Fuego

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Los tenues rayos del sol acariciaban su brillante melena dorada, era primavera pero la mañana se presentaba fría, más gélida de lo acostumbrado para esa época del año, aunque parecía que solo ella podía notarlo. Como si un ser invisible la rociase con su aliento, estremeciéndola desde lo más hondo de su ser.

Cogió su bicicleta de camino a la facultad, estaba en el último año de su carrera. Literatura no parecía una buena opción de futuro mas para ella, que entre libros se perdía, entre sus páginas encontraba la familia que nunca tuvo y siempre deseó, era la mejor carrera del mundo.

Solo le quedaba la tesis y sería licenciada, especializada en autores sobre el infierno, los demonios atraían su atención de forma morbosa y mística. Intentaba comprender por qué esos seres antaño hombres habían acabado siendo esclavos de Satán.

Nunca creyó en la existencia de esos seres terroríficos, como no creía casi nada que no pudiese tocar, sentir, palpar, que no fuese real en su mundo.

Su mirada aguamarina perdida entre el tráfico, intentando esquivar a peatones despistados que invadían su carril, con prisa por llegar a perderse entre los muros de la facultad, lugar que consideraba su segunda morada ya que pasaba casi la totalidad de su tiempo entre sus muros.

Al llegar vio que ya la estaban esperando, tarde como de costumbre, entretenida en sus lecturas sin darse cuenta del paso del tiempo. Sonrió a modo de disculpa y se acercó a su mejor amiga, más que amiga una hermana, aquella con la que había compartido infancia, juventud y en ese instante compañeras de piso. Raven era la persona más cercana que tenía, era su familia pues los Reyes la habían acogido cuando se quedó sola en el mundo, se conocían y se querían como solo pueden quererse las hermanas, a pesar de que no compartían lazo de sangre alguno, ella le devolvió la sonrisa, bajo sus ojos las marcas de no haber dormido, seguramente trasnochando en algún tugurio, buscando ese amor romántico que solo aparecía en las tiernas novelas de antaño.

Se acercó a ella y le tendió una bolsa con un pequeño tentempié, pues conocía bien a Raven y estaba segura que no había comido.

-Eres un ángel Clarke Griffin, mi ángel de la guarda.

-Calla y come algo, que seguro lo estás deseando

-Llegas tarde ¿Dónde estabas?

-Perdida en el infierno de Dante

-¿Ya tienes lo que necesitas para la Tesis?

-No del todo, estoy estancada, a eso vengo. Necesito hablar con la señora Kane, a ver si me puede dar una guía y encaminarme en mi trabajo

-Aun no me puedo creer la suerte que tuviste al conseguir como tutora a Abby Kane, ella es una eminencia en tu campo.

-Lo sé, y no quiero decepcionarla, espero hacer la mejor tesis que haya leído

-Eso no lo pongo en duda, tú eres un cerebrito para estas cosas, yo solo sirvo para poner cafés y poco más.

-No seas tonta Raven, ¿Vas a comer en casa hoy?

-No lo sé, quizás sí ¿Vas a ver a Finn?

-Últimamente no nos vemos mucho, nos estamos distanciando, ya no es como antes. Creo que se está apagando la chispa, que realmente el amor romántico no debería salir de los libros.

-Eres joven, y bastante idiota en estos temas Clarke, si no es Finn será otro, yo no me rompería la cabeza por eso.

-Debo irme, no quiero llegar tarde a mi tutoría con la señora Kane, te veo luego.

Vio partir a Raven, en dirección a casa o eso creía. Se iría a dormir tras la noche de desvelo y sonrió con ternura. Tan distintas y a la vez inseparables.

Un alma oscuraWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu