Capítulo 14

4.1K 594 26
                                    

Bianca paseaba con nerviosismo en el jardín, sabiendo que debería alejarse y cumplir con su compromiso pero no podía obligarse a hacerlo. No ahora, cuando había visto que la férrea voluntad de Darío tambaleaba. Un atisbo de desolación era suficiente para que quisiera correr a sus brazos y consolarlo. Cielos, qué diferente habría sido todo si ella estuviera en el lugar de Ciana.

Habría derribado muros. Habría arrasado con todo a su paso, hasta dejar a Darío siendo solo él. Sin ninguna armadura que lo protegiera, porque ya no sería necesario. Ella lo protegería, resguardaría su corazón y su alma como el tesoro más preciado. Y él.... Con suerte, él haría lo mismo por ella.

Al menos, trataría mejor a su corazón de lo que lo hacía ahora. Ignorándola, manteniendo su distancia. Siendo correcto. Porque sin duda su actitud era la correcta, debía reconocerlo. Y aceptar de una buena vez que ella no era Ciana.

Se detuvo, aguzó el oído intentando distinguir pasos pero fue inútil. Suspiró y retomó su paseo poco discreto. ¿Qué se suponía lograría con aquello? ¿No era lo mejor marcharse si quería seguir con su vida?

Pero... ¿y si todo cambiaba? ¿Y si...?

¿Y si qué? ¿Qué iba a decirle, de cualquier manera? Sí, sin duda lo mejor era irse. Cuanto antes.

–¿Qué estás haciendo?

Demasiado tarde. Se giró y encontró los ojos serios y oscuros de Darío Zeffirelli clavados en ella. Se quedó quieta, mirándolo como una idiota. ¿De qué otra manera podía mirarlo si él se veía vulnerable, accesible... humano?

Era un error. Debía marcharse. Tenía que volverse y correr. Huir lo más lejos posible de él y su traicionero corazón. Sí, debería. En cambio, como de costumbre, hizo lo que no debía pero, oh Dios, sí que quería.

–Paseando, ¿no es evidente? –contestó insolente. Darío arqueó una ceja, sin decir una palabra–. Si crees que te estaba esperando...

–¿Lo hacías?

–No.

–Ah.

–¿Por qué lo haría? Creo, no, estoy segura de que soy la última persona a la que quieres ver, ¿cierto?

–Correcto –confirmó con frialdad–. Tú eres, posiblemente, la única persona a la que no soporto ver en este momento, ¿sabes?

–Oh –debía dejarlo. En serio, debería...–. ¿Por qué?

–Porque te miro y lo único que veo es a Ciana.

Bianca abrió la boca, estupefacta. No se sorprendió cuando ningún sonido salió de ella. ¡Cielos! ¿Acaso el hombre del que había estado enamorada por años acababa de decirle que ella no significaba nada más que una copia de su hermana? Sin valor propio para él, solo un recordatorio de alguien más. Y ya en eso, una mala réplica de otra mujer.

–Bianca.

–¿Darío?

–Lo sabes.

–¿Disculpa?

–¿Debo decirlo?

–Yo... no sé...

–Desaparece.

–¿Ah?

Darío le dio la espalda sin escuchar su monosilábica respuesta y empezó a alejarse. Pero Bianca, siendo quien era, no podía dejarlo solo así.

Lo había intentado. Había tratado cientos de veces de escucharlo. De fundirse con el entorno y desaparecer, para que él no la notara. Para que no lo molestara su sola existencia. Así de mucho lo... amaba. Y dolía.

Un amor así (Sforza #5.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora