Prólogo

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Era una noche de primavera bastante oscura en un pequeño barrio residencial, a las afueras de una pequeña ciudad.

Había estado todo el día lloviendo, por lo que el cielo estaba totalmente nublado. No se veía ninguna estrella y la luna no alumbraba nada la ciudad.

Una chica joven volvía a casa sola tras haber pasado toda la tarde junto a su mejor amiga y haberla acompañado hasta su casa como de costumbre. Vivían en un barrio muy tranquilo en el que nunca había ocurrido nada malo ni extraño, así que caminaba tranquilamente por la calle a pesar de que esta estuviese totalmente vacía. Su casa se encontraba en uno de los últimos bloques de pisos de su barrio, pero antes debía pasar por unas cuantas calles algo oscuras para llegar hasta allí, aunque realmente no le suponía ningún problema, nunca le había dado miedo caminar por allí de noche, pero ese día... era diferente, algo pasaba. Notaba algo extraño, una sensación que le recorría todo el cuerpo de arriba abajo y le hacía estar alerta.

Cuando apenas le quedaban dos calles para llegar a su casa, esa sensación se acrecentó repentinamente, y una extraña voz interior comenzó a advertirle y a gritarle ¡CORRE!, pero la joven se calmó. Creía que solo era su subconsciente el que le hacía creer que estaba en peligro porque estaba algo más susceptible, así que respiró hondo, contó hasta diez despacio y continuo el camino deseando llegar a casa lo antes posible para desprenderse de esa sensación, solo que a pesar de querer calmarse... se sentía observada. No sabía cómo explicarlo, pero era como si en cada esquina oscura hubiese miles de ojos mirándole fijamente, solo a ella y sin apartar la vista un segundo. Estaba algo intranquila, pero no llegaba a sentir del todo miedo, ya que se estaba auto convenciendo de que no serían más que imaginaciones suyas y que en verdad no habría nadie, pero aun así, no le había gustado nada el escalofrío que acababa de recorrer toda su espalda, por lo que aceleró un poco el paso.

Mientras avanzaba pensaba que estaba deseando llegar a casa para poder cargar su móvil que se le había quedado sin batería y hablar con su mejor amiga que estaría esperando su mensaje. Acababan de verse hacía escasos 10 minutos, pero ya la echaba de menos y quería hablar con ella, aunque no tuviesen en sí nada de qué hablar puesto que ya se lo habían contado todo, pero, aun así, hablaban prácticamente las 24 horas del día.

Para distraerse en el trozo que aún le quedaba para llegar, comenzó a pensar en los buenos momentos que había pasado esa tarde con su mejor amiga. Recordó todo lo que se habían reído juntas, el rato que habían pasado paseando tranquilamente por un bosque cercano a sus casas al que les encantaba, ir ya que allí se sentían cómodas, tranquilas, y dónde solo se tenían la una a la otra en ese momento y nada más existía ni importaba durante aquellos instantes. Mientras pensaba en todo eso, una fugaz sonrisa iluminó su rostro. No sabía cómo podía haber llegado a querer tanto a esa loca a la que llamaba mejor amiga y que había aparecido en su vida de un día para otro y se la había mejorado en muchos sentidos. No podía imaginarse ya su vida sin ella a su lado, porque si la perdiese, perdería una gran parte de sí misma con ella...

Estaba tan absorta en sus pensamientos y tan distraída con los recuerdos, que no se dio cuenta que de una de las esquinas por las que acababa de pasar, salía alguien completamente vestido de negro y encapuchado que había comenzado a caminar detrás de ella.

Seguía sumida en sus pensamientos hasta que, al doblar la esquina de una calle, el hombre que había estado siguiéndola, salió en su contra, la empujó y la tiró al suelo. La joven reaccionó en seguida e intentó levantarse corriendo, pero el encapuchado que estaba a su lado le volvió a agarrar sujetándole los brazos por detrás. Ella comenzó a forcejear y consiguió darse la vuelta, pero no lograba ver la cara de quien le estaba sujetando. Entre la oscuridad y la capucha, lo único que consiguió ver en aquel extraño fueron unos intensos ojos verdes, aunque por un segundo juraría que ese verde había estallado en llamas y se habían vuelto de un color naranja brillante.

El encapuchado volvió a lanzarla contra el suelo, esta vez de espaldas a él, con lo que la dejo aturdida y sin respiración. Aquel extraño se arrodilló a su lado y la chica al ver que ese hombre se le echaba encima, comenzó a patalear, arañarle e intentar escapar de él como fuese con todas las fuerzas que le quedaban, pero por mucho que peleó y se defendió, no lograba mover a ese hombre extraño ni un centímetro. Por mucha fuerza que hiciese, todas estas fueron en vano. A aquel encapuchado no le costaba ningún trabajo pararla ni sujetarla, y por muchos golpes que le diese, él ni se inmutaba, era como si ni los sintiese.

La joven comenzaba a estar exhausta, tenía calambres en los brazos y hacía rato que había dejado de sentir las piernas a causa del peso del extraño que tenía encima.

De repente el encapuchado se tumbó aún más sobre ella. No sabía que estaba pasando, ya no sabía que más hacer y apenas podía moverse. A los pocos segundos comenzó a sentir un dolor muy agudo en el cuello, seguido de una sensación húmeda y caliente que comenzaba a bajarle hacia la nuca. Pero, ¿qué era aquello? Ella sabía lo que era. Sangre, estaba sangrando. Ese hombre le había hecho un corte en el cuello y estaba sangrando mucho.

Intentó volver a golpear con todas sus fuerzas al encapuchado, pero igual que todas las veces anteriores, esa reacción no tuvo resultado alguno. Pensó que tal vez gritando más alto alguien conseguiría oírla, pero cuando intentó hacerlo, no le salía la voz.

Empezaba a sentirse realmente cansada. No sabía qué era lo que estaba sucediendo, pero sus músculos ya no respondían a sus órdenes. Apenas sentía ya el dolor del cuello ni el peso de aquel extraño sobre ella. Los ojos cada vez le pesaban más y ya no conseguía mantenerlos abiertos. Intento aguantar y mantenerlos abiertos, pero ya no podía, se le estaban cerrando y notaba como se desvanecía y como poco a poco se sumía en la oscuridad, una oscuridad densa y fría que le iba atrapando más y más cada vez...

Y de repente... despertó. Eran las cuatro de la mañana y estaba tumbada en su cama, empapada por el sudor y con toda la cama revuelta.

¿Qué acababa de pasar? ¿ Había sido tan solo un sueño? Le había parecido tan real...

Se levantó de la cama aún confusa por todo lo que acababa de sucederle o creía que le había sucedido. Encendió la luz del baño y se miró al espejo. Estaba realmente horrible la verdad. Tenía todo el pelo enmarañado y pegado a la cara por el sudor, y unas grandes ojeras bajo sus ojos. Se lavó un poco la cara intentando quitarse de encima esa sensación que tenía, pero al mirarse de nuevo al espejo... ¿Qué demonios?

Justo en el mismo sitio del cuello en el que el encapuchado de su sueño le había cortado, tenía un arañazo. No era tan profundo como para ser el mismo corte y aunque ella estaba segura de que no se había hecho ninguna herida recientemente, ese arañazo ya estaba prácticamente curado del todo y cicatrizando.

Se lo tocó y no sintió dolor alguno, pero al hacerlo un escalofrío le recorrió el cuerpo y un flashback de su sueño le vino intensamente a la mente, como si volviera a vivirlo. Sabía que no era posible que ese arañazo fuese culpa de su sueño pero... ¿Cómo es que eso estaba justo ahí? Demasiada coincidencia, aunque de no ser así, ¿cómo era eso posible?

Fracta FlammisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora