Capítulo 13: Los Recuerdos son Felicidad

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—No creo que sea bue...na idea —solté con algo de temblor entre cada palabra.

—No te preocupes —aseguró mientras me levantaba con cuidado —, he visto muchos videos en You-tube acerca de como transferir a un discapacitado de la cama a la silla de ruedas. No te voy a lastimar.

En efecto no me lastimó. Puedo con seguridad decir que incluso me había levantado con  mayor facilidad que Dianna, aunqué su cuerpo se tambaleó un poco cuando había terminado.

No obstante, mi comentario no se refería a qué me asustara que ella me cargara, dentro de mí sabía que Julie era fuerte, iba mas bien dirigido a salir de la casa en medio de la noche, solos y con algo de alcohol encima. Julie, por el contrario, lucía bastante relajada. A pesar de estar ebria, también parecía mejor que cuando se había ido.

—Julie —llamé mientras veía como intentaba poner el ventilador en la silla de ruedas —, no cr...eo que de...bamos salir aho...ra.

—¿Por qué? —preguntó sin dejar de mirarme con enfado en sus ojos.

—Es tar...de, y pue...do enfer...mar.

—Llevaremos un manta.

Seguí mirándola sin saber qué hacer. Ella no estaba sobria, eso era un hecho, así que no encontraba la manera de hablarle sin ofenderla, pues al parecer se había vuelto bastante sensible a los comentarios.

Esa era una faceta que nunca había visto de ella —aparte de la vez en que le tiró la comida al muchacho en el restaurante Italiano—, su actitud esa madrugada, tan brusca y poco responsable era algo que no mostraba al estar conmigo.

Tomó las cosas que consideró necesarias y las puso en la silla sin mucho cuidado. Luego agarró una manta de la cama y me cubrió con ella. Se tropezaba con sus propios pasos, además de haber perdido la gracia al caminar. Lucía aturdida aunque no de una manera linda, con los ojos faltos de enfoque y los brazos débiles.

Después de mirar alrededor con las manos rascando su cabeza empujó la silla sin antes preguntarme si me sentía cómodo. No estaba precisamente asustado a pesar de que mis cejas se arquearon hacia abajo en señal de pánico, solo no sabía que hacer. Julie se había vuelto tan mala conductora de silla de ruedas bajo la influencia del alcohol, o lo que fuera que hubiera consumido, que me preguntaba si era buena idea que tomará el mando de un coche.

Cuando abría la puerta, con los dedos temblando supe que debía decir algo que la hiciera detenerse si no quería morir.

—Estás ebria —solté con seguridad.

Ella se volvió hacia mí no sin antes esbozar una sonrisa —: Si estuviera ebria no hubiera podido conducir el coche de Marco hasta aquí sin problemas, Dani. Solo tomé un poco. No puedes notarlo porque está demasiado oscuro —al fin abrió la puerta y empujó la silla —. No dejaré que nada te suceda, tampoco estoy demente. Así que deja de actuar como si fueras un niño, volveremos antes de que amanezca y nadie va a darse cuenta de esto.

Subimos a la camioneta y ella manejó por cerca de una hora con la música a muy alto volumen. Nunca había estado con Julie manejando un coche, pero sabía que no era la manera correcta de conducir. Se pasó unos cuantos semáforos antes de salir de la ciudad, aparte de que al dar vueltas la camioneta se salía de control un poco, sin embargo, no sucedió nada que no fuera capaz de solucionar.

Los edificios fueron desapareciendo junto con las luces de carretera, y en su lugar el paisaje se saturaba con plantas silvestres sobre un manto nocturno. No voy a mentir y decir que me sentía seguro, pues las palabras de Julie no me calmaron. Contrario a lo que ella pensaba, no me preocupaba que alguien se diera cuenta de que nos habíamos escapado, depués de todo no pasaría de un regaño, me preocupaba que sucediera un accidente. De estar en sus cinco sentidos, era probable que hubiera entrado a mi casa de todas formas, pero no estaría manejando fuera de la ciudad con un chico discapacitado en el asiento trasero a las tres de la madrugada.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora