso, esperar para poder firmar definitivamente el nuevo contrato y hacer el anuncio oficial por ambas partes.

Por la tarde, después de comer en un lujoso restaurante de la ciudad y relajar tensiones, las dos parejas se desplazaron hasta la tienda de Mrs. Robinson dónde Louise Robinson esperaba impaciente la visita de su sobrina Emily.

En el mismo instante en el que Andy cruzó la puerta no pudo evitar fijarse en un automóvil muy especial, se encontraba en una zona más reservada del local pero llamaba poderosamente la atención.

—Un ejemplar poco habitual este GTO en blanco —observó sin cortarse lo más mínimo.

—Si, la verdad es que nos ha costado mucho encontrar un Cavallino así. Es un encargo muy especial, y lo siento mucho pero ya tiene dueño —Sam no dudó en poner énfasis en este último detalle.

—Vaya, es una lástima, de todas formas en blanco desentonaría demasiado en mi garaje —afirmó el futbolista, en un tono más cargado de ironía—. Pero no es exactamente en lo que yo estaba pensando... —en ese mismo instante en que iba a exponer su idea le sonó el móvil, cuando observó de quién venía la llamada pareció no entender el motivo.— Lo siento, debo responder, disculpe. Hola Matt, dime!

Se alejó un poco del coche tan especial que estaba observando para mantener la intimidad de la conversación, seguro que era algo importante y no le interesaba que nadie que no le conociera oyera ningún rumor.

—Oye Andy, necesito hablar contigo, es urgente. ¿Dónde estás?

—Con James y su novia en la tienda de clásicos, ya sabes que estaba interesado...

—Si, me acuerdo —se apresuró a interrumpirle—. Precisamente por eso quiero verte, porque puede que lo que voy a decirte afecte a tu decisión sobre el coche —como si eso fuera lo más importante en esta vida—. He recibido una llamada que puede que te haga cambiar de opinión. Y créeme, ¡te interesa!

Era una afirmación muy rotunda, demasiado, pensó. Tan rotunda que llegó a incomodarle bastante, más si cabe después de haber organizado ese viaje con su amigo y estar allí en esa tienda justo en el instante de la llamada. Después de hablar por teléfono pensó en todo lo que había planeado para junio cuando desembarcara "de facto" en la liga española, y ese tono de sentencia le dejó unos instantes fuera de sí. Al momento intentó analizar lo que quería decir, en sus implicaciones y posibles beneficios tanto a nivel personal como profesional. Ojeó por la tienda buscando a su amigo y se le acercó.

—Disculpa James, debo irme. Me acaba de llamar Matt, parece que ha surgido algo inesperado. Me voy al hotel.

—Ok, no te preocupes, nos vemos luego. ¿Quieres llevarte tú el coche? —Al tiempo que le acercaba las llaves, añadió— Nosotros podemos volver en taxi.

Parecía que la premisa del viaje era pasar lo más desapercibido posible.

—Me harías un favor. Gracias.

Dijo aliviado al tiempo que se acercaba a su novia.

—Alice, ¿vienes?

—Tranquilo, si tienes que hablar de temas del contrato será mejor que vayas tu solo. Luego me cuentas. Ya volveré con ellos.

Se despidieron y marchó, con cara de preocupación, camino del hotel pensando en la situación. Por su parte, y de forma un tanto egoísta, Sam tenía el presentimiento que esta vez no habría venta, porque cuando un deportista con dinero para gastar se va así de su local no es la mejor señal para él.

Gran TurismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora