─Perfecto.

Pero se limitó únicamente a responder con monosílabos. Un simple "perfecto" había sido su respuesta del cómo le había ido en su día. Jamás le había contestado de manera tan cortante.

─ ¿Por qué no comes?─ susurró, amenazante.

─Yo...

─Come─. Ordenó, tajante.

Sabía que ante una orden, no había lugar a replicas. Además la pregunta no la había hecho porque estaba interesado en el por qué no comía, sino porque las reglas eran terminar todo lo que estaba en su plato siempre.

Pero la mente de Máximus maquinaba a sobremanera lo que había oído hace un rato.

Por la noche lo escuchaba gritar desde su habitación. Él nunca alteraba el orden, pero, al parecer, algo andaba mal en el imperio Griffin.

Se vio tentada a salir de la habitación para ver en que podía ayudarlo, pero era obvio que sólo conseguiría molestarlo más, pues eran casi las once y su hora de dormir ya había pasado hace bastante.

Sentía sus manos viajar sobre su piel, tocaban todas esas zonas sensibles que brindaban placer a su cuerpo. Su enorme dedo entró en su vagina y comenzó a moverse con cuidado, ella arqueó su espalda y abrió aún más sus piernas para recibir gustosa ese largo y placentero dedo.

Despertó como ya era costumbre; excitada por un sueño en el que Máximus era el protagonista ardiente.

Hizo todo lo que le correspondía, aunque esta vez Max no apareció para desayunar juntos como todos los días, tampoco apareció a la hora de la cena, sino una hora después, justo cuando ella estaba con su bata de ceda rosa.

─ ¿Qué haces aquí?

Oh, no. Eran poco más de las diez y ella no estaba en la cama, estaba rompiendo una de las reglas de oro. Pero no fue el tono en que le habló lo que la asustó, ni fue la forma en que la observaba.

─Tenía sed─ musitó con la cabeza baja.

Es que ahí estaba él, sin camisa y con el pantalón desabrochado, dejando ver solo el elástico de su ropa interior de marca.

Y nuevamente, su cuerpo la traicionó reaccionando de manera involuntaria. Sus pezones se irguieron y si, podían verse a través de la fina ceda de la bata rosada. Apretó los muslos y sus lindos ojos verdes se oscurecieron unos cuantos tonos.

Era inevitable para ella no ver su entrepierna, pero entonces sintió el agarre de Max en su brazo, era un fuerte apretón, pero no demasiado para lastimarla.

A la mierda si no estaba lista, él necesitaba liberar tensión, estaba deseando hundirse en ella y no le importaba nada más que sentir su tercia piel haciendo fricción con cada uno de sus músculos.

Mientras era arrastrada escaleras arriba por Máximus, rogaba y prometía que no volvería a romper una regla, no quería un castigo y cualquier cosa que saliera de su boca podía ser su salvación o una mecha que llegaría a su fin y detonaría la dinamita causando una catástrofe.

─Ya cállate.

Y sólo así dejó de hablar. No rompería otra regla u otra orden, no quería más problemas.

Su respiración se atascó cuando vio a que dirección se aproximaban. Ella no tenía permitido ir hacia esa habitación sin que él lo ordenara y eso nunca ocurría, sin embargo ahí estaba, siendo conducida hasta ese lugar.

No esperó nada y apenas la puerta fue abierta, arrojó el delicado y esbelto cuerpo de la rojiza al mullido colchón de su habitación. Su cuerpo se colocó sobre el de ella y al ínstate devoró sus labios.

Abrió sus piernas y dejó su pelvis chocar contra la de ella. Se sentía tan bien el chocar su miembro contra la humedad de su tanga.

Removió la bata hasta sacarla y dejar a la vista la pequeña blusita de tirantes y su tanga a juego con la bata. Besó sus pechos sobre la blusa metió uno en su boca empapando la blusa y dejando a la vista su erguido pezón.

