— ¿Ah, con que te llamas Katy? Lindo nombre, pero no tanto como señorita bragas de animalitos. — No lo mire, tan solo bufé y me concentré en la clase.

— Hagan tríos de a tres, no tríos de cuatro, no tríos de dos, no tríos de uno. Hay trabajo que hacer. — Alex me miró y tan sólo con un gesto ya sabía que decía que si, bueno no a todo lo que me proponía.

— Oye tú chico nuevo ven aquí entra al grupo. — Mi cara creo que era digna de una fotografía de enmarcar, aquél chico se acercó y comenzamos a trabajar con sus constantes chistes tontos, que ya no soportaba y me sacaban de quicio cada vez que podía.

— Listo, solo falta tu parte Katy. — Asentí y se la pasé para luego seguir observando por la ventana, desde allí se veían dos chicos que parecían mellizos creo. Me entraba curiosidad bueno curiosidad insana, extrañaba a mi familia mucho más de lo que podía decirlo, podría estar jugando con un Gabe de 12 años y riendo a carcajadas pero sabía que aquello era imposible, los tres estaban dónde todos decían que era hermoso "el reino de los cielos".

Debia dejar de pensar en ellos pero ¿Cómo se componía un corazón roto después de tantos años? No lo sabía, no sabía que existiera en los libros la respuesta, si no conocía donde busca me quedaría así, para siempre.

— ¿Que observas? — Negué y dejé de hacerlo, cada vez más me molestaba aquél chico con sus actitudes fanfarronas, me tocó el brazo y lo aparté de un manotazo.

— ¿Sabes qué? Me cansé de tu actitud de niño rico, que puede joder a cualquier chica que se le dé la gana, jodete. — Salí de allí enfurruñada sin dirección alguna, tenía que tranquilizarme antes de entrar de nuevo o podría pegarle y no quería problemas.

— ¿Ya te cansaste? Pensé que serías malvada, tal y como lo fuiste antes. — Ahora una nube de humo densa llenaba todo el baño, me daba tan solo un poco de pánico. Más bien para que  le voy a mentir, tenía miedo, no sabía que era lo que yo estaba haciendo  para que tantas cosas horrorosas llegaran a mi vida o si ya era el momento de morir, cerré los ojos.

— Puedes usarme y solucionar todos tus problemas heredera ya lo sabes, así como antes y seremos una sola para siempre. — Me tapé con fuerza los oídos, no puedo usarlo de ninguna manera no sabría que sucedería con ello. Era un canto de sirena que no debía seguir demasiado peligroso me gritaban mis sentidos.

— No sé quien seas pero no lo haré, no quiero no puedo vete. — La sombra se hizo más densa y abrí los ojos aterrorizada, si iba a morir aquí vería la causa de aquello y abrí los ojos.

— ¿Porque te resistes a ti misma eh? Acéptalo y déjalo fluir ven toma mi mano ven... — Era una niña, una pequeña niña y me extendía su mano. Sus ojos tenían la parte de la esclerotina de color negro y su pupila era roja de un color como la sangre y unas línea dentro de color negro, me sonreía y mostraba sus dientes con sus colmillos asomándose con descaro, volví a negar.

— ¡Déjame tranquila! Fuera de aquí... — Siguió sonriendo de manera tranquila pero malévola en el fondo, de un momento a otro las sombras se me tiraron encima, comencé a gritar.

— Ya tranquila tranquila. — Alguien había acudido al escuchar los gritos, sólo podía temblar y llorar del miedo que me había dado aquella experiencia, la persona que había aparecido me acariciaba la mejilla y me transmitía un poco de paz entre aquella situación.

— Lo lo siento por haber gritado. — Dije en un tono muy bajo que usaba cuando realmente estaba avergonzada de lo que estaba sucediendo, abrí los ojos. Era una chica.

— Creo que es hora de qué te santifiquen y puedas dejar ir eso dulzura, hay varios demonios acechandote. — Rodé los ojos, no creía en nada de eso eran invenciones de las diferentes religiones para dar miedo y peor aún ganar adeptos, que patético.

— No creo en nada de lo que me estás diciendo estoy alucinando eso es. — Me aparte con el ceño fruncido y abrí la llave del lavamanos para lavarme la cara.

— Puedo sentir cosas de ese tipo dulzura, deberías creer en lo que te estoy diciendo. — Suspiré meneando la cabeza, no se rendía.

— Y yo siento que debería irme a clase en este momento. — Estaba a punto de salir y noté que observaba la eslava que se notaba en mi tobillo, no recordaba quién me la había puesto allí sólo dolía sí quería retirarla nada más, le dirigí una mirada de advertencia.

— Soy Helen, Helen Black. Un gusto en conocerte Catharina Alighieri. — Y desapareció dejándome más confundida por como me había llamado.

Volví a entrar a clase unos Minutos después cuando supe que  estaba totalmente calmada y que no le daría un golpe al estudiante nuevo, nadie dijo nada en relación a mi ausencia prolongada y lo agradecía.

"¿Mejor?"

Descubrí la notita que había caído a mis pies, una nota de Álex, lo observé y asentí prestando atención a la clase sin escuchar al molesto chico hablar. Lo observé todavía teniendo mis preguntas, había estado todo el resto de la clase observandome pensando que no me daría cuenta, era perturbador.

La profesora dictó la tarea y algunos minutos después salimos con su voz hablando en nuestra dirección.

— La próxima vez que tenga un ataque de pánico no dude en decirlo señorita Thompson, estamos para ayudarla. — Le asentí devuelta con media sonrisa y salimos de allí.

— Entonces tenías un ataque de pánico. — Solo asentí, no necesitaba meter a mi mejor amigo en estos problemas y más que no sabían de dónde provenían hazle caso a Hellen, negué debía dejar de pensar en eso.

De un momento a otro caí al suelo, me sobo el trasero antes de levantarme y escuchar una voz detrás mío.

— Lo lamento tanto, no me fijé por donde estaba corriendo. — Era una chica de cómo 14 años más o menos, negué con una sonrisa conciliadora y nos quedamos en silencio.

— Emma Alessia ¿Dónde estabas? — Un hombre de mi altura, cabello castaño y expresión molesta se acercó a la niña y a donde estábamos reunidos desde que habíamos tropezado, su expresión de inmediato cambió al observarme a mi.

— Beatriz estás viva. — Mi expresión cambió a una sonrisa  sarcástica y molesta, no sabía de quién me estaba hablando y más que se habia dado el permiso de hablarme sin presentarse o algo así.

— Obviamente estoy viva, ¿O es que acaso soy un fantasma de carne y hueso? — Se me quedó viendo, esto cada vez más me irritaba y más porque parecía conocerme y yo no a él.

— Pensé que jamás te volvería a ver — Se acercó unos pasos más en mi dirección, retrocedí los mismos que dió, no admitía que se me acercara y más si podría golpearlo.

— Disculpe pero ¿Usted quién es? — Mi ceño cada vez se vuelve más profundo de la confusión y de la situación que me irritaba constantemente.

— Soy tú padre. — Mencionó en voz autoritaria buscando mi atención.

¿¡Mi padre!?

La vida es un sueño.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt