Capítulo uno: La llegada.

29 3 0
                                    

Odio. Ese era el único sentimiento que llegaba a albergar el semidiós en aquella jaula hecha por el mismo Hefestos para aprisionar a cierto semidiós que ahora mismo se encontraba aprisionado en el objeto antes mencionado como si fuera un animal salvaje. Pero primero vamos con el inicio de esta historia y eso es un día antes, en el reino de Hades.

El reino de aquel Dios era una isla en mitad de un gran mar de color oscuro, tan oscuro que parecía que no tenía fondo. En cierta forma era verdad pues en aquel mar habitaban todas las almas que habían sufrido en vida y que se le había negado el acceso a la vida después de la muerte que Zeus y los Dioses que habitaban en el Olimpo concedían a ciertos mortales que cumplían con los requisitos que había impuesto el rey de los Dioses. Aquellos que caían en aquel mar lleno de muertos que pedían a gritos justicia y venganza simplemente sufrían una muerte dolorosa a manos de aquellas pobres almas que con sus propias manos empezaban y mutilar cada una de las partes de la victima que caía en aquellas para después ser sumergida en sus profundidad y volverse parte del ejercito de almas perdidas de aquel mar. Muchos mortales, a parte de los heroes mitologicos, habían logrado llegar al Inframundo pero todos terminaron formando parte del ejercito de almas en desgracia que constantemente revivían su muerte, una y otra vez hasta el fin de los días.

El castillo de Hades yacía en medio de aquel mar lleno de cadáveres y muertos que nunca pudieron llegar a su destino, el destino de todos era una audiencia con Hades. Su castillo mantenía un estilo gótico, tenía varias estructuras que apuntaban al cielo o a donde se suponía que debía estar el cielo pero solo apuntaban a una espesa negrura que hacía daño a la simple vista. El castillo era enorme, casi parecía que podía albergar una ciudad entera en su interior, una ciudad del tamaño de Nueva York. En aquel castillo habitaban Hades, Perséfone y M. Shadows, hijo de Hades y una mortal, mortal que había muerto en las manos de Hades al dar a luz a su único heredero.

Era un día normal en la vida de esta familia, los gritos y lamentos de almas llenaban el gran comedor en el cual todos se encontraban sentados degustando su desayuno en silencio. Hades se encontraba más callado de lo usual, cosa que el semidiós no paso desapercibida, se había decidido a preguntarle cuando los lamentos de las almas fueron interrumpidas por otro sonido que le era vagamente familiar. había escuchado ese sonido en una de sus escapadas al mundo mortal pero no recordaba su origen hasta que una legión de mortales con alas llenas de plumas de distintos colores entraron en aquel enorme comedor portando lanzas, escudos y armaduras que brillaban por lo limpias que estaban. Toda una legión entro en aquel enorme comedor para que un solo mortal emplumado diera un paso hacia al frente para decir algo, seguramente ese era su líder pensó M. Shadows.

-Por ordenes del señor Zeus todos los ángeles que estaban disponibles hemos venido a escoltar al Hijo de Hades...- Exclamaba el ángel para trabarse en las palabras "Hijo de Hades", el chico de tatuajes simplemente rodó los ojos y espero a que continuara con su discurso antes de matarlo y dárselo como comido a Cerbero. -...al campamento Freetown, el cual alberga toda criatura mágica o mitológica que hay. -Y con estas palabras finalizo el ángel con un temblor sutil en sus piernas que no pasó desapercibido para el semidiós. A pesar de que el hijo de Hades había sido desterrado al Inframundo junto a su padre por Zeus el chico no había desperdiciado ni un solo día en aquel pozo lleno de dolor, muerte y gritos que no tenía fin ni salida, siempre había estado entrenando y ejercitando su cuerpo para ser siempre el mejor aunque eso no fue siempre así.

Cuando M. Shadows era un niño su padre solía llevarlo al Olimpo para jugar con sus únicos dos primos que solían ser cercanos para el Hijo de Hades. Avril y Roy, Hija de Poseidón e Hijo de Zeus, ellos solían ser los amigos más cercanos del Hijo de Hades pero todo cambió cuando ellos dejaron de querer verlo y se enfocaron en hacer sus vidas como hijos de los Dioses principales del Olimpo. El chico quedó destrozado al saber que sus primos, los únicos a los que de verdad quería, ya no querían verlo y la imaginación de aquel niño voló y voló hasta imaginar que lo odiaban por ser Hijo de Hades, seguramente Zeus los había manipulado y lavado el cerebro.

Pero eso fue cuando era un niño, ahora ya era un hombre hecho y derecho con milenios de experiencia en todo tipo de cosas menos en una: el amor. El chico nunca había experimentado lo que era estar enamorado, era un prisionero de una guerra que empezó mucho antes de que él naciera y que posiblemente terminaría con una muerte y mucha destrucción tanto en el mundo mortal como en el Olimpo.

Una destrucción mucho mayor a la que reinaba ahora mismo en el comedor en el cual se encontraban varios cuerpos inertes de ángeles en el piso con lanzas atravesando sus cuerpos, algunas de estas paraban las hemorragias de los cuerpos mientras que otras no podían con aquella tarea y dejaban salir toda la sangre de los cuerpos sin vida de los mortales con alas que habían osado atacar y tratar de capturar al semidiós pero, sorpresivamente, eran millones los mortales que habían bajado por decreto de Zeus y eran bastantes para el Hijo de Hades que les había hecho frente él solo.

Ahora mismo M. Shadows se encontraba preso a manos de millones de mortales con alas pero eso no le enojaba al semidiós sino lo que le enojaba y hacía que hirviera un odio tan puro en su ser era el hecho de ver como su padre, la unica que persona en la cual confiaba le daba la espalda cuando su mayor enemigo entraba en su hogar y se trataba de llevar lejos a la unica descendencia de aquel Dios. El chico no sabía que es lo que ocurría con Hades, ese no era el Dios que guardaba tanto rencor hacia sus hermanos como su hijo hacia sus primos que lo habían abandonado desde que era un niño que apenas empezaba a conocer la historia de su padre, una historia de una deidad que solía ser desalmada, fría y maligna. 

O eso creía hasta ese día en el cual su padre le dio la espalda tal y como habían hecho sus primos con él hace varios siglos atrás.

-¡Pensé que sentías algo por mi! ¡Soy tu hijo y ¿dejas que me lleven?!- Grito el chico de tatuajes mientras el ejercito de seres emplumados se llevaban por la fuerza al heredero del Inframundo. -¡No puedes hacerme esto!- Y esas fueron las ultimas palabras del semidiós antes de ser enjaulado y llevado por aquellos seres a un bosque que albergaba toda clase de seres y peligros. 

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Dec 20, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Down with the Olimpus.Where stories live. Discover now