La doncella de hielo

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   Hace no mucho tiempo, existía un hombre gruñón y desagradable cuya actitud espantaba a todo quien se le acercaba. Vivía solo, sin una esposa o hijos que lo recibieran con los brazos abiertos después de una larga jornada de trabajo. Su más preciada compañía eran las figuras de hielo que él se esmeraba en hacer. Animales, seres mitológicos, personas; todo se encontraba plasmado en el gélido material. Mas había una especial a la que le tenía un singular cariño, la pequeña estatuilla de una sonriente niña de mirada brillante. Su rostro, sus ropas, hasta la postura y posición de las manos hacían de la pequeña una singular señorita. Una pequeña doncella para quien posaba sus ojos en su persona. 

   Pero había algo que aquel hombre desconocía por completo. Cada noche, cuando la luna estaba en su punto más alto, las figuras de hielo que permanecían ocultas en su estudio cobraban vida. Aprovechando el estado durmiente de su creador, se divertían entre ellas; las noches se llenaban rápidamente de risas y juegos. Pero, aun así, eran conscientes de que la libertad que gozaban era solo temporal pues con la llegada del sol, ellas acabarían derritiéndose en pocos segundos. Por lo tanto, no tenían permitido salir y no tenían otra comunicación con el mundo exterior que no fuera una pequeña ventana que siempre estaba cerrada. Aun así, la pequeña niña no podía dejar de preguntarse cómo sería el mundo exterior. ¿Qué tan grande es? ¿Cómo se ve el cielo sin estar cubierto por un manto oscuro? ¿Qué son esas cosas que brotan de la tierra y son altos como una casa? esas eran muchas de las preguntas recurrentes que aparecían en su cabeza sin hacer nada para evitarlo.

   Las pinturas de los amplios ríos y vastos valles dispersas en la estancia la colmaban del deseo inexplicable de pisar ese entorno desconocido, ver con sus propios ojos lo que jamás había visto. Pero había una que acaparaba totalmente su atención, un cielo pintado de alegres colores con una mancha borrosa alzándose sobre el suelo. "¿Qué era aquello?" se cuestionaba mas ninguno de sus amigos sabía la respuesta, tampoco se molestaban mucho en conocerla. Encerrados entre esas cuatro paredes estaban seguros, eran felices. No podían pedir nada más.

   Sin embargo, ella continuó su búsqueda hallando lo que tanto quería en uno de los libros de la biblioteca. Al parecer los humanos llamaban este fenómeno "amanecer" o "alba", indicaba el comienzo de un nuevo día. Más eso, en vez de calmar su curiosidad, la aumentó a niveles altísimos. Deseaba tocar ese maravilloso cielo con sus propias manos y fijar su vista en el bello astro. No había manera se sacar eso de su cabeza, el anhelo se había colado en lo mas hondo de su ser. Ya ni siquiera podía prestar atención a los juegos en los que participaba, solo podía intentar ver por la pequeña ventana algún rastro luminoso que le diera alguna esperanza.

   El tiempo pasó y aquel sueño imposible aumento con el contar de los días. Hasta que, al fin, lo decidió. Escaparía. No podía permanecer más encerrada en aquella habitación a oscuras. Quería ver más, quería saber que había más allá de aquel cristal que siempre obstaculizaba su camino. A pesar de la dulce compañía de sus queridos amigos, aquellos que la vieron nacer y le dieron la calidez de un hogar, no podía atarse de pies y manos ante aquella agonía.

   Había algo que tenía seguro, ella no estaba hecha para vivir escondida entre las sombras.

   A hurtadillas, se escabulló entre una de los usuales festejos, silenciando sus pasos lo más que pudo. La ventana estaba cerrada, como era de esperarse, y la llave se encontraba justo encima del escritorio. Con cuidado, empezó a trepar los cajones sabiendo que con el mínimo error terminaría hecha pedazos ante el duro suelo.

   Esta bien, quizá esa no era la forma mas precisa de calmarse.

 Tragó en seco y siguió con su labor, teniendo un especial cuidado en donde ponía los pies. No pudo evitar la expresión de puro júbilo que se plasmó en su cara al tener la llave entre sus delicadas manos ante pero hizo lo peor que podría hacer en esa situación... miró hacia abajo.

La doncella de hieloWhere stories live. Discover now