Mis ojos casi brillan ante eso.

—Gracias, señor Andrew, que descuido de mi parte. —Agradece tomando el último papel, se voltea y me mira— Ten, creo que tú eres la siguiente.

Creo que el cielo me sonríe o soy muy suertuda, tengo unas ganas inmensas de gritar un sonoro "¡Sí!" que se escuche hasta en Plutón y en sus estrellas más cercanas. Todos los demás que están detrás de mí se dispersan, pasan otros minutos cuando llega a mí un papel dónde debes poner tu nacionalidad, nombre, redes sociales, contacto y edad. Sonrío nuevamente. Termino de escribir mus datos entregándoselo a un muchacho moreno de baja estatura, que hace un ademán amable de felicitación.

—¡Hey!

Saludan Ava y Maven relajados acercándose cada uno con una malteada en la mano.

—¿Dónde estaban?

—De camino para acá -responde Ava con obviedad.

—¿Sí?, ¿y se perdieron en el camino o qué?

No son tontos, saben muy bien que me refiero a su retraso, pero por si acaso, señalo la malteada en su mano.

—Pasamos por un refrigerio, ¿crees que está cara hermosa se mantiene a base de mala alimentación? —cuestiona Maven— Pues no, tengo que consetirme.

—Son un par de imbéciles de verdad.

—Oye oye, esa eres tú la que puedes correr 10 minutos seguidos y sigues como una lechuga, —Mueve su cabeza de forma graciosa, para luego cambiar sus gestos a un modo más... ¿fresa, sifrina, pija?, no sé cómo llamarlo. — Además, solo míralo como una recompensa por acompañarte.

—Por supuesto —canturreo sarcástica.

—Claro que sí, eso, y que vi a un chico por allá atrás que estaba tan rico como un queso.

—Ah sí eso también, tuve que hacerme pasar por su pareja porque el chico tenía novia y estuvo a un pelo de ano de revertirle la cara a Ava de un golpe.

Ya sabía yo que algo así había pasado, Ava no tiene remedio.

Pasa el tiempo y con él las participantes, algunas entran con valentía otras inseguras. Pero todos con la misma pasión: la música. Ava está conmigo hablando todo el rato, noto que está nerviosa igual que yo porque habla mucho más que de costumbre, incluso veo que una chica más adelante se hastía de la charla de la rubia y se tapa los oídos. La comprendo, así estoy yo en un día común. Llega mi turno y nos hacen pasar, entro a una recepción con los chicos detrás, cruzamos el pasillo según las indicaciones hasta llegar a una habitación de paredes amarillas con un escritorio largo donde están sentados cuatro hombres junto a la única mujer, la luz de la ciudad de Coldprince entra por el ventanal horizontal en la pared al fondo.

Ava y Maven por ser acompañantes se quedan en la puerta, mientras yo me coloco frente a ellos mirando mis zapatillas.

En un momento de osadía levanto mi cabeza para verlos, pero me retracto seguidamente porque los nervios terminan por tomar fuerza. Todos se ven tan intimidantes, me escanean de arriba abajo escrutando cada pequeño error en mi postura, cada fisura en mi apariencia que me hace sentir diminuta. Sé lo que ven en mí, solo una chica que dice saber cantar, con cuerpo de gelatina y cara colorada.

—Tu número y nombre —ordena un señor de cabellos tan blancos que deberían llamarlo Blancanieves, claro que sería un insulto pues el hombre está apto para ser un coronel del ejército con semejante porte.

—Cincuenta, Mika.

Tengo la voz temblorosa y tartamudeo como si mi vida dependiera de ello.

—Muéstranos qué tienes Mika —incentiva la mujer.

Cajitas de CristalWhere stories live. Discover now