Capítulo 1

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Si alguien tuviera la delicadeza de preguntarme que desearía que pasara en este día, le respondería con una fuerte seguridad: Ser el centro de atención de todo "El colegio de artes de Liverpool". Específicamente, ser reconocida por mi único talento del que puedo alardear con toda seguridad, el de escribir poemas "tontos de amor", tal y como los describiría mi buen amigo George.

No soy alguien superficial, es solo que por una vez desearía ser aplaudida por todos, sentirme parte importante de algo.

Suspiro y dejo atrás los pensamientos irrealistas que me acechan. Me golpeo el rostro para provocarme una sonrisa; y acto seguido, reviso mi libreta para cerciorarme de que todo está bien apuntado.

Soy de las personas que disfruta de desahogarse en un cuadernillo, prácticamente es como mi pequeño mejor amigo, ahí se alberga hasta mis más profundos deseos.

Al menos eso sucede hasta que oigo como la manija de la puerta resuena.

— Otra vez se le dio a la niña por cerrar la puerta con seguro, mujer. Mira, que si no le dice algo, algún día nos vamos a llevar una sorpresita pero de las malas.

Tobías

Tomo aire y lo boto con mucha lentitud para alcanzar la calma.

— Sí, cariño, no te preocupes. Ahorita mismo voy a gritarle a esa hija del demonio

No pasan ni cinco segundos y mamá ya tira puñetazos a la puerta, tranquilamente esto podría pasar como una mañana normal en mi vida.

— ¡¿Cuántas veces le tengo que decir que la puerta debe permanecer abierta, señorita?!

Cierro mi cuaderno de notas y limpio la lágrima que roza mi mejilla. Debería estar acostumbrada a esto y resignarme, pero qué hija podría esquivar la opinión de una madre, quién.

— Ya voy, ma. — le digo con total sumisión

Me paro y me pongo la mochila con todo ya puesto. Finalmente mi primer día estaba a punto de llegar, mi gran entrada al "Colegio de artes de Liverpool" iba a pasar en aproximadamente treinta minutos. Tan solo tendría que aguantar el viaje en auto con Tobías y tolerar sus constantes miradas raras que tenía cada día hacia mi persona.

Lo típico

Suspiro y volteo a mirarme por última vez en el espejo, mordiendo mi labio inferior; y con total nerviosismo, mi reflejo repite lo mismo de siempre:

— Es solo otro día

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