¿Epílogo? Mejor Adrílogo

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Hoy se hacen exactamente veinte años desde que Nathaniel desapareció, dejándome sola de nuevo. Veinte años desde que mi meta de vida fue poder idear una forma de viajar en el tiempo para regresar al idiota de mi amigo cavernícola a mi presente y patearlo de regreso al suyo.

Valeria se encuentra junto a mí, mirando mis manos mientras le realizo los ajustes restantes a mi máquina del tiempo casera. Ha estado conmigo desde ese día fatídico hace dos décadas, siempre apoyándome y animándome a seguir adelante con esto. Aparte de mí, Val fue la única en ser testigo de la dulzura e inocencia de Nathaniel. Si hay alguien más emocionada por verlo que yo, es ella.

—Ya está listo, ¿quieres hacer los honores? —le pregunto, señalando el pequeño interruptor que puede o no cambiar nuestras vidas una vez más.

Ella sonríe emocionada, dejando que las leves arrugas que empiezan a notársele por la edad se marquen en sus mejillas, y se posiciona junto a mí, ambas mirando fijamente donde se supone debe aparecer el portal. Pasan diez segundos, pero el tiempo es lo único que pasa. Valeria sube y baja el interruptor una vez más y ambas esperamos.
Silencio, silencio, como lo ha habido todos estos años.

Mi vieja amiga empieza a dar media vuelta para alejarse, cuando en medio del taller improvisado una luz parpadea hasta convertirse en una ventana, del otro lado de ésta un cielo azul adorna el firmamento, y la antigüedad de la vegetación me hace sentir que un dinosaurio saltará fuera en cualquier momento.

Una sonrisa más grande que la mía aparece en el rostro de Val, y articula «Lo lograste», con su mirada llena de orgullo. Estoy por contestarle «Lo logramos» y llorar, cuando un desgastado y corpulento cavernícola se acerca a nuestra pequeña abertura, mirándonos a través de ella. Reconocería esos ojos azules y ese taparrabo en cualquier lado. «Podrías ser mi tío», le dije en esa ocasión, sin bromear. Sigo sin hacerlo. Tarda un momento en reaccionar, pero lo hace, y al escucharlo gritar «¡Hmm!» mientras salta dentro de nuestro portal del tiempo para fundirse en un fuerte abrazo con Valeria, sé que los últimos veinte años de interminables esfuerzos y frustraciones valieron la pena. Porque de nuevo ya no estamos solos, ahora somos tres ovejas negras reunidas y nos tenemos el uno al otro.

Me acerco brincando a ellos como cuando tenía doce años, y abrazándonos entre todos, lloramos de felicidad.

¿Quién dice que tres ovejas no hacen un rebaño?

F     I     N

Nathaniel y su viaje por el presente (#PGP2018)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن