Decimosexto capítulo

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Bienvenida, alteza

Después del discurso de Bohu muchos personajes importantes fueron presentados ante ella, entre ellos el segundo y la tercera líder del Consejo

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Después del discurso de Bohu muchos personajes importantes fueron presentados ante ella, entre ellos el segundo y la tercera líder del Consejo. El primero, faltándole poco para convertirse en un esqueleto viviente de tamaño mediano y voz rasposa, se dirigió hacia ellos con mucha educación, dando la impresión de que era el único de ellos que lograba que Atlas bajara sólo un poco la guardia.

La segunda en cambio era todo lo contrario, siempre nadaba dos sagés por encima de todos para verlos con altanería, en medio de capas de tela pesada que apestaban a flores dulces. Su nombre era Sadume Ralanter y no se cuidó en disimular su desagrado por Bohunissa, la señorita Moluz le contó más tarde que ella había intentado en vano hacer que Atlas se fijara en su hija. Sin embargo, no había sido la única con la misma idea y fracasado en ello.

Un reportero reservó una entrevista corta para la nueva pareja real, la cual tendría lugar en un salón privado. Ya estaba enterada de aquello, pero eso no quitaba el hecho de seguir nerviosa por lo que se desarrollaría a continuación, jamás en su vida se le hubiera ocurrido que una isleña ordinaria como ella estaría bajo el mar, casada con un rey y a punto de ser interrogada.

Tragó agua con cuidado, esta se internó en su organismo siguiendo el trayecto que la llevaría hasta las branquias para ser expulsada, luego de haber sido separada de las partículas de oxígeno que se acumularían en sus pulmones.

El entrevistador, con unas pocas canas escondidas entre sus verdes cabellos, hizo todo lo posible por mantener un ambiente cómodo, de manera que ella dejó de retorcer los dedos bajo el velo viros después de empezar. Lo gracioso del asunto fue escuchar a Atlas decir parcialmente la verdad acerca de su primer encuentro, mencionando sólo las partes menos feas, por supuesto. Ella desconocía, hasta ese momento, que él la había estado observando en secreto durante días antes de transformarla, pues pensaba que el impulso le había entrado una tarde y hechizó a la primera que se le atravesó. Empero, bien podría ser una mentira para decorar las cosas, se dijo. A él se le daban bien esas cosas.

El reino en lo profundoWhere stories live. Discover now