La voz de la chica siempre era dulce y rala, pero nada se comparaba con lo celestial que eran sus gemidos y jadeos al sentir la lengua de Max en sus sensibles senos.

Cometió el grave error de manear sus caderas contra el bulto que oprimía su clítoris, ya que con eso acabó con el escaso autocontrol de Máximus.

Ahogó un grito cuando Máximus rompió de un jalón su pequeña tanga. Su pene rozó por escasos segundos su clítoris y al notar cuan mojada estaba, su pene se posicionó en su virgen entrada y, sin piedad, la penetró.

El gritó de la pequeña fue callado por el rubio millonario, no precisamente por un beso pasional, sino por su enorme y fuerte mano en su delicada boca.

Gruñó cunando entró con rudeza hasta el fondo. Oh, era lo más maravilloso del mundo, era tan estrecha y suave que le resultaba imposible parar. Aunque estaba claro que no lo haría, aun con todo el autocontrol del mundo.

Retiró su mano al notar cuan tiesa y pálida estaba a chica.

─Max─ gimió al mismo tiempo que se aferraba a sus hombros.

No podía creer que se sintiera tan bien, pero su humedad solo le facilitaba el trabajo al enorme hombre. No paraba de gemir y él no paraba de gruñir y maldecir lo estrecha y deliciosa que se encontraba.

Una de las manos de Max levantó la pelvis de la chica para poder tener un mejor acceso, pero joder es que era pequeña y estrecha, no cabía en su totalidad.

Era tan delicioso que dolía de una manera extraña, así que cuando intentó apartarlo, él tomó sus manos y las puso sobre su cabeza sólo para moverse con más rudeza.

Gritó y rogó que parara. La desgarraba, pero de una manera deliciosa, para nada se comparó con su pequeño y delgado dedo en la ducha. Tampoco a sus sueños eróticos en los que ese hombre tocaba todo su cuerpo, el sueño que tuvo esta mañana no era ni la mitad de bueno que esto.

─Max.

─Pequeña mía eres tan deliciosa.

La mano del ojiazul se cerró en su cuello hundiéndola en el colcho. Ella era la débil y bueno, estaba claro que el fuerte era él. Se dio cuenta que sus palabras eran una mecha corta, cada una de ellas detonaba la furia de Máximus, pero, entonces, pensó que era una furia que estaba dispuesta a calmar. Así que tomando la iniciativa lo besó y aun con todo el revuelto en su vientre, enrolló sus piernas en torno a las caderas de Max.

─Max─ lloriqueó mientras sentía el vacío en su vientre. Sabía lo que venía, porque estaba desesperada y necesitada de más intensidad.

─Aún no─ gruñó él, disminuyendo el bombeo de sus caderas. Era algo casi imposible, pero no estaba listo, no la había disfrutado del todo aún y al ser el primer orgasmo de Anilem, también sería el más agotador.

Escondió su cara en el hueco del cuello de la pequeña, buscando el mayor autocontrol posible. Su pene era apretado con fiereza, aunque con la suavidad de la ceda. Su lengua jugaba un vaivén con los pezones y el cuello de la chica.

Era tan conveniente que al ser su primera vez y de la manera tan ruda en la que estaba haciéndolo no le doliera o siquiera sangrara. Pero él sabía que no debía sangrar, eso no era normal, el dolor por otro lado, si lo era, pero se iba, en cambio, pudo sentir como su himen quedaba en el olvido al momento en que entró a esa exquisita cúpula nueva. Su pequeña ya era completamente suya y siempre lo sería. Después de todo, para eso la había educado, para eso la estaba preparando, ella debía ser perfecta, la única obsesión real que tenía y debía ser ideal.

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Esperamos que les guste esta idea.

Voten y comenten.

-Daymel.

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⏰ Última actualización: Sep 10, 2017 ⏰

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Daymel, perfecta obsesión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora