Capítulo 28. Maraton 2/3

Comenzar desde el principio
                                    

–De acuerdo. –La mujer contoneó sus caderas, hasta llegar a Christian, para después abrazarlo y besarlo.

Los ojos de Anastasia se abrieron como platos. Y antes de que la pareja pudiera terminar de besarse, ella ya estaba en la puerta.

Maldición. ¿Cómo había pasado aquello? De un segundo a otro había pasado de ir allí a entregar un anillo de compromiso a sentirse engañada. Y... Empapada. ¿No podía comenzar a llover en otro momento? Le llovía sobre mojado, literalmente hablando. No sabía qué sentía. ¿Furia, quizá? ¿Dolor? ¿Por qué siempre que confiaba en un hombre, salía herida, engañada? Siguió caminando, sin dirección alguna. Cada vez que cerraba los ojos volvía a su mente aquella imagen. Christian siendo besado por la tal Leila. Y también los recuerdos de la fiesta, cuando ella se lo comía con la mirada y él no hacía nada. ¿Habrían sido amantes desde antes? ¿Desde cuándo, exactamente?

Comenzó a mirar a su alrededor, ¿dónde estaba? No lo sabía con certeza. Estaba totalmente empapada, el abrigo estaba pegado a su piel, al igual que su cabello. Estaba... ida. Tan ida que no se percató de cuando un auto se estacionó a su lado, la ventanilla de uno de los pasajeros comenzó a bajar, hasta dejar ver a Christian.

Anastasia. –Comenzó a decir él, mientras se bajaba del auto.

No. –Echó unos pasos hacia atrás. –Yo fui a tu casa a entregarte esto. –Buscó el anillo en el bolsillo de su abrigo. –Toma. –Dijo entregándoselo.

Anastasia. –En sus ojos había ¿dolor, quizá? ¿Culpa, tal vez? Después de mirar el anillo en sus manos, miró fijamente a Anastasia. –Deja que te explique las cosas.

Ella solo negó distraídamente con la cabeza, mientras la lluvia seguía mojándola y sus cabellos se colocaban encima de sus ojos. Ahora veía todo muy claro. Lo suyo jamás iba a funcionar. Jamás. Eran de mundos diferentes. Su familia jamás iba a aceptar que estuviesen juntos.

Creo... –Tomó aliento y alzó un poco el rostro para mirarlo a los ojos, dándose cuenta de que él estaba igual de empapado que ella. –Lo nuestro no va a funcionar jamás. –Comenzó a decir, haciendo énfasis en la última palabra.

Nena, no me digas eso. –Él le acarició el mentón.

Tú y yo somos de mundos distintos. Tú eres rico. Yo no puedo darte lo que necesitas. Mereces a una mujer que esté a tu altura.

– ¿Qué estás diciendo? –Preguntó, frunciendo el ceño.

Tú necesitas una mujer... –Oh, santo cielo, decir aquello era tan difícil. –Que esté a tu nivel, una mujer que se sienta cómoda en los ámbitos en los que tú te desenvuelves. Una mujer como Leila. –Susurró. Oh, claro que sí, Leila era justamente la mujer que encajaba con un hombre como Christian, ahora lo veía claro.

– ¿Qué? No.

–Ella es... La mujer perfecta para ti. Es bonita, voluminosa, se ve que es el tipo de mujer que aceptarían contigo. Yo no soy ella. –Susurró, con la mirada en el suelo.

–No quiero que seas ella. –Le alzó el mentón. –Quiero que seas tú, me enamoré de ti por eso. Tú eres la mujer perfecta para mí, te quiero así, Anastasia. Eres todo lo que yo anhelaba en una mujer y ni siquiera... Ni siquiera sabía que estaba buscando a alguien como tú. Simplemente eres mi otra mitad, ¿no te das cuenta? –Le dijo, mientras tomaba la mano de ella y la medía con la suya, dándose cuenta de la gran diferencia de tamaños, Anastasia se percató de lo pequeña que era ante él, de lo inofensiva que se volvía a su lado. Él apretó su mano, hundiendo sus dedos en el espacio que había entre los de ella, comenzando a hablar mientras clavaba sus ojos en la unión de sus extremidades. –Somos el uno para el otro. ¿No sientes lo que yo siento cuando estoy contigo? Cada momento que pasamos juntos es como oro puro para mí, Anastasia, cada momento que pasamos juntos lo atesoro en mi memoria. Y no quiero que queden solo como recuerdos, no quiero que el tiempo pase y solo me quede una imagen mental de ti. Quiero revivir día con día todo lo que hemos vivido. Si tú te vas... Si tú te vas, los recuerdos se encargaran de matarme lentamente, día con día, minuto a minuto. Quiero ver tu sonrisa todos los días, no simplemente recordarla, no verla solo en mi mente o en fotos. Quiero escuchar tu risa, no tener que hacer un esfuerzo por recordar cómo sonaba aquella hermosa melodía. Quiero escuchar tu voz todos los días. ¡Por primera vez en mi vida quiero tantas cosas! ¡Y las quiero contigo! Quiero seguir viviendo miles de cosas, miles de momentos con la mujer a la que amo. Después, cuando estemos mayores, quiero recordarlos, recordar todos los días especiales que pasé contigo, recordarlos y contarles esas historias a nuestros nietos. Contigo a mi lado, contigo sonriéndome. ¡No puedo creer que yo sea el único que sienta esto ahora! ¡No puedo creer que sea el único que quiera tantas cosas! –Estalló de repente, apretando más la mano de ella, dándose cuenta de que Anastasia tenía la mirada en el suelo, sin siquiera inmutarse al escuchar aquella declaración. Y estaba tan concentrado en su rostro inexpresivo, que no se dio cuenta de las lágrimas que corrían por las mejillas de ella y se confundían con la lluvia. Aquellas palabras la estaban matando por dentro. Simplemente no podía atarlo a ella, él merecía algo mejor, merecía una mujer que estuviese a su altura, una mujer que realmente fuese pura, que no estuviese manchada. Quizá aquello solo lo había dicho por decirlo, ¿cuántas veces Jack no le había dicho lo mismo? Sabía que los hombres mentían profesionalmente. –Por favor. –Susurró él, alzando el anillo, que había estado todo este tiempo en su otra mano.

Las Heridas Del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora