Capítulo 14: Problemas que Dylan Carter tiene que resolver

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—Mierda, lo siento, hermanis —se disculpó, serio—. ¿Y qué hiciste? Dime que al menos te defendiste.

—Pues... puede que haya salpicado la cara del hombre con un poco de pollo —confesé, encogiéndome de hombros—. La verdad es que sabía horrible, pero tuve que sacrificarme para darle una lección.

—¡Esa es mi hermana! —vitoreó con entusiasmo.

Sonreí.

—Trata de ignorarla, ¿sí? Que no te afecte su actitud. No quiero más mocos en mis sábanas —añadió, oyéndose más tranquilo—. Y si hace alguna otra mierda como esa, tomas tus cosas y te vas con papá, ¿entendido?

Si esa fuese una opción, de verdad ya habría empacado desde hacía semanas, pero por el momento no me apetecía levantarme dos horas más temprano de lo habitual para poder llegar a tiempo a la escuela. Papá vivía a una hora de la ciudad, la situación debía ser muy crítica como para tener que mudarme con él. Además, ya estaba acostumbrada a manejar a mamá. A diferencia de la versión libidinosa de Jeff Carter estando de novio, esa creo que sería imposible de digerir.

—Aunque, es mamá de la que estamos hablando —retomó segundos después—. No deberías irte a ninguna parte o tomarte a pecho lo que diga. No quiero que vuelvas a llorar por esas tonterías, solo recuerda a esa Dylan que eructó el abecedario en aquel evento de caridad que organizó en el club después de que te obligó a ponerte ese horrendo vestido y lazo en la cabeza.

—Joder, sí era horrendo —coincidí, riendo entre dientes.

¿Cómo no olvidar ese momento? Fue una tarde llena de premios satisfactorios. Una medalla por ganar el concurso de talentos. Ver a mamá roja hasta las orejas de vergüenza, con sus amigas arrugando la nariz mientras la miraban con repugnancia. Una tarde divertida con los chicos, ensuciando el espantoso vestido blanco de tul que ella me obligó usar.

—¿Todo bien? —Una voz femenina en la otra línea me tomó por sorpresa.

—¿Interrumpí algo? —le pregunté en tono de burla, imaginándome haber llamado en medio de algún acto concibiéndose en su dormitorio.

Mi hermano se tomaba en serio su papel de prostituto, tanto que lo había llevado hasta la universidad.

—Sí, sí, solo un momento. —le respondió con suavidad a la voz, para luego dirigirse a mí—. De hecho, sí interrumpiste algo.

—Para eso estamos los hermanos —reí, divertida.

—Sí, simplemente no puedes colgarle a tu hermana que te llama y se pone a llorar como un bebé —bromeó—. Tú harías lo mismo por mí, ¿no?

—Claro que no —bufé, aunque volviendo a reír—, si me llamaras llorando como un bebé, probablemente estuvieras ebrio, te dijera que fueras a dormir y te colgaría enseguida.

Él soltó una carcajada.

—Ya que estamos hablando de ebriedad... —comentó, cauteloso—. Hay algo de lo que he querido hablarte, es algo sobre lo que pasó aquel día que Kyle te llamó y todos estábamos borrachos.

Me tensé enseguida. Pensé que esa noche había quedado en el olvido para ellos. Me preparé mentalmente por si se trataba de algo relacionado con el beso entre Hunter y yo. Repasé mis opciones; o se lo atribuía a la cantidad de alcohol en sus sistemas, o los convencía de que todo había sido una coartada desesperada para evitarnos un serio problema con Patch. Apreté el teléfono entre mis dedos, impaciente a que Chase siguiera hablando.

—Bueno, sé que te dijimos que no recordábamos nada de lo ocurrido...

Oh, joder, él lo recordaba.

The Senior Year (Secuela de She is one of the boys) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora