La subasta comenzó, Anastasia tomó asiento y por desgracia, Elliot se sentó a su lado.

Se suponía que con máscaras aquello iba a ser más desinteresado, solo una persona iba a saber quién había comprado el producto y ayudado a la fundación. Anastasia no compró absolutamente nada. Aquellos objetos tan... Exquisitos no cuadrarían jamás en su apartamento, además de que nunca podría tener aquella cantidad de dinero en su cuenta bancaria.

Comenzaron a subastar un collar con un diamante que Anastasia estaba segura que valía más que hasta la propia casa, ella se distrajo, pensando en distintas cosas; por qué carrizos Christian estaba sentado al lado de esa rubia despampanante, por qué la rubia prácticamente se lo comía con la mirada y Christian seguía sin hacer nada, por ejemplo. Lo bueno del caso era que, afortunadamente Elliot había dejado de ser tan pesado.

La subasta terminó y Anastasia le dio gracias a Dios. El organizador pidió unos minutos para quitar las sillas, para así comenzar con el baile.

Ella lo único que quería era irse. Y así lo iba a hacer, dejó la copa en la mesa y estaba a punto de emprender la marcha cuando sintió que algo frío se posaba en su pecho, bajó la vista y se dio cuenta de que le habían colocado el collar del diamante, el que valía más que la casa. Estaba segura de que había sido Christian y se giró para verlo, para darle las gracias, pero se encontró con otro rostro.

Elliot. –Susurró desconcertada.

Había comprado ese collar única y exclusivamente para llevársela a la cama, sabía que con unas cuantas palabras y unos lindos y caros regalitos, cualquier mujer caía a sus pies.

Espero que te guste, guapa.

– ¿Qué? No, yo no puedo aceptar esto. –Comenzó a quitarse el collar. Oh, vaya, la táctica de ser correcta, sí, sabía que a veces las mujeres jugaban a eso. Al final terminaban aceptando el regalo.

Es un regalo, acéptalo.

–No. –Le dio el collar.

–Vamos guapa, no quieras hacerte la correcta. –Elliot la pegó a su cuerpo y en un instante posó sus asquerosos labios sobre los suyos. Anastasia se revolvió, inquieta, logrando darle una patada en sus partes bajas.

No trato de hacerme la correcta, soy correcta. –Le dijo antes de irse, dejándolo tirado en el suelo, atrayendo la mirada de algunas personas que estaban a su alrededor.

Recogió un poco su vestido para evitar pisarlo, pasó corriendo por todo el jardín, se llevó la máscara consigo, y cuando estaba a punto de salir, sintió que una mano se posaba sobre su boca, mientras la agarraban de la cintura y la llevaban a la oscuridad.

Su primera reacción fue de pánico, pero luego reconoció esa mano, ese olor.

– ¿Qué te pasa, Christian? Suéltame. –Trató de hablar, pero seguía con esa enorme mano en su boca.

Shhh. –Christian siguió arrastrándola, llevándola al interior de la mansión. Abrió la puerta de una habitación, entraron y después cerró con seguro.

– ¿Qué te pasa, animal?– Él la soltó. –Me diste un susto de muerte.

Lo siento. ¿Estás bien?–Le quitó la máscara.

Sí, sí. –Le contestó, molesta. – ¿Qué hacemos aquí?

–Quería... No lo sé, estar contigo, desde que te vi entrar por esa puerta he querido...–Se acercó lentamente, posando ambas manos en sus mejillas, recostando su frente sobre la de ella. –...hacer esto. –Posó sus labios sobre los suyos, al principio Anastasia se resistió, estaba molesta con él por distintos motivos, pero Christian siguió intentando profundizar el beso, comenzó a bajar sus manos hasta su cintura, pegándola a su cuerpo y simplemente no pudo resistirse más, colocó sus manos alrededor de su cuello, respondiendo a su beso, abriendo la boca, dando paso a su lengua.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now