Your weakness

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-Un momento...- Les detuvo la alcaldesa.

-¿Qué ocurre?- Preguntó Mary Margaret.

Regina pasó su mano por el aire, advirtiendo algo extraño, ajeno...

-Está dentro, ¿verdad?- La sheriff dio un paso al frente.

-Eso parece...- Miró a su amiga con preocupación. -Ha caído en la trampa.-

Emma asintió, y miró al frente. -¿Juntas?- La morena asintió, y ambas se dirigieron a las escaleras.

Regina estaba muerta de miedo, pero estaba acostumbrada a ocultar sus sentimientos, a enterrarlos en lo más profundo donde a veces ni ella misma podía encontrarlos. Llamaban menos la atención, pero Emma siempre los advertía. Nunca estaban lo bastante profundo ni lo bastante reprimidos para que la sheriff no los reconociera.

-¿Está abajo?- Preguntó Blanca en un susurro. Los ruidos metálicos hicieron el resto, y no hizo falta responderle.

Bajaron las escaleras de uno en uno. Regina fue delante, con su brazo hacía atrás, tratando instintivamente de protegerlos. Emma la seguía de cerca, decidida a luchar por su amiga si era necesario.

La Reina suspiró, encerrada tras los barrotes impregnados de polvo de hadas.

-¿Usas magia de hadas contra mí?- Pareció triste y decepcionada. -¿Como hicisteis con el Ser Oscuro?-

-Tienes lo que te mereces.- Avanzó la alcaldesa.

-Mírate, rodeada de gente a la que haces llamar "familia"...cuando en el fondo sabes que siempre estarás sola.-

-No es cierto.- Emma dio un paso al frente. -No está sola. Tú sí.-

La Reina rió apenada ante ese comentario. -Yo soy ella...soy todo lo que jamás habrá ahí...-

-No la escuches...-

Regina se acercó a los barrotes y miró a su yo malvado.

-Tienes miedo porque lo sabes.- Aseguró, cada vez más asustada. Emma podía distinguir ese miedo en sus ojos, en su voz... -Sabes que nada de lo que hagas podrá cambiar lo que soy, lo que eres...-

-Yo no soy tú. Tú no tienes ni idea de lo que soy.- Pronunció la morena. -Sino sabrías que es mejor tenerme miedo.-

De pronto, su brazo estaba metido en el pecho de la mujer, y arrancó su corazón de cuajo. Palpitaba oscuridad en su mano.

-Hazlo. Me convertiré en cenizas, y mañana por la mañana volveré a ser libre...- Amenazó con los ojos llenos de melancolía.

-Regina...- La rubia trató de calmar los ánimos, pero la mujer no le prestó atención. En su lugar, apretó el corazón con más fuerza.

-Agh...- Se quejó la Reina. -Adelante, hazlo...pero estarás estrujando tu propio corazón...una vez más...hazlo una vez más...-

-Regina...- Insistió la sheriff.

-O mejor debería hacerlo ella...- Señaló a la rubia con la mirada. -Puesto que es la Salvadora...-

-Ella no te matará... Lo haré yo misma.- Aseguró la alcaldesa.

-No me cabe duda de que lo harás... Tú solita te bastas para destruirte, lo has hecho otras veces...- Rió dolorida. -Pero sería de justicia que fuera ella quien estrujara tu corazón...-

-No es mío.- Insistió Regina, reteniendo las lágrimas a más no poder.

-Es nuestro.- Agarró súbitamente a la morena del brazo, y cuando ésta intentó soltarse, le lanzó unos polvos morados a la cara.

-Agr...- Se apartó llevándose la mano a los ojos.

-¡Regina!- Emma fue hasta ella y colocó su mano en la espalda de su amiga, con el corazón en un puño.

-Ahora todos sabrán lo que realmente eres..- Se encogió de dolor. -Todo cuanto siempre has temido...-

La morena estrujó el corazón y las cenizas se colaron entre sus dedos.

-No...- La sheriff lamentó no haberlo podido evitar, pues era cierto que lo único que conseguiría Regina sería estrujar su propio corazón una y otra vez. -¿Regina?-

La alcaldesa se abrió los ojos y se apartó las manos de la cara. Entonces vio su reflejo en el costado de uno de los diamantes. Una marca cruzaba su rostro, una especie de polvos brillantes rosa, morado y azul.

-No...- Susurró con un nudo en el estómago. -No...-

-¿Regina?- Insistió la sheriff.

-No...- Rompió a llorar la mujer y trató de cubrirse la mejilla con la mano.

-No puede ser...- Mary Margaret se dio cuenta. -David...-

-Lo veo...- Dijo él.

-¿Qué?- La rubia se giró hacia ellos, sin separarse de Regina. Estaba asustada, no comprendía lo que estaba pasando.

-Emma, vamos...- La llamó su padre.

-¿Qué? ¿Qué pasa?-

Regina dejó escapar un gemido de terror y salió corriendo, pero Emma agarró su brazo, y se giró hacia ella. La miró con los ojos desbordados por las lágrimas y el ceño fruncido del dolor que sentía. Su mejilla marcada cruzaba su ojo hasta media frente. No parecía nada terrible para la sheriff. Entonces se soltó de un tirón que bien seguro debió de dolerle, y escapó. Emma la siguió escaleras arriba, pero la morena echó a correr y desapareció en una nube morada, entre gemidos y sollozos.

-¡Regina!- La llamó inútilmente.

-Emma...- Sus padres aparecieron por detrás.

-¿Qué ocurre?- Se giró hacia ellos. -¿Qué era eso? ¿Qué era eso?-

-Emma, escucha...- Su madre trató de tranquilizarla. -Regina...siempre han habido rumores...-

-¿Qué clase de rumores? ¿Qué pasa?-

-Esperábamos que no fuesen ciertos, pero...-

-¿Qué? ¡¿Qué?!-

-Será mejor que cojas aire y te serenes...- Aconsejó su padre. -No es fácil de explicar...-






What a ShameWhere stories live. Discover now