—Alza el vuelo y sígueme.

Fernanda obedeció pero era difícil seguirle el ritmo. Keveth volaba con gracia, mientras que ella solo daba tumbos en las corrientes de aire. El viento le alborotaba el cabello y estaba comenzando a cansarse. Volaron por encima de la ciudad y pronto la dejaron atrás. Comenzaron a volar por encima de bosques y colinas, y prados llenos de las más multicolores flores.

Por fin comenzaron el descenso. Pero Keveth no descendió hasta el suelo, sino que lo hizo hasta un gran árbol y se detuvo sobre una de sus ramas. Fernanda lo imitó, con la diferencia de que ella tomó asiento en la rama, mientras se sujetaba del tronco del árbol.

—¿Qué hacemos aquí?

—Daha es enorme. Hay muchas ciudades como Flores, hay muchos campos extensos de pura naturaleza y las bellezas que habitan en esos lugares son indescriptibles.

—Eh... de acuerdo, ¿felicitaciones?

—¿Recuerdas que estas en cero puntos? —Fernanda se mordió el labio—. Si ganas el torneo, ganas más que solo el favor especial de la reina, ganas respeto entre las hadas sin contar con la satisfacción propias de la victoria. Si te fijas en los demás concursantes, la mayoría de ellos lo están dando todo por el todo. —Fer pensó en la asiática y en Capteus, incluso en Elliot. Era verdad, todos ellos parecían tener su cuerpo y alma en el torneo. Pero aun así a Fernanda se le hacía tan difícil hacerlo sin comprender ciertas cosas.

—¿En qué consiste el favor especial de la reina? —Keveth le lanzó una mirada de advertencia, pero Fernanda no pudo contenerse—. Si tan solo me dijeras algo, cualquier cosa me ayudaría a centrarme más, necesito...

—Lo que necesitas es deshacerte de tu desconfianza. Te mostré la ciudad principal del reino, te mostré a los antiguos y sus poderes. Incluso dejé que probaras una pizca de lo que es tener sangre hada corriendo en tu interior. Cualquiera pensaría que todo eso sería motivo suficiente para que comprenderías que las hadas somos poderosas y que sea cual sea el favor especial de la reina, vale la pena luchar por él. —Keveth hizo una pausa mientras la observaba, finalmente agregó—. Créeme esto: el favor por el que compites, no tiene un igual en el mundo humano, es único en su clase.

Fernanda intentó enderezarse en la rama con toda la dignidad y elegancia que pudo reunir. Pensó en Doriat y esbozó una sonrisa parecida a las de él. Aleteó y se elevó unos centímetros por encima de la rama, pero no perdió el control y de hecho, se sintió elegante y mágica haciéndolo.

—Perfecto entonces —dijo—. No lanzaré ni una sola flecha sin antes tener un objetivo. —Keveth batió las alas, se elevó e informó.

—Cinco puntos, Fernanda.

Lo siguiente que hicieron fue volar. Fernanda estaba comenzando a comprender la teoría del vuelo y ya no daba tantos tumbos. Lo cierto era que estaba comenzando a encontrarlo divertido. Volaron por encima de enormes extensiones verdes, frondosas y llanas. Keveth la obsequió con otros cinco puntos, cuando una Fernanda repleta de adrenalina hizo una voltereta en el aire, descendió y a pocos centímetros del suelo ascendió de nuevo.

Cuando el sol comenzó a ocultarse tenía diez puntos y eso comenzó a inquietarla. Quería terminar el día con sus veinte puntos, no porque temiera un castigo, sino porque quería mantener su orgullo.

Descendieron a la entrada de otra ciudad. No era Flores, ni tampoco era el complejo. Cruzaron unas verjas doradas y se adentraron en un caminito de piedra tibia. Todas las hadas que andaban por la zona eran jóvenes. Algunas aleteaban con las alas afuera, otras simplemente paseaban a lo largo de la calle con las alas escondidas.

—¿Dónde estamos? —Keveth había retraído sus alas, las transparentes de Fer aun aleteaban ligeramente tras de sí.

—Es una zona de residencias. Vivo al final de la calle. —Fernanda contuvo la sorpresa.

La senda de las flores [La Senda #1]Where stories live. Discover now