EL GRAN DÍA DEL EMPERADOR

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Existió hace muchos pero muchos siglos atrás, un tirano emperador muy temido y respetado no solo en su propio reino sino en los reinos vecinos y aún en los reinos lejanos que quedaban mas allá de las llanuras y los mares. No había en los valles criatura que no le conociera y en las villas, campesino que no le temiera pues sabían que era ambicioso y malvado. Todos tenían miedo de él, pues además de ser muy rico y poderoso contaba con un ejercito numeroso de sanguinarios y leales guerreros.  

Por todos los reinos se contaban las grandes barbaries que cometía aquel ejercito, conquistando por orden del emperador pueblos,montes, reinos y cualquier lugar por donde pasaban

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Por todos los reinos se contaban las grandes barbaries que cometía aquel ejercito, conquistando por orden del emperador pueblos,montes, reinos y cualquier lugar por donde pasaban. A donde el emperador les mandaba derrocar y conquistar en batalla, ahí iban.

Un día, cuando ya había conquistado muchos reinos después de muchos años, despertó el emperador entusiasmado, pensando en todo lo que había logrado, sus riquezas, sus palacios, pero sobre todo su poder. Decidido a celebrar tantos años de conquistas, victorias y grandeza, mandó llamar a su asistente y pidió que extendiera por todos los reinos el llamado a celebrar su nombre, su grandeza y su poder, advirtiendo que toda aquella persona que no obedeciera y celebrara en aquel día su nombre, su grandeza y su poder, se le cortaría la cabeza junto a toda su familia.

Una vez corrida la noticia, todos los invitados aceptaban angustiosos ante aquella cordial pero tan amenazante invitación, pues todos temían por sus vidas.

Para aquel gran día el emperador mandó preparar los más ricos platillos, los mas suculentos postres y los mejores vinos. Se mandaron contratar juglares, bufones, malabaristas, magos, contorsionistas y los mejores músicos. Todos aceptaban afligidos amenizar la gran fiesta para celebrar la grandeza de tan aberrante emperador. De no aceptar sabían que terminarían o en el calabozo o peor aún, sin cabeza.

Unos ajustes aquí y unos ajustes allá y casi todo estaba listo para el gran día; el emperador estaba cada vez más emocionado y altivo

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Unos ajustes aquí y unos ajustes allá y casi todo estaba listo para el gran día; el emperador estaba cada vez más emocionado y altivo. Mandaba pedir las más costosas excentricidades con tal de poner en alto su nombre.

Cuando el gran día llegó, todos los habitantes de aquel reino se vistieron con sus mejores galas y aunque con temor en sus corazones, curiosos, se apresuraban para asistir puntualmente a tan estrafalario banquete. De pronto se dió aviso de la entrada del gran emperador, sonaron fuertemente las trompetas presentando al orgulloso y altivo homenajeado, todos estaban listos para hacerle reverencia cuando de pronto ¡PUUUUM! un grande estruendo se escuchó, ¡ZAAAZ! ¡PUUUM! grandes rayos y centellas comenzaron a caer. 

Y de repente una gotita cayó del cielo, y otra gotita, y otra gotia, y otra gotita, hasta que se dejó caer el chaparrón de agua. Todas las personas salieron corriendo de aquel lugar con sus costosos vestidos empapados a refugiarse en sus casas.

Aquel gran día, cayó una gran tormenta en aquel reino como nunca antes había caído. El festín, aquellos actos de contorsionismo, los vinos, las extravagancias, los días de planificación y sobre todo el orgullo de aquel emperador tan temido y respetado. Todo había quedado arruinado por los estragos de aquella tormenta.

Al ver tan grande humillación el Emperador estaba furioso e incontrolable, no podía soportar la vergüenza tan grande que había pasado delante de sus súbditos. Aquel Emperador tan poderoso y tan temible aún en los reinos lejanos que quedaban más allá de las llanuras y los océanos había quedado como un pelmazo delante de su propio reino.

Tal fue el enojo del Emperador que al no encontrar responsable de tan terrible fracaso, mandó llamar a todo su numeroso ejercito de valientes y sagaces soldados para que dispararan flechas hacia al cielo contra Dios. Para el enfurecido gobernante no había otro responsable mas que el dueño de los vientos y los océanos, Dios mismo.

 Para el enfurecido gobernante no había otro responsable mas que el dueño de los vientos y los océanos, Dios mismo

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Muy molesto, mandó tomar a cada uno de sus soldados un brazal, arco y flechas. Cuando dio la orden del disparo todos los solados de aquel ejercito tan numeroso obedeciendo soltaron sus bordones disparando una y otra y otra flecha hacia el cielo, mas cuando las flechas no pudieron subir más allá de lo inalcanzable, respondieron a la tan ya conocida ley de gravedad y sucumbieron velozmente matando a cada uno de aquellos valientes y atroces soldados dejando a aquel testarudo y soberbio Emperador sin ejercito, sin reino, sin poder y sin gloria.  

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⏰ पिछला अद्यतन: Oct 08, 2017 ⏰

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