Parte 8

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El lunes llegó tan rápido que Edward no se percató de la hora que sonó su despertador. Es más, se levantó media hora antes que sonara.

Se levantó de la cama, se duchó y se vistió con su mejor casimir de color negro a rayas. Luego llegó a la cocina y tomó un ligero desayuno.

Bajó al estacionamiento y se subió a su Mercedes para dirigirse más que temprano a su trabajo en la compañía. Ese día sería especial para él y lo que más deseaba era arreglar algunos asuntos relacionados con el ingreso de Florencia a la oficina así como estar pendiente de su llegada.

Dejó su coche estacionado exactamente a las siete y cuarenta de la mañana y se encontró sentado en su sillón de cuero negro de su oficina a las siete y cincuenta.

Su padre ya había llegado.

Edward no podía creer que su padre ya le había depositado sobre su escritorio un grupo impresionante de documentos que debía revisar, analizar y firmar. No comprendía cómo podía abarcarlo todo lo de esa manera.

No habiendo más que hacer. Comenzó a leer la documentación pero antes colocó en el iPhone una alarma que le avisara cuando fueran las ocho y treinta de la mañana.

Trabajó sin descanso hasta que la bendita alarma sonó. En ese momento llamó directamente a Cristian Brown, que fungía como gerente de finanzas de la compañía y que además era un gran amigo de infancia.

-Cristian, necesito que subas a mi oficina ahora mismo, necesito tratar un punto contigo, le indicó Edward.

-De acuerdo, hermano. Le contestó Cristian.

Después de diez minutos Brown estaba tocando la puerta de la oficina de Edward.

-Entra, le indicó Edward.

Luego de saludarse de abrazos, de comentar lo último del fútbol americano, Edward entró directamente al punto que le interesaba:

-Cristian, quiero pedirte o más bien ordenarte que cumplas con la siguiente indicación que te daré.

Cristian se quedó extrañado. En lo que llevaba de trabajar con Edward, nunca había estado en su despacho. Es más, casi siempre era Edward el que bajaba al área de finanzas para averiguar o solventar algún problema. Así que Cristian comprendió que el cambio de entorno era simplemente para que se obedeciera la orden que el "jefe" iba a dar. Ante esa conclusión, no emitió comentario y esperó escuchar a su jefe.

-Es posible que esta semana se incorpore un nuevo elemento femenino a nuestra fuerza laboral. Ella se desempeñará en la recepción y es posible que te ayude con algunos pagos y cuentas por pagar de la compañía. Su nombre es Florencia Martínez.

Cristian se quedó buscando en dónde, de todo lo que le había dicho, se encontraba la indicación de Edward.

Edward tomó un sorbo de agua y tragó fuerte. Esta era la primera vez que daba una orden de ese tipo y no sabía cómo abordar de mejor forma esa situación. Al final dejó ir las palabras así como las pensó:

-Sé que como todo tipo soltero que eres tú, así como otros de tus subalternos, no dejas escapar a ninguna de las mujeres solteras, atractivas, hermosas y bien dotadas que comienzan a trabajar en la compañía. En lo que respecta a la señorita Martínez, te agradecería que tanto tú como tus allegados se mantengan alejados de ella y únicamente se concentren en un trato meramente profesional.

Cristian se quedó perplejo ante semejante indicación, nunca dada por su amigo y jefe. Meditó unos segundos antes de contestarle y le dijo:

-No te preocupes, hermano, te he entendido perfectamente y esta misma mañana transmitiré tu indicación a mi grupo de trabajo.

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