3.En la mansión.

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― Owen, lleva a Blanca a su nuevo cuarto― Observo a Gabriela, ella tomo enserio la idea de quedarme aquí, pero es imposible solo pensarlo ¿Acaso querrá algo a cambio? Porque al decir verdad, soy un desperdicio humano, no tengo nada que dar, además de molestias. La señora me da una cálida sonrisa, dirigiendo toda su atención en mí. ―Baja a la hora de cenar. Owen te avisará cuando esté lista.―  Como siempre solo me limito a asentir.

Las dos mujeres, Gabriela y la sivierta, se van a una habitación, con una gran mesón. Para quedar completamente sola con el pelirrojo. El voltea, esbozando una sonrisa, en cambio volteo  el rostro, dejando que mi cabello me lo cubra.

Escuchó como comienza a caminar y lo sigo. Paso mi mano con delicadeza por la baranda de la escalera, comenzando a subir hasta quedar estancada por los enormes cuadros. Uno sale una pareja de abuelitos, con una pequeña niña en medio, es castaña y sus ojos son verdes, como los de Gabriela, y tan radiantes como los del hermano de Owen. La niña lleva dos coletas por los costados de su bello rostro. Sonrío, se parece a Julie, o al menos a la última imagen que tengo de ella. La única diferencia es su sus ojos son turquesas.

―Es mi mamá, cuando pequeña.―Doy un pequeño salto en mi lugar, volviendo a la realidad. Owen me sonríe ladeado, con manos en sus bolsillos.―  Ellos son mis abuelos. Yo nos los conocí, murieron en un accidente automovilístico.

―Tu madre se parece a mi hermana.― Ignoro el comentario de muerte, estoy demasiado triste para hablar de muertes. Lo veo de reojo, aun esta observando el cuadro. Lamo mis labios, recordando a Cole ¿ Que estará haciendo? Obviamente, sé que no irá a enfrentar a Katherine y gritarle que por su culpa yo me fui. Sería en vano, tal y como hablarle al viento.

―Entonces debe de ser muy bonita. ― me sorprende de que no le entre la curiosidad de donde esta aquella hermana si acabo de abandonar mi casa, pero solo me vuelvo hacia a él y le doy una sonrisa de boca cerrada.

―Lo es.

Nos observamos un rato, dándome recientemente cuenta que lleva un aro en la ceja, como un palillo con dos pequeñas pelotitas en sus puntas. Me da la última sonrisa de boca cerrada y se vuelve hacia las escaleras para subirlas. Llegamos a la habitación de huéspedes, es enorme, se complementa color blanco por todos lados, tiene un gran ventanal, al costado tiene una cama de dos plazas y a unos pocos pasos mas hay un escritorio, con una pequeña fotografía.

―Wow... ― Dejo escapar un comentario, sorprendida.

―Es todo para ti, hay un baño es esa puerta a tu derecha ― Me fijo en ella y entro, es igual de enorme. Nunca en mi vida me imagine aquí, no podía encontrar al alcance de mi realidad ― Te dejaré a que te a costumbres y te cambies ropa. Me volteo fijandome en sus potentes ojos marrones, se ve como un chico predecible, algo inestable y solitario. Camino acercandome un poco a él, para contagiarme de su calor a mi cuerpo helado ― ¿Tienes ropa?¿Cierto?

Frunzo el ceño para ver si se está burlando por mi estatus social, pero ni su tono de voz, ni su expresión dejan ver eso, por el contrario su rostro se ve preocupado, como si fuera una criatura que cuidar.

― Tengo, pero está mojada. Pero me las puedo arreglar sola ―digo tajante.

Salgo del baño y me quito la mochila, la abro con precaución y saco la ropa. Absolutamente todo esta húmedo, debo admitirlo es un caso perdido, es de noche y sacarlo para que se sequen será imposible.

―Blanca... ― No lo miro, sigo registrando mi bolso hasta que me toca el hombro y me volteo, sacando su mano bruscamente.

― No me toques― Lo miro seria, algo enojada. Lo acabo de conocer y muestra tanta amabilidad y confianza, eso es de desconfiar. Nadie te trata tan al conocerte, no si quieren quedar bien contigo y luego pedirte cosas. Es un pan de cada día, en casa es así, nadie es altruista innatamente.

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⏰ Última actualización: Nov 04, 2020 ⏰

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