Siento las manos de Maven en mi boca, subiendo mi mandíbula y la de Ava con una triunfal sonrisa burlona, la cual no me había percatado de que estaba abierta.

—Dejen moscas para los demás. —bromea ante mi estado impactado para después caminar entre las aglomeraciones de personas—. ¿Qué hacen?, ¿se piensan quedar ahí todo el día?, vengan y escuchen mientras puedan.

¿Mientras puedan? Da igual.

No espero a que lo repita otra vez para internarme en la música en su estado más puro. Nos acercamos a la primera reunión de gente dejándonos apreciar un cover de Billie Jean de Michael Jackson, posteriormente vamos a presenciar una interpretación de Mozart, para desplazarnos hasta los chicos que cantaban Shape of you.

Pero pronto todos se callan posando su atención en nosotras, es como si solo ignoran a Maven y siento el vértigo ascender por mi columna, trago ruidosamente sintiendo el temor sembrar una semilla de miedo que se esparce por mi ser sin cuidado alguno.

—¿Quiénes son ustedes? —pregunta un chico de piel oscura.

Tiene perforaciones en las orejas, con un cabello revoltoso amarrado en descuidadas rastas. Sus facciones son rígidas e inflexibles alternadas con unos expresivos ojos azules. Decidido, lo apodaré Océano así de inclemente lo veo.

—Venimos porque nos invitó él —señala Ava al notar que mi voz se ha perdido por ahí para jugar una partida de cartas con sus amigos los nervios.

—No pueden estar aquí sin pasar la prueba, hay reglas y una de ellas es que solo músicos con talento pueden estar en este lugar.

Océano es autoritario añadiendo cierta pizca de amenaza.

—¡Sí, no queremos fizgones!

Grita una chica entre la mutitud desencadenando otros gritos más que no ayudan a aumentar mi confianza. Entonces él dirige su mirar hacia mi amiga rubia.

—Cálmense, —Maven apacigua a la muchedumbre con los brazos, de alguna forma lo respetan por aquí— La castaña tiene talento y quiere ver si puede lograr algo aquí, además, las reglas también dicen que todos tienen  derecho a probar que este es su lugar.

—Yo solo los acompaño a ellos no busco problemas, siempre les dije que esta era una mala idea.

Excusa Ava con la rápidez de la luz, provocando que yo voltease mi cabeza a verla como si de una posesión demoníaca se tratase.

Cobarde, más cobarde y mentirosa que un político corrupto. Ya no eres tan valiente, ¿no Ava?

Eso desencadena que el peso del escrutimio de todos cayera en mis hombros como una bola de demolición. Los nervios me juegan una mala pasada haciéndome sentir un frío tan espeso que bajo la cabeza en señal de:
1) Sumisión.
2) Temor.
3) Inseguridad.

Supongo que está mal sentir esas tres, y mucho más demostrarlas tan abiertamente.

Pero ¿qué puedo decir? Hay cosas que nunca cambian. No es hasta entonces que me percato de la diversidad de personas que hay en este lugar con grandes ventanales, el suelo de mosaicos, el polvo y las telarañas como único de decorativo de este gran salón, detallo a cada uno de ellos. Pero aún así, no importa lo desastroso que pueda llegar a ser el lugar, eso no evita que tantas personas tan diferentes se reúnan acá hoy. Puedo ver a Coreanos del Norte mezclarse con Estadounidenses, ricos hablando con vagabundos, y chicos blancos abrazados a chicas de color.

Aquí no hay barreras, solo libertad. Un lugar dónde ser tú sin ser juzgado. Un espacio dónde solo importa la música.

Yo quiero estar aquí, porque también quiero ser libre.

Cajitas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora