ㅡ Pero también debe tomarse su tiempo en descansar y vivir relajada. Además, soy yo, en mi puede confiar y lo sabe.

ㅡ Es cierto, eres tú... Está bien, me has convencido, me iré.

El chico de cabellos castaños sonrió de manera amplia, contento de haber logrado lo que buscaba, y trató de darle un cálido abrazo a la anciana, como pudo, pues con un brazo pegado al pecho, escayolado, era más que complicado. Hasta que no la vio torcer la esquina del pasillo, no se movió de donde estaba, girándose para colocarse frente a la puerta de la habitación en cuestión. Tomó aire, mirando la placa que estaba justo sobre esta, más concretamente, el nombre que aparecía escrito en ella: Kim Rowoon.

Inseong avanzó hacia le interior de aquella amplia habitación de hotel, con cierta inseguridad y nerviosismo. Habían pasado un par de días desde el incidente, y desde entonces no había visto al mayor. Los médicos siempre aconsejaban que no entrasen en la habitación, para dejarlo descansar; había perdido mucha sangre, aunque por suerte estable, la bala había ido a parar a una zona poco peligrosa, pero por escasos centímetros se había salvado de la muerte. El muchacho tragó saliva de nuevo, al pensar en aquello. Se forzó a sí mismo a pensar en cosas positivas, y a no llorar, sobre todo a no llorar, para mostrar así su mejor sonrisa cuando se encontrase frente a frente con el menor.

La habitación tenía forma de L, por lo que hasta que no atravesó la zona de la entrada, no fue capaz de visualizar la estancia completa y, con ello, descubrir al chico, de pie junto a la ventana, observando distraído el paisaje de la ciudad. Vestía el común pijama de hospital, el que le entregaban a todos los enfermos, y aún con esas ropas, lo encontraba atractivo. Inseong se sorprendió a sí mismo sonriendo por esos pensamientos, pero enseguida sacudió la cabeza, carraspeando para llamar la atención del contrario.

En el momento en que Rowoon se giró, el mayor de los dos sintió cómo se le aceleraba el pulso, y fue aún más intenso cuando el contrario le sonrió. De pronto le entraron unas ganas irrefrenables de echarse a llorar allí mismo. ¿Cómo era posible que, después de todo lo que había pasado, aún fuera capaz de sonreír de esa manera habitual en él? Tenía la chaqueta del pijama desabotonada, por lo que la totalidad de su torso quedaba al descubierto, totalmente desnudo, salvo por aquel costado que estaba envuelto en gasas. Inseong se mordió el labio inferior. Esa idea era culpa suya, culpa de su incompetencia; se le formó un nudo en la garganta. Pronto, sin que pudiese hacer nada por evitarlo, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, silenciosas. Rowoon se alarmó, acercándose al mayor con una mueca de preocupación en su rostro. Colocó ambas manos en las mejillas de Inseong, haciéndolo elevar el rostro.

ㅡ Eh, Jefe... ¿Qué ocurre, por qué lloras? ㅡpreguntó aún más preocupado cuando lo escuchó gimotear, entre leves sacudidas.

ㅡ L-lo siento... Estás así por mi culpa...

Rowoon bajó la mirada, asombrado, aunque enseguida apareció de nuevo en su rostro su tranquila y cariñosa sonrisa, esa que siempre le mostraba cada mañana, cuando llegaba refunfuñando a trabajar, y que conseguía animarlo aunque no fuera consciente. Quiso abrazarlo con fuerza, pero esa misma fuerza que necesitaba para hacerlo era la que más le escaseaba en esos momentos. Además, el mayor tampoco estaba mucho mejor, no quería entorpecer su curación por un arrebato de cariño. En su rostro aún quedaban rastros de magulladuras. Rowoon frunció el ceño al recordar lo que ocurrió aquel día, y cómo había sido tan descuidado de dejar al mayor solo. Trató de olvidarlo por un momento, centrándose en calmar sus lágrimas.

ㅡ ¿Y por qué es culpa tuya? Que yo sepa, quien apretó el gatillo no fuiste tú. Es más, si me paro a pensarlo... ㅡguardó silencio, fingiendo que se paraba realmente a pensar sobre elloㅡ. ¿No fui yo? Quizás debería pedirme yo disculpas a mí mismo por hacerme daño.

[RoSeong] FREEZE! 그대로 멈춰라!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora