IV

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Al ser las desapariciones un hecho frecuente en The Noose, el que Gabriel no asistiera más a clases no trajo una consecuencia mayor a lo que Theodora creía

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Al ser las desapariciones un hecho frecuente en The Noose, el que Gabriel no asistiera más a clases no trajo una consecuencia mayor a lo que Theodora creía. Muchos rumores decían que había marchado a otra ciudad pues aquí la sospecha de ser "diferente" ya era bastante; otros decían que lo habían visto devorar a una chica y su naturaleza no podía ocultarse más, por había decidido quemarse vivo en una antigua habitación del asilo abandonado.

Tantos rumores y ninguno hablaban con verdad. Solo Theodora Mart conocía lo que a Gabriel le había ocurrido, pero jamás habló. ¿Cómo podía explicarlo? Ya sus intentos por ser tomada en cuenta suplían en burlas hacia ella. Nadie creía en sus palabras, tampoco lo harían. Esa ironía la ponía de un humor terrible.

El misterio se armó con más poder al no tener ningún familiar que buscara a Gabriel, ni sus dibujos. Todos recordaban al chico, pero nadie lo conocía. Con esa cuota de ignorancia, la desaparición Gabriel quedó en el olvido tras varias semanas.

Theodora no se cansó de buscar su paradero. Recorría la ciudad por si en algún momento él aparecía. A veces quería creer que los absurdos rumores de sus compañeros eran ciertos. Por la noche, daba vueltas en su cama observando el dibujo de Gabriel; un árbol gigante, una cabeza asomada seguida de un cuello alargado, la piel quebrajada como el tronco del árbol. Era que el pavor del momento no acompañó su destreza, no obstante le servía a para decirse a sí misma que su experiencia con aquellos seres —que describiría de otro mundo— era real.

Realidad. Eso es lo que más le aterraba. Saber que estaba inmersa en una realidad escalofriante, que su fascinación fue agredida por aquellas figuras inhumanas que desaparecieron en la noche sin dejar rastro alguno. Que la conmoción que provocaba el deseo por surcar más allá se vio anulada en su totalidad por ese nefasto encuentro. Su piel se erizaba cada vez que pensaba en ello y no podía dormir. El peso de la consciencia atormentaba el mundo de Morfeo, distorsionándolo y situándola en el bosque.

Con el tiempo arraigó su creencia por el universo y sus misterios, investigó sobre planetas y expedientes de personas equis que también gozaron de experiencias con seres paranormales. O como muchos le llamaban: "extraterrestres".

La última palabra no le sentó bien a Theodora, pues ella los había visto en la Tierra y veía imposible poder hacerlo desde otro lugar. También creía imposible volver a verlos, le resultaba una locura. Poder comunicarse con aquellos seres un suicidio. ¿Cómo podría hacerlo? Lógicamente ellos no hablaban el mismo idioma que ella, sino que se comunicaban con chasquidos y sonidos hechos con la garganta. No sabía si poseían inteligencia, porque se expresaban como animales; aunque la forma en que atrajeron su atención cruzó la frontera de lo real e inteligente.

«Un patrón de luces, hechas con el fin de dar un mensaje», se planeó Theodora un día que leía en la biblioteca municipal de The Noose. Sí, lo sabía ¿pero cuál era ese mensaje? No lo recordaba. El choque de sorpresa ató la mayor parte de sus recuerdos tras años y años de repetirlo.

La conjetura de una estrella fugaz y su destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora