'Tablero de quejas'

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En menos de una semana estaba de vuelta en Nueva York, más concretamente pagándole el alquiler  a mi gran amigo Josh. Aceptó y me preguntó por mi familia, respondí brevemente y corrí de nuevo al sofá. Mientras revisaba los correos de Vogue y algunos otros del pesado del ascensor. 

Holly:

No se si te acuerdas de mí, me gustaría que me llamaras si no es molestia. 

Un beso, Dan. (El del ascensor)

Sonreí ante ese correo tan "raro", creo que esa es la palabra que lo define a la perfección. Mis dedos se deslizaron por el cursor llegando a la casillita de "contestar".

Dan:

Mañana te veré, supongo. Espero hablar contigo. 

Besos, Holly. (A la que no le gustan las comidas con desconocidos)

Sonreí y terminé el trabajo atrasado, le expliqué la situación que había sufrido a penas una semana atrás a Anna. Y rápidamente me respondió con amabilidad y recordándome que mañana no podría faltar a la reunión del ejemplar de este mes. Así que, rápidamente comencé con un par de proyectos para este mes.

***

A las dos de la madrugada mi teléfono sonó y me vi envuelta en una espiral de pantallas de ordenador y teclados, todo esto se debe a que, sin duda alguna, me dormí encima del ordenador, con la cabeza apollada en el teclado y el tercer ejemplar a medio acabar. Corrí hasta el salón y cogí el teléfono.- ¿Si?- Podía notarse en mi voz un gran cansancio acumulado.

-¡Hol! Soy Jer, ¿ahora qué son las ocho allí?- Me chilló al oído derecho como si le tuviera al lado ahora mismo.

-No, Jeremy, son las dos de la madrugada. Y sí, antes de que me preguntes, me has despertado.- Hirritada. Esa era la palabra que definía mi estado mental ahora mismo.

-Oh, vamos, Holly. Una hora arriba y una hora abajo... Da igual.- Se reía desde la capital Inglesa.

-Te vas a tragar el teléfono por gracioso, Jeremy. Mañana te llamo si no me acuerdo de que me has despertado. Te recuerdo que dormir para mí es más sagrado que nada en este mundo. Así que, vete a tocar los huevos por Londres un rato.- Pulsé el botón rojo y me tiré en el sofá tirando una manta trás de mí.

***

-Buenos días, Dan.- Sonreí mientras él me miraba de arriba a bajo.

-¿Dónde te habías metido?

-Donde a ti no te importa.- Forcé una sonrisa y me quité las gafas de sol que tenía puestas causadas por mis marcadas ojeras que me había provocado mi hermano el día anterior.

- Bueno, lo siento, gruñona.- Miró hacia arriba incomodo, lo sé porque puedo determinar los sentimientos o las impresiones de una persona cuando hacen un gesto. Mi padre me llevó a no se que cosa de psicología.

-Lo siento.-Murmuré.- No estoy de humor, lo siento. Te compensaré con un café al salir de trabajar.

-Acepto. Pero solo si después del café me dejas invitarte a una comida-cena.- Me volvió a sonreír recobrando la vida del principio.

-Está bien, galán, pero solo hoy. 

-Ten un buen día, te veo después.- La puerta del ascensor se abrió dejandose ver el panorama de Vogue en un día anormal.

Entré a pasos agigantados por la puerta de cristal y saludando a Sarah al mismo tiempo que abría la carpeta de Tous y dándole dos papeles  que tendría que archivar.

-Holly, querida, corre. Hay reunión muy importante con todos los directivos. Y por si no te acuerdas.- Respiraba agitadamente.- Eres directora de Marketing y diseño gráfico.

Sin casi aliento llegué a mi nuevo y renovado despacho sin esas paredes negras y amarillas y con unas bonitas paredes rosas decoradas con toques en blanco. Sonreí ante el gran cambio de mi vida y el adorno de una cafetera sobre una mesa de cristal al lado del ventanal que daba a la calle abarrotada de gente en Nueva York. 

Después inspeccionaría todo aquello con lupa; pero antes mejor dejaba el bolso y la gabardina negra para coger la carpeta y el mac y subir escaleras arriba para llegar a la sala de reuniones. Me senté en mi silla de cuero negra en una de las esquinas cercanas a la puerta, creo que era la silla perfecta para podder uír.

***

El vestíbulo del apartamento de Leslie estaba practicamente asqueroso, por Dios, nadie limpia y nadie dice nada. Piqué a la puerta repetidas veces para que la idiota de mi mejor amiga saliera con una sudadera ancha de Rams y un moño en lo alto de su cabeza.

-¿Tú qué? ¿Te va el rollo bohémio ahora o te estás sumando a una secta?- Mi cara se tornó a una expresión de desconcierto.

-No, estoy trabajando y comiendo helado. ¿Problemas? Pues ponlos en el tablero de quejas.- señaló dentro de su apartamento un corcho lleno de notitas con chinchetas de colores.

-¿Te dio algo en la diminuta cabeza que tienes chavala?- Me reí y entré quedándo boquiabierta a la cantidad de papelitos que completaban ese corcho.- ¿Los has puesto tú o los tiíos que no te soportan?- Una carcajada salió del dormitorio de mi amiga.- Leslie...

-¿Qué?- Se llevó la mano a la cabeza y sonrió a su derecha.- Hmm... Una película.- Negué con la cabeza.- No se sostiene, ¿verdad?- Volví a negar con la cabeza mostrando una sonrisa pícara.- Es un amigo, Holly. Te lo juro... por los helados del chino de abajo.- Gritaba mientrás, yo, con paso firme me aventuraba a abrir la puerta de ese dormitorio, si se puede llamar así.

-Anda mira aquí tenemos a tu tablero de quejas. ¿Y tú quien eres?- Le miré de arriba abajo inspeccionandolo con la mirada.

-Yo...Harry.- Se puso una camiseta a todo correr.

-¿Potter?¿O acaso no tienes apellidos? ¿Eres un hombre de la calle?

-Harry Benward. De una familia prestigiosa de Nueva Jersey.- Me acercó el brazo para estrecharme su mano.

-Yo soy Holly Evans. Hija de Peter y Bibi Evans, no hace falta que te diga quienes son, lo deberías de saber.- Le estreché la mano con mala cara y fulminé con la mirada a Leslie.- Os dejo solos, os noto ocupados. Ya hablamos cuando no tengas a Mr.Potter en casa.- Le di un beso en la mejilla a Leslie y miré de arriba a bajo con mala cara al Potter de la vida. 

-Te lo tendría que haber contado, te llamo de noche.- Asentí saliendo por la puerta de madera.

El teléfono empezó a sonar mientras estaba por las abarrotadas calles intentando llegar al Italiano de dos manzanas allá de mi casa para coger algo para cenar.- ¿Si?- Respondí enfadada.

-Te llevo esperando desde las cinco, Holly.- Mierda mierda y más mierda. Tengo que empezar a apuntar las cosas en las manos como cuando iba al instituto.

-Yo.. Se me ha pasado. Lo siento, Dan. Otro día, ¿vale?.- Colgó sin contestar, dando a entender que la había cagado de verdad.

Entré en el Italiano pidiendo la Pizza de cuatro quesos que como solo en las ocasiones en las que no me apetece cocinar, seis de los siete días de la semana, sin tener en cuenta que uno, mínimo, ceno en casa de Leslie.

-¿Lo de siempre?- Asentí y en menos de diez minutos ya tenía la pizza en la mano y estaba recorriendo de la forma más rápida las calles para llegar a mi ático. 

Adoraba esas noches, la caja de pizza sobre la encimera y el zumo de naranja recién hecho sobre la mesa del salón. Y Holly, siendo una gorda, comiendo el último trozo mientras ve una película de amor, en este caso la elegida ha sido: La última canción. 

El ruido de alguien picando a mi puerta interrumpe la escena de amor entre Liam Hemsworth y Miley Cyrus. Maldición. Abro con mala cara la puerta principal de mi ático, seguramente tendría la cara llena de tomate y unos pelos que daba pena verlos. Pero es que no esperaba visitas.

-No creerías que te librarías de la cena que me habías prometido, ¿verdad?- Decía Dan sonriendo con una botella de vino entre sus manos. 

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