CAPITULO 1 El invitado

45.1K 695 24
                                    

- Cariño, ya estoy en casa – oí su voz desde la habitación y eso me despertó un poco.

Me dolían los brazos, que seguían suspendidos de las cadenas, también me dolían las piernas, en realidad me dolía todo el cuerpo, ya que llevaba unas cinco horas allí colgada, desnuda y con los ojos vendados. Oí sus pasos acercándose a la habitación, y luego la puerta se abriéndose y a él que seguía acercándose a mí. Podía imaginar su cara de satisfacción y deseo al verme en aquella postura, indefensa ante él y ante cualquier y eso me excitó aún más de lo que ya estaba.

- Vaya, veo que has disfrutado con tu juguetito.

Entre mis piernas aún seguía en marcha el vibrador que había dejado él colocado antes de irse, se movía a baja potencia, pero la suficiente para hacerme estremecer y haber llenado mi entrepierna de jugos que descendían por mi piel hasta mis rodillas.

- Cariño he traído a un invitado – dijo Cristián - ¿Te acuerdas del chico del quinto? ¿El que nos observaba el otro día mientras follábamos en la terraza?

Afirmé con la cabeza, pues el placer que sentía no me dejaba responder ya que no podía dejar de jadear, mientras recordaba como aquel muchacho de unos 18 años nos había estado observando dos tardes atrás, cuando Cristian y yo, follábamos en la terraza. La escena que el muchacho debió ver, seguramente fue atrayente, excitante y fuera de lo normal, yo asomada a la baranda, con las tetas colgando, la muñecas atadas a la espalda, Cristián detrás de mí, sujetando por las caderas y arremetiendo con fuerza mientras tiraba de mi pelo, excitado como nunca. Seguro que desde esa tarde, cada noche sueña con ser él el que me folla de esa manera.

- Dime preciosa ¿Cuántas veces te has corrido mientras esperabas a que volviera?

Traté de serenarme, respiré hondo y respondí:

- D...Dos.

El chico joven que Cristián había traído permanecía en silencio, sólo se oía su respiración, supongo que la situación lo tenía un poco sorprendido. Verme allí extasiada, desnuda y atada a las cadenas que pendían del techo, con un arnés entre las piernas, debía ser una imagen impactante para un joven de unos 18 años.

- Bien, pues ahora vas a disfrutar de una joven verga de verdad, ¿estás dispuesta?

- Claro, sabes que sí, que haré todo lo que me pidas – respondí nerviosa y sumisa.

Aunque Cristian sabía de sobras que haría y me dejaría hacer cualquier cosa. No tenía otra opción. Con él nunca la había.

- Bien, me encanta que seas tan puta, lo sabes ¿verdad? – añadió acercándose a mí y pellizcándome un pezón, lo que me hizo gritar con cierta intensidad. – Vamos a quitarte esto ya – dijo desabrochando el arnés y sacando el vibrador de su refugio – y a ponerte más cómoda – añadió, soltando mis manos esposadas de la cadena – y ya sabes ponte sobre la mesa con ese culito bien en pompa para que nuestro amigo pueda follarte.

Obedecí, caminando con cierta dificultad los tres pasos que me separaban de la mesa que había a mi derecha. Una mesa de escritorio que sólo usábamos para eso, para que Cristián me follara a su antojo tras cada sesión de sado a la que me sometía en aquella habitación. Me incliné sobre la mesa y mostrando mi culo y mi sexo esperé. Seguía con la venda en los ojos y no podía ver nada, sólo escuchar, sentir e imaginar. Cristián le indicó al joven:

- Venga, es toda para ti.

Yo esperaba ansiosa a que el joven se acercara y no tardó en hacerlo. Sentí sus manos sobre mis caderas y su pene chocando ansioso contra mi vulva húmeda y deseosa de sentirle, lo guió con gran perfección y me penetró de una sola embestida haciéndome gemir. El muchacho empezó a acometer sujetándome por las caderas y haciendo que mi cuerpo se balanceara adelante y atrás mientras yo me apoyaba en la mesa. Enseguida empecé a sentir el placer de sus arremetidas, sentía sus huevos chocando con mis labios vaginales, su pene entrando y saliendo, rozando las paredes de mi ardiente sexy y eso me enardecía más. El chico me embestía sin parar, acelerando sus movimientos volviéndome loca de placer mientras oía como Cristián se movía por la habitación, seguramente filmando la escena, ya que le gustaba hacerlo y luego mirar las cintas. Tenía alma de vouyer.

ATADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora