Capítulo 19 💘

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—Estas haciendo un buen trabajo —comenté, con el fin de animarlo y terminar pronto.

Una sonrisa de satisfacción cruzó su rostro y sentí que mi pecho se calentaba.  Distraje mi atención rápidamente hacia los arbustos, en un desesperado intento por ocultar mis emociones.  Cada vez era más difícil.

—Lizzie. —Su voz hizo que un escalofrío me recorriera.

—¿Hm? —pregunté, incapaz de girarme a verlo.

—Hace tiempo me dijiste que tenías una mala relación con tu padre, y Jane también me advirtió que lo mejor era no mencionarlo —explicó—. Aún así me cuesta ignorarlo, me gustaría saber por qué tanto misterio.

—¿Por qué no le preguntas a Jane? Ustedes son novios.

Mi respuesta podía parecer infantil, pero era verdad.  Esas cosas se discuten con tu pareja, no con su hermana.

—Ella no querido decirme —contestó.

—Tiene sus motivos —afirmé.

—Aún así tú también eres mi amiga, y me estoy imaginando lo peor.  Hay muchos padres que violan a sus hijos y...

—¡Cállate! —interrumpí.  Un líquido púrpura se deslizó por mis muñecas y solo entonces me percaté que había cerrado mis puños con tanta fuerza que las moras se habían reventado en mi mano. Inspiré profundamente para recobrar la compostura—. Mi padre es un maldito borracho que llegaba todas las mañanas sin poder mantenerse de pie, y golpeaba a mi madre cada vez que discutían. ¿De acuerdo?

Me di la vuelta y me encontré con unos ojos castaños que apenas podían contener el asombro.  Decir que Victor se había quedado pasmado era quedarse corto, él estaba petrificado, atónito, y estoy segura que en su cabeza mis palabras se repetían constantemente.

Alcohólico y maltratador. Sí, así es la persona que me dio la vida.  Que fuera una historia repetida en varios hogares no era consuelo.

—A pesar de todo, Jane lo quería mucho —agregué en voz baja.

Agaché la mirada.  Era difícil mantener la frente en alto con heridas tan profundas en la niñez.   No tenía vergüenza, ni me sentía débil por tener un padre que no valía ni un centavo como persona, solamente me daba pena, pues había sufrido demasiado para poder continuar con mi vida.

En el momento en que Victor me rodeó entre sus brazos las lágrimas se tornaron incontenibles.  Me eché a llorar con desconsuelo.  Había permanecido demasiado tiempo mostrándome firme frente a mi realidad, de modo que cada vez que ésta me superaba, era igual a la explosión de una bomba en mi interior.

—Tranquila, él ya no puede interferir en tu vida ni en la de Jane.  Ustedes salieron adelante —dijo Victor.

—Esa es la peor parte —gimoteé.

Jane era la hija favorita de papá, por ser la mayor, la más linda, la más inteligente o quien sabe porqué razón, simplemente lo era, y a mí no me importaba en verdad.  Sin embargo, cuando mi hermana dejó la casa para continuar sus estudios, los ataques de mi padre se volvieron peores.  Cada día era más violento, gritaba más fuerte y bebía más alcohol.

Karlos Sagarra tenía un trauma que no era desconocido para nadie en la familia.  Mi abuela había dado a luz siendo muy joven, y del padre jamás se supo noticia, convirtiéndose en una madre soltera a los quince.   Hasta que, al poco tiempo de cumplir veintiuno, su padrastro la asesinó brutalmente,  y así fue como la verdad salió a la luz.  Ella había sido violada por la pareja de su madre, quedando embarazada. 

Era una historia difícil de contar, y de la cual mi padre jamás se repuso, ni siquiera cuando se casó, ni al ver nacer a dos hijas.  Él sólo estaba lleno de odio, producto de la infernal vida que tuvo que soportar.   Mamá siempre estuvo consciente de aquello, conocía a su esposo, y aún así todas las tardes preparaba la cena pensando en que algún día iba a cambiar.  Pero no  fue así.

Una noche llegó tan ebrio que vómito en la entrada.  Inmediatamente llamó a su esposa para que llegara a limpiar el desastre y le prepara un bocado para comer.  Ella lo hizo, pero no sin reclamar, provocando su ira.

Sus gritos me despertaron, escuché los golpes, y el sonido de la vajilla rompiéndose.  Ya era tan habitual que aplasté mi rostro contra la almohada y esperé a que el infierno pasara.

—¡Estoy harto de ti, mujer! —exclamó, con la lengua tupida por el alcohol—. Eres una inútil, una mal agradecida.  ¡No sirves para nada! Ni siquiera puedes preparar un plato de comida para tu esposo.

Suspiré decepcionada, sabiendo que la cena había estado lista horas antes y si él hubiese llegado a tiempo habría comido junto a nosotras.  En su lugar, estuvo en alguna cantina de pueblo, mientras en casa nos desvelábamos pensando si estaba bien.

Cuando la escuché suplicar por su vida no pude seguir ignorando lo que sucedía.  Me levanté y caminé hasta la cocina, donde encontré a mi padre apuntando a mi magullada madre, con el rifle que solía usar para ir de caza.  En lugar de congelarme en mi sitio, un golpe de adrenalina me recorrió de pies a cabeza, y empleando toda mi fuerza le arrebaté el arma.  Creo que el hecho de haberlo tomado desprevenido y pasado de copas me ayudó a que la situación no se revirtiera en mi contra, sus malos reflejos y sus torpes movimientos no pudieron hacerle frente a mi rabia.

Luego, sin pensarlo, apunté su cabeza con el  cañón y disparé. 

Me tomó un latido de mi corazón darme cuenta que había fallado.  La bala pasó por su lado y se enterró en la pared, dejando un pequeño agujero que más tarde mi madre cubrió con una foto de las tres.

Mi padre seguía aturdido, me miró como si por primera vez se diese cuenta que mientras él era un jodido hijo de puta, una de sus hijas estaba en casa, soportando su absurda conducta.  Su expresión solo provocaba que mi ira aumentara.  No se podía ser más idiota, ni más inconsciente. Por eso, lo odiaba.

—Lizzie —murmuró sorprendido—. ¿Qué haces? —Entonces la arrogancia regresó a su rostro—. ¡¿Cómo se te ocurre apuntar a tu padre con un arma?! ¡Baja eso ahora!

Pero yo no desistí, mantuve el cañón en alto, pero ésta vez mi objetivo no era atacarlo, sino más bien amenazarlo.

—¡Lárgate! —grité—. ¡Vete! ¡No nos haces falta!

Mi padre respondió, pero mi cerebro fue incapaz de procesar sus palabras.  Me aferré al rifle como si fuese un vaso de agua en medio del desierto y continué exigiendo que se fuera.    Solo pude reaccionar  una vez que escuché el portazo que dio al salir. Guardé silencio y dejé que mi cuerpo cayera de rodillas al suelo, temblando, mientras las lágrimas caían por mis mejillas. 

Entonces, mi madre me tomó y llamó al padre de Henry para que viniera por nosotras.  Era primera vez que la veía tomar la iniciativa, pero no pude disfrutar el momento debido a mi propia confusión.

Nunca me había sentido tan frágil, y a la vez tan fuerte.

El señor Banzo tardó veinte minutos en aparecer, nos subió a su auto y nos llevó a su casa, donde permanecimos encerradas por más de un mes.  Él mismo puso la denuncia en la comisaría, por violencia intrafamiliar, sin embargo la falta de antecedentes retrasó el proceso y, a la mitad, mamá dejó de colaborar.

Mi padre había ido al departamento de Jane esa misma noche y le contó otra versión de los acontecimientos, una que lo beneficiaba a él, poniéndolo como una víctima. Mi hermana lo recibió, sin tener conciencia de la verdad. Así fue como todo acabó en nada. Nadie nunca supo del disparo, ni la amenaza, ni lo que sucedió realmente esa noche.
Mi mamá ocultando los maltratos que recibía y guardó las apariencias tanto como le fue posible. Por ello no fui capaz de irme de casa en cuanto terminé el colegio ese mismo año. No quería abandonarla.

Desde aquel día, comencé a escuchar disparos en mi cabeza todas las noches, que intenté apagar con alcohol.  Mi mala puntería  había salvado la vida de mi padre, y evitó que cometiera un error del cual me habría arrepentido toda la vida. 

Y ahora me encontraba atrapada en una mentira.

Cupido por una vez Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt