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—¿Qué significa esto? —Fernanda miraba de forma alternativa a sus dos guías. Fue Doriat quien habló.

—Nunca me deja de sorprender la incredulidad humana. Viajaste a Daha, la tierra de las hadas, conociste a nuestra reina y has visto todas nuestras maravillas. Pero aun así aun te escandalizas por unas simples alas.

—El fantasma de unas alas reales —corrigió Keveth intentando en vano estabilizar a Fernanda—. Las cuales si sigues batiendo no te dejaran mantenerte en pie.

—No las estoy batiendo, se mueven solas.

—No se mueven solas, tú las mueves. El movimiento frenético es porque estas asustada, intuyo. Intenta relajarte. —Fernanda lo intentó, aspirando y exhalando aire. El viento comenzó a calmarse, Keveth fue soltándola de a poco y por fin pudo mantenerse de pie por si sola.

—¿Es por la sangre de ese antiguo?

—Correcto —contestó Keveth—. La sangre de los antiguos es poderosa, cualquiera que la ingiera adquirirá de inmediato grandes dones. Esos varían dependiendo de la naturaleza de quien la ingiere. Como solo eres una humana, la sangre de Walden te da energía de hada, por tiempo limitado, por supuesto.

—¿Energía de hada? ¿Qué quiere decir?

—Quiere decir —respondió Doriat—. Que por tiempo limitado eres... digámoslo así: una imitación de hada. A eso se refiere Kev con que tus alas son el fantasma de unas reales.

—¿Desaparecerán dentro de un par de horas?

—Sí, que es casi el mismo tiempo que tienes para hacer aparecer los veinte puntos que tan diligentemente hiciste desaparecer.

Keveth usaba de nuevo su cara de póker, así que Fernanda decidió no protestar. Además estaba lo mismo maravillada y horrorizada por sus alas prestadas. Miró sobre su hombro e intento batirlas, pero solo se movieron suavemente.

—Iremos volando a un lugar —comentó Keveth, dejando salir sus alas verdes, que hacían palidecer a las casi transparentes de Fer—. ¿Vienes, Doriat?

—Eh, de hecho si no te molesta. Me gustaría retirarme por hoy. Me parece que tú lo tienes todo bajo control.

—En efecto.

—Nos vemos mañana entonces, diviértete florecilla. —Doriat se alejó mientras Fer aun intentaba hacer aletear inútilmente sus alas.

—Esto es imposible, no llegaré volando a ningún lado a menos que me lleves.

—Ese es tu problema. No lo intentas lo suficiente porque no confías en ti misma, pero cuando lo haces brillas. —Fernanda lo miró, segura de que era la primera vez que Keveth le dirigía una frase parecida a un cumplido—. Cierra los ojos —Él ordenó y ella obedeció—. Siente el viento en tu rostro, relaja el cuerpo y cuenta tus respiraciones. ¿Cómo te sientes?

—Tranquila.

—Bien, ahora mueve el brazo derecho.

—¿El brazo? Pero creí

—Obedece y no abras los ojos —Keveth la reprendió cuando percibió que ella pretendía abrir los ojos. Fernanda obedeció. Luego de mover el brazo derecho, él le pidió que hiciera lo mismo con el izquierdo. Luego ambos al mismo tiempo. El viento se volvió más fuerte, Fernanda frunció el cejo moviendo los pies y entonces abrió los ojos de golpe. Ya no estaba en el suelo, estaba a unos cinco metros por sobre él. Perdió altitud por el shock de la visión, pero se estabilizó antes de caer del todo. Keveth volaba a su lado.

La senda de las flores [La Senda #1]Where stories live. Discover now