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La luz del sol entraba a raudales por las ventanas cuando abrí los ojos muy despacio. La cama a mi lado se encontraba vacía. Un solo lirio descansaba en la almohada de Harry con una nota apoyada en su tallo. Sonreí mientras me estiraba, disfrutando del delicioso dolor de mi cuerpo.

Así que de esto alardeaban todos. ¿Por qué había esperado veinte años para eso? Su olor todavía se aferraba a las sábanas, y esa era mi respuesta. Porque era a Harry al que esperaba.

Harry, quien me amaba.

La felicidad fluía por mis venas, y me extendí para tomar el lirio y lo llevé a mi nariz. No rosas ni margaritas; Harry no había hecho nada típico. Desplegué la nota.

Buenos días, mi preciosa December,

Ojalá pudiera estar aquí para despertarte de la misma manera en que te hice dormir, pero te veías demasiado tranquila para levantarte. Tuve que salir de la ciudad, pero te veré tan pronto como regrese mañana por la noche. Duerme todo lo que quieras, me encanta saber que estás en mi cama. Gracias por la mejor noche de mi vida.

Te amo, Harry.

Había sido también la mejor noche de mi vida. Me sentí libre por primera vez en años, libre y autónoma, porque las decisiones que tomé fueron mías, y eran buenas, y por las razones correctas.

Me moví hasta su almohada, colocando las suaves sábanas en mi cara, y respirándolo. No podía verlo hasta mañana por la noche. No era exactamente la mañana después del resplandor que esperaba, pero debe haber sido importante para que se fuera tan pronto. Encontré mi sostén, pantalones, camisa, y localicé mis bragas rosa colgando en la esquina de la cómoda como si hubiera ganado ¿Dónde está Wally? El recuerdo de él quitándomelas fue suficiente para que mi piel se pusiera en llamas de nuevo. 

Hice la cama y tiré la ropa que había dejado a ambos lados de la cama en el cesto al lado de su puerta. Luego fui a observar descaradamente los cuadros que había enmarcado en la pared frente a su cama. Uno era de su motocicleta, enmarcada como una pieza de arte. La mayoría eran de hockey empezando por una de cuando se veía apenas de la edad suficiente para caminar y con una mujer que asumí era su mamá, todo el recorrido a través de las fotos del equipo a partir de ese año. 

Había jugado toda su vida. No había dejado que un disparo lo limitara, aunque todavía no estaba listo para hablar de ello, era más fuerte que una bala. Incluso si había matado su sueño, aun así encontró la manera de vivirlo. Sonreí cuando vi la imagen del equipo de Gus, Harry de pie junto a ellos como un entrenador orgulloso. No se limitó a lamer sus heridas e ir con la mitad de su corazón, encontró una manera de volver, para educar la próxima generación si no podía protagonizar esta. 

Había una foto de él encaramado en un lado de una cama de hospital, con los brazos envueltos alrededor de una delicada y hermosa mujer con notables características que reflejaban algunas de las suyas. Tenía que ser su madre. El amor irradiaba de su rostro, casi tan exquisito como la piel desnuda de su cabeza que hacía juego con la de su madre. Me tragué el nudo en la garganta. Debe de haber afeitado su cabeza cuando ella perdió el cabello por el tratamiento. ¿Podría este chico ser malditamente más perfecto? Se había trasladado de escuelas para estar con su madre.

 Por eso entendía lo mucho que mi familia significa para mí, lo que estaba dispuesta a pasar por ellos; él sentía lo mismo por la suya. Mis ojos se dirigieron nuevamente a los años de la escuela secundaria, y me quedé sin aliento cuando la vi. Era la imagen que publicaron en el frente de la sección de deportes, la que yo había clavado en la pared de mi dormitorio. Saqué el marco de la pared y no pude contener mi sonrisa. Era de esa reunión de la escuela después de que habían ganado la estatal. 

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