11. Me das asco

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Adoro bailar. No solo me divierten los movimientos de caderas y poner la música a tope para danzar, sino que también, me sirve como ejercicio mental y físico. Me relaja incluso muchísimo y me encanta hacerlo.

Escucho sonar el teléfono de mi habitación haciéndome detener de mi baile. Me detengo jadeando, ante el gran esfuerzo que había estado haciendo mientras bailaba. El sudor me recorre por debajo de la camiseta, y de la frente me recojo un poco usando la misma camiseta, entretanto, me acerco para apagar el equipo de sonido. El teléfono había sonado tres veces cuando lo tomo y llevo a mi oreja, dejándome caer sobre mi cama de espaldas y mirando al techo.

— ¿Hola? —saludo a la persona detrás de la línea.

—¡Gusana!

Mi corazón sintió una réplica de emoción más fuerte de la que yo pudiese soportar.

Es la estridente voz de mi amiga Joselyn—Lyn para mí—Nos conocimos en el colegio y fue alguien que no solo me brindó la primera sonrisa real cuando llegué a esa ciudad también hizo de mi parte de lo que soy hoy, inyectándole un poco de su confianza. Ella es rebelde, bajita y feroz.

Joselyn tiene una confianza en sí misma más alta que los tacones que suele usar para subir de altura—es de esas chicas bajas pero preciosa—La Cara Williams que soy ahora y que no se parece en la nada a la chica con Kilos de más que se había marchado de este pueblo hace ocho años con la autoestima por los suelos, le debe mucho a esa mujer detrás de la línea, con unos hermosos y chispeantes ojos azul violeta.

—Joselyn, amiga —me escucho chillar finalmente, saliendo de mis pensamientos—. No sabes el gusto que me da escucharte. Me tenías abandonada.

Hago puchero, pero sé que aunque no me ve se lo imagina. Me conoce mejor que nadie.

Lo siento gusana, ya sabes que te adoro, eres mi amiga del alma, pero había estado fuera del país. Cuestiones de trabajo.

Sonrío.

Lyn es fotógrafa y no es porque sea mi mejor amiga, pero es una de las mejores del mundo y tiene una capacidad de trasformar cualquier cosa que fotografía en arte, realmente envidiable. No cualquier fotógrafo se le para en frente a Joselyn Paterson. Es la mejor sin duda

—Te perdono. ¿Cómo estás, gusana?

Excelente. Ya sabes que me apasiona mi trabajo. La fotografía es mi mundo —me dice, notándosele el amor por su trabajo en el su voz—. Ahora que te parece si me cuentas de ti, ¿cómo van las cosas en ese pueblo?

Suspiro con desgano. Como no había hablado con ella en varias semanas no conoce los últimos acontecimientos de mi vida.

—Ya sabes que mi abuelo me pidió volver al pueblo diciéndome que no quería morirse sin antes ver por última vez a su nieta, pues así fue, Lyn. Murió, mi abuelito ya no está con nosotros —musito, mis ojos llenándose de lágrimas de manera inevitable.

—Oh lo siento Cara, de verdad, lo lamento.

—Gracias amiga —musito, enjaguándome las lágrimas—. Fue algo muy triste haber llegado a este pueblo para perder a mi abuelo. Murió frente a mis ojos y esa imagen no se borra de mi cabeza. No se borra, la recordaré cada día de mi vida.

Me seco las lágrimas pero de igual forma sigue corriendo.

Te entiendo, perder a un ser querido es muy duro. Yo todavía no me recupero de la muerte de mi abuela, y eso que han pasado más de diez años desde entonces —me dice—. Entonces asumo que volverás a la ciudad ya. ¿Cuándo vuelves a Miami?

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