CAPITULO 8 Sonia

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Llamé a la puerta del despacho de Cristian y oí que me dijo que pasara. Al

verme completamente vestida me preguntó:

- ¿Vas a salir?

- Sí, tengo que ir a comprar algunas cosas – le dije – vuelvo en media

hora o tres cuarto.

- Bien, hasta luego, princesa.

- Hasta luego.

Salí y fui hasta a la tienda a comprar algunas cosas que me hacian falta para

la comida. Al volver y tras abrir la puerta oí una voz femenina en el salón.

- Ya estoy en casa – dije tras cerrar la puerta. Y entré en el salón, donde

la escena que veo me dejó un poco impactada.

En medio de la sala estaba Sonia, completamente desnuda y arrodillada frente a Cristian, que se había levantado y le decía:

- Sal de aquí de una puñetera vez, ya te he dicho que lo nuestro terminó

hace mucho tiempo.

- No, no hasta que me hagas tuya, me da igual si tienes otra sumisa,

puedo compartirte, señor.

- Tu estás loca – le dijo Cristian y la cogió del brazo levantándola.

Luego cogió la ropa que estaba a sus pies y se la dió diciéndole:

- Vístete y sal de mi casa ya. Ya te he dicho que he encontrado a la mujer

que me hace feliz y que ya no puede haber nadie más para mí que ella.

Sonia no reaccionaba, así que Cristian la llevó en volandas hasta la puerta, la

abrió y la dejó fuera en la escalera desnuda y con su ropa entre sus brazos.

- Maldita y cabezona mujer – exclamó cerrando la puerta, luego me miró

con pesar – lo siento, preciosa.

- No pasa nada – le respondí.

- Le dejé pasar porque dijo que quería hablar conmigo, no sé, fui un

estupido, lo siento.

- No te preocupes – le dije acercándome a él y abrazándolo – Te quiero.

- Te quiero y quiero que seas mi mujer, en cuanto tengas el divorcio nos

casamos, no quiero esperar más que eso.

Nos besamos apasionadamente y cuando nos separamos me dijo:

- Uf, esa mujer me ha puesto demasiado furioso, necesito desahogarme.

El brillo del deseo llameaba en sus ojos. Y me empujó contra la pared, me besó

apasionadamente y empezó a acariciarme, con sus piernas trataba de

inmovilizarme contra la pared, desabrochó mi blusa, luego me quitó el

sujetador y cogiendo mis brazos los puso por encima de mi cabeza y me ató

las muñecas con el sujetador. De nuevo estaba a su merced. Me subió la falda y metió su mano entre mis bragas acariciando mi clítoris y haciéndome gemir.

- ¡Oh Cristian!

- Te voy a follar – dijo excitado dándome la vuelta y poniéndome de

espalda a él.

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