Capítulo 6 - Solos

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Levi colocó sus brazos detrás de su nuca y se echó hacia atrás, ignorando a Mikasa, quien continuaba sentada a su lado.

—¿Sólo dormirás?—preguntó aburrida.

—Así es, piérdete—finalizó, cerrando sus ojos.

Mikasa empujó con suavidad sus pies, pero no se molestó. Ambos disfrutaban del silencio y la soledad, nunca podrían oír simplemente el cantar de los pájaros dentro de los muros, tampoco observarse dormir, no rodeados de soldados.

Comenzó a sentir sueño, debido a la serenidad del paisaje, sus párpados pesaban, mientras reposaba su cabeza sobre sus rodillas fleccionadas y abrazadas.

—Quedarnos aquí por siempre sería más que suficiente para mí—dijo Levi con voz ronca, despertando a la somnolienta Mikasa.

—Entonces no volvamos—respondió sin voltearse.

El silencio volvió a reinar. Mikasa sabía que Levi la observaba, sin embargo, continuó con su vista al frente.

—Ojalá pudiésemos.

—¿Qué te lo impide?—preguntó Mikasa, queriendo escucharlo.

—En realidad, ¿a quien carajo le importa si lo de Eren e Historia no funciona? Realmente ya no tengo motivos para regresar, podría quedarme aquí contigo—decía Levi, mirando al cielo interceptado por los árboles que los rodeaban—. Quizás me apena decirlo, pero una estúpida chica hizo que olvidara incluso al resto de la humanidad.

Su risa esta vez fue sonora, incluso contagió su risa a Levi. No estaba nerviosa, tampoco él, a pesar de que podrían hacer lo que quisieran como y cuanto quisieran.

—Entonces no será necesario venir a este lugar siempre que quieras sentirme cerca tuyo.

Las hojas debajo de la tela crujieron, advirtiendo a Mikasa que su compañero se había levantado. Sintió su mirada fija en ella de nuevo, aunque un poco más cerca, sentado detrás suyo.

Así como él lograba percibir sus pequeñas risitas, Mikasa escuchó el corto balbuceo de Levi, queriendo responderle; sin embargo, guardó silencio y se puso de pie.

Mikasa lo siguió con la mirada, curiosa por ver qué buscaba en los compartimientos colgados al caballo.

—¿Se te perdió algo?—se quejó Levi, sugiriendo a la muchacha que se volteara sin molestarlo.

Las actitudes de gruñón que el resto no soportaba, a la chica comenzaban a divertirla, pues ni siquiera ella alcanzaba esos extremos.

De regreso a su lado, lo suficientemente cerca de su rostro para evitar miradas demasiado profundas, Levi extendió un pequeño grupo de rapónchigos.

No supo cómo reaccionar. Le sorprendía en exceso que su Capitán recordase las flores que su padre solía regalarle, aunque no tanto como su comportamiento empalagoso. Levi también lo notó, pues no permitió que ella buscara las palabras exactas para burlarse de él, entonces la besó. Fue un beso corto y suave.

—Sólo lo hiciste más cursi—dijo Mikasa cuando se separaron, haciéndolo reír; era increíble el cambio de humor que ambos proyectaban estando juntos.

—Si te hice reír valió la pena—dijo delicadamente, y tomando su rostro entre sus manos, volvió a unir sus labios en suaves caricias.

Las palabras ya no fueron necesarias, pues las miradas y las sonrisas, mientras besaban las zonas de su cuerpo que comenzaban a ser descubiertas, aumentaban sus ansias por poseerse, sin límites ni restricciones.

El cuerpo de la muchacha fue apresado debajo del masculino y envuelto entre sus brazos. Por debajo de sus prendas, sus manos se paseaban por su cintura y espalda, a través de su camisa abierta. Mientras sus labios se deleitaban con la delicada y tersa piel de su cuello y clavícula, descubrían lentamente sus pechos, oyendo solamente los suspiros de la mujer que ansiaba ser suya de inmediato.

No les importaba saber qué tanta experiencia tenía cada uno, pues las caricias contrarias eran igual de torpes, desesperadas y cálidas. Al igual que sus besos, ahogando suspiros y jadeos, cuando sus manos rodeaban sus caderas y muslos; ya no había pudor ni distancia, sólo deseo y placer.

El cuerpo de Mikasa se encontraba completamente descubierto, así como la parte superior de Levi. Sus piernas y caderas expuestas hasta las rodillas, se acercaban y frotaban con furia sobre el centro de las piernas desnudas de la chica. Mientras sus manos recorrían el resto de su cuerpo, dejó su boca inquieta entre los pechos de su amante, volviendo  frenéticos los jadeos de la muchacha, la cual rodeaba la cadera de Levi fuertemente con sus piernas, impaciente.

—Bien...—Fue la única palabra que pronunció Levi, casi en un gemido, cuando comenzaron a unir sus cuerpos.

Era una sensación nueva, mas no una dolorosa, según Mikasa; pues al fin podía sentirlo en ella. Sus manos no encontraban donde refugiarse, queriendo rasguñar la piel de su vientre, sostuvo con fuerza la tela que los cubría del suelo, extendiendo sus brazos hacia arriba.

Tampoco debieron contenerse, nadie los oía y podían incluso gritar qué tanto se disfrutaban.

Sus exasperadas caricias nunca dejaron de ser suaves, tampoco los besos que dejaron a lo largo del cuerpo contrario. Que el atardecer estuviese cayendo no les importaba, ¿qué cuidado tenía que todos supieran lo que estuvieron haciendo? Ya que podían dar por hecho, que todos lo sabrían cuando llegaran.

—Quizás no fue lo que esperabas, ni siquiera es de noche aún—susurró Levi, descansando sobre su cuerpo desnudo, acariciando el cuello de Mikasa con la punta de su nariz y aliento—. Pero ten por seguro que se repetirá, Mikasa.

—¿Por qué hablas cuando debes mantenerte callado y no lo haces cuando es necesario?—dijo sonriente sobre los labios de Levi, los cuales correspondían a su sonrisa.

—¿Crees que sea demasiado imprudente que nos crean desaparecidos por esta noche?—continuó Levi, echándose a su lado, con su ante brazo sosteniendo su cuerpo.

Adoraba esa particular actitud en Levi hacia ella, mostrándose excesivamente amable ante su mayor miedo. Sin embargo, él nunca confesaría su temor a la pérdida superado, le avergonzaba verse a sí mismo ansioso por la vida, sin importar lo que ella les deparase.

—Te tengo a ti, entonces no me importa.

—En ese caso ¿por qué tiene que ser sólo una noche?... Estamos juntos ahora.

La única interrupción que sus besos encontraron fueron sus propias sonrisas.

Quizás regresarían de inmediato, apenados. Tal vez volverían años más tarde a las profundidades de los muros, hasta con niños, porque no esperaban, ni permitirían una separación o distanciamiento; no se darían el lujo de la incertidumbre. No tenían idea de qué harían o de que sucedería, sin embargo, podían reconfortarse entre sí, estando seguros de que todo lo que sentían y habían consumado, era lo más sincero y virtuoso que llevaron a cabo durante toda su vida, y que ni siquiera una pizca de aquello tenía parte con un acuerdo impuesto por descendencia, de ninguna manera.

Linaje Ackerman [RivaMika]Where stories live. Discover now