-Porque soy tu alama gemela.

-Deja de decir eso. No te entiendo. No significas nada para mí. Eres grosero, frío, no siquiera te caigo bien y me has criticado cada vez que has podido.

Se metió las manos en los bolsillo.

-Así que eso es lo que piensas de mí?

-Exactamente. Tel vez esto sea... no sé, tu ultimo plan pata humillarme:fingir que me quieres.

-No te gusto nada, no es cierto? -lanzó una risa hueca-. Genial, mi alma gemela no me comprende en los más mínimo.

Crucé los brazos para ocultar el hecho de que estaba temblando.

- Y qué es lo que tengo que comprender? Los idiotas son bastante fáciles de reconocer.

Frustradovante mis constantes desplantes, se movió hacia mí tly retrocedí.

-Lárgate de mi árbol -repetí. Me tamblaba el dedo mientras apuntaba hacia la vereja.

Ante mi sorpresa, en vez de negarse, estudió mi rostro unos instantes.

-Está bien. Pero esto no ha terminado, Sky. Tenemos que hablar.

-Lárgate.

-Me estoy yendo -y diciendo eso, saltó al suelo y desapareció en la noche.

Con un sollozo de alivio, cerré la ventana de un golpe y me derrumbé en la cama. Me cubrí con la manta,me hice un ovillo mientras me preguntaba qué estaba pasando exactamente.

Y qué iba a hacer al respecto.

Esa noche, el sueño regresó. Pero, esta vez, con más detalles. Recordaba el hambre: durante días no había comido prácticamente nada más que papas fritas y chocolate. Cuando me dejaron, me sentía enferma. Tenía las rodillas mugrientas y el pelo apelmazado del lado en que ne echaba a dormir. La boca me dolía, tenía los labios inflamados y con cortes internos. Sentada en el césped al costado de la ruta, sentí un grsn vacío solo ocupado por el miedo: una sensación creciente de pánico en el estómago que solo podía vencer concentrándome en las margaritas. Eran tan blancas, aun en la oscuridad brillaban contra el césped, los pétalos plegados. Me abracé las rodillas y me encerré en mí misma como si fuera una de ellas.

El olor era desagradable: los perros, los gases de los autos y la basura. Y también había una fogata. Odoaba el fuego. El rugido de la autopista era incesante; el tráfico sonaba furioso y acelerado: no podía detenerse por una niñaita perdida.

Esperé. Entonces el sueño cambió. No fue una mujer con un pañuelo en la cabeza quien se me acercó sino Zed. Se inclinó hacia mí y estiró la mano.

-Eres mía -dijo-. Vine a buscarte.

Al despertar, el corazón me latía a toda prisa, justo cuando el sol asomaba detrás de las montañas.

Los próximos días en la escuela fueron una letna tortura. Comparados con las primeras semanas cuando lo veía raramente, ahora me chocaba con Zed en cada esquina. Podía sentir su mirada taciturna mientras atravesaba el comedor o recorría el pasillo. Le rogué a Tina que me llevara en su auto e incluso visitaba a la Sra. Hoffman cuando regresaba de la escuela para no quedarme sola en la casa. Zed me estab convortiendo en una prisionera. Una cosa era desear al Hombre Lobo desde lejos y otra miy distinta descubrir que estaba comoletamente concentrado en mi. El sábado a la mañana, golpearon la puerta muy temprano. Como Simon y Sally tadavía no se habían levantado, fui a abrir, taza de té en mano, suponiendo que se trataba de un envío para el estudio.

Era Zed con un ramo de flores inmenso en la mano. Me lo extendió antes de que pudiera cerrarle la puerta en la cara.

-Empecemos otra vez -estiró la mano-. Hola, soy Zed Benedict. Como te llamas?

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⏰ Last updated: Mar 09, 2018 ⏰

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