La octava

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Amaba como la luz del sol entraba en la laguna, me gustaba mirar el efecto que producía. Entrar mis dedos en ella y que los efectos de las ondas se fueran expandiéndose.

Me até mi pelo en una coleta y poco a poco comencé a meter mi pierna derecha dentro del agua. Un escalofrío me recorrió toda la columna, estaba helada a morir.

—Ya me acostumbrare —suspiré. Estaba cabreada con el colegio y recién era mi primer día, que peste.
Pensaba en nadar algo en el lago para relajarme un poco, y era algo muy extraño, porque ya dentro hasta el cuello el agua se me hizo un poco más cálida. Nadé un poco más lejos de la orilla hasta el centro del lago, si es que es así, en donde se encontraba una balsa rectangular no tan grande de madera. Pero aquél no era mi objetivo, sino el otro extremo del lago.

Nadando pude apreciar el agua más pura y limpia que mi cuerpo a tocado en toda mi corta vida, de vez en cuando me daba vuelta para ver mi hogar y bien lejos que me encontraba ya. Al momento de darme la media vuelta veo a mi hermana salir de la casa por la ventana del primer piso con unas seis niñas. Seguramente las chicas de su clase con las cual se hizo amigas, bicho.

Antes de que me vieran seguí nadando, algo de la balsa me tapaba, de todas formas ya me encontraba tocando de puntillas la orilla del lago, lejos de mi casa y la balsa.
Me quedé flotando unos minutos mirando al cielo y con los ojos cerrados entré en el trance del limbo de la relajación y conciencia humana.

Luego de unos segundos que me parecieron horas salí de mi trance y flotando sentía el ruido del agua en mis oídos y el tambaleo de mi cuerpo en el agua. Siempre se me hacía difícil flotar, cada vez que lo intentaba terminaba sin respirar con agua hasta por los extremos de las fosas nasales y el cerebro. Y un día simplemente pasó en la casa de mi abuela, supe flotar.

De un segundo a otro escuché un sonido que al comienzo no percibí bien, pero luego de unos segundos pude afirmar de lo que trataba a la perfección, era un piano. Alguien estaba tocando un piano, y muy bien, a decir verdad.

Me imaginaba las manos de la mujer u hombre tocando, finos y largos. Moviéndose rápidamente como si la música le diera vida a aquella alma necesitada. La música me llenaba mi calma.
Me estabilicé y comencé a ver a mi al rededor, no había casas cercanas. Las siete casas del condominio se encontraban a una distancia aceptable. Pero yo miraba directo a un lugar lleno de vegetación y árboles de pino y no había casa. ¿De dónde vendrá el sonido del piano?

Decidí nada hasta tocar tierra y seguir el sonido. Cuando caminaba por el suelo me enterraba hojas, piedras, tierra y más, no era algo muy cómodo que digamos.
Pero en serio me entraba una curiosidad enorme, mi abuela me tocaba el piano cada vez que iba a visitarla. Le fallaba mucho la memoria, a veces no se acordaba de mí, pero cuando tocaba el piano...se volvía diferente, su alma se notaba joven y vivaz, me fascinaba verla así de feliz.

Llegando a unos arbustos, un camino de piedras me guío hasta una casa, igual a la mía y a las cercanas. Sólo que el dueño de esta casa la tenía mantenida a la perfección, como si ningún detalle se le escapara de las manos. Flores que adornaban el camino y unas velas apagadas, o luces, no lo tenía claro. ¿Son 8 casas entonces? Hasta el guardia del lugar me dijo que eran siete.

Decidí adentrarme al misterioso lugar, ¿Esto cuenta como acoso a propiedad privada? reí por instinto.

Al mirar por la ventana con la cortina abierta se detuvo el piano como reflejo, advirtiendo un "Oh, oh, te han visto, corre" aun así si el sonido proviene del segundo o tercer piso no creo que me hayan visto, a lo mejor se detuvo para un picadillo o el baño, quién sabe.

Cuando de pronto veo una cámara en la puerta, al lado dónde me sitúo. ¿Habrá sonado algo? Con algo de nervios me sobresalto al escuchar una voz masculina.

—¿Qué haces aquí? —un joven de unos veinticinco años de edad, lo cual lo tiro al azar, se encontraba detrás mío a lo cual salté pegando un gritillo.

Antes de lograr responder su pregunta, aclaró su garganta y avanzó hacia mí.
—¿Vives aquí? —apuntó con su dedo índice, mirando la casa con mucha determinación. Siendo sincera esa pregunta me había aliviado un poco, pues no iba a terminar siendo tachada como una intrusa.

—Sólo andaba nadando en el lago y escuché un piano tocar —recordé que andaba en ropas menores, pudor ven a mí— me llamó la atención—por alguna razón el muchacho frunció su ceño algo confuso.

—¿En esta casa? —negó con su cabeza moviéndola de izquierda a derecha—imposible, el dueño de esta casa se fue hace un mes, por temas del trabajo.

—¿Y tú cómo sabes eso? —le dije desconcertada, a lo mejor vive en una casa de este condominio.

—El señor Benitez me ha encargado el arreglo de su césped cada dos semanas, pero no conozco a ninguna persona cercana a él, pensaba que eras algún familiar —lo miré dudosa al mirar su atuendo de deportista, llevaba una ligera polera sin mangas y unos shorts que al menos a mí me quedarían por el suelo.

— ¿Un jardinero con teñida deportista? —lo miré algo interesada. Se me hacía muy cómico, aquí sí que hay gente agradable, me gusta este pueblo.

—Sí, lo sé, Algo extraño, ¿no? —se rascó la nuca y me miró algo avergonzado— Sinceramente, me aprovecho del carnet de entrada para el condominio —se quedó callado unos segundos— me gusta hacer deporte por aquí, es agradable, por donde vivo no suele ser así —suspiró, que agradable sujeto.

—No miento, eso si es extraño, pero respeto tus ganas por el deporte, a parte de lo inteligente del plan —le guiñé el ojo, en serio lo encontraba algo admirable— apenas sería capaz de trotar hasta la esquina.

—Pero haz nadado desde el otro extremo, te estaba viendo mientras tomaba un descanso —rápidamente recordé mi vestir y la sensación del viento topando con mi piel al mismo tiempo que balanceaba las hojas y ramas de le vegetación presente.

—Oh dios, tengo que volver, se está oscureciendo, me congelo —suspiré no grata del clima que se estaba produciendo en aquel momento, ¿lloverá por la noche? Que extraño es el clima. ¿por qué me desvío tanto de mi entorno? Mierda— Por cierto, dijiste que te gustaban los deportes, ¿qué practicas? —vamos, era el único ser viviente con el que he hablado desde que salí de la escuela, no contando el perro de la vecina, claro. Era una oportunidad de hacer amigos.

—Me gusta mucho el boxeo, aquí en el pueblo existe una sede, se llama "Just Fitness", por si algún día te interesa ir —decía vacilando su cabeza de adelante hacia atrás.

—Sí, seguro, algún día pasaré por ahí —luego de contarnos un poco más de cosas me tuve que ir porque...bueno, conozco a mi madre, me iba a dar por muerta de ahogo, no me hubiera sorprendido si es que los bomberos llegaban a buscarme.

Caminé rápidamente hasta el otro extremo del lago, y ya dentro de mi dulce hogar recordé que no había solucionado el caso del piano fantasma, pues se toca sólo, ¿se pilla subconsciente? ¿mala broma? Pues, ya, a callarse que mañana será otro día. 

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⏰ Última actualización: Oct 14, 2017 ⏰

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