Prólogo

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<<- Eres mi hija Katherine, no lo dudes eres demasiado especial querida mía.>>

Desperté.

De nuevo ese sueño, un maldito sueño y no logro recordar nada de lo que habla, la chica no la conozco y mucho menos la marca que hace con sus dedos.

Niego, deja de hacerle caso a un maldito sueño por favor, es casi la hora de despertar y Davinia vendrá a ver qué pasa.

Suspiré. Davinia vendría averiguar si sucedía algo conmigo y la mandaría a la mierda, siempre que le contaba lo poco que recordaba de mis sueños me decía que eran estupideces que mi mente creaba pero yo sabía que era cierto lo que veía.

- Buenos días familia... - Dije mirando al cuadro de mi familia como lo hacía cada mañana desde su muerte.

Muerte, hace cuatro años dejé de tener familia y sentido en mi vida, todavía no entiendo quién querría verme muerta, esa ha sido la pregunta en los últimos cuatro años de mi existencia.

Las sombras. Sombras nacen desde el momento en que comienzo a pensar en ellos y en. En ella.

No soporto su muerte, pude hacer algo para evitarlo y ella podría estar a mi lado en vez de Davinia, no confío en ella.

Davinia, todavía no entiendo como me encontró o que quiere conmigo, realmente es una persona demasiado insolente y que sólo busca su beneficio y me molesta, realmente me molesta ella no es Bridgette y eso es peor, ella no va a estar en las noches de lluvia a mi lado como si fuera mi mamá, ella no me va alentar a cumplir mis sueños, ella simplemente no es Bridgette.

- Es hora ya de levantarse señorita -  Se asomó con su habitual cara de molestia y sus sonrisas falsas que me cansan siempre.

- pensaba que si no aparecías no me daría cuenta Davinia Saint Claire - Dije de mala gana y me levanté sin cruzar alguna mirada con ella.

- Agradece que soy amiga de tu madre y te estoy cuidando y dando un hogar y comida - la ignore y se me adelantó y me cogió la cara. - y tú me harás caso niña siempre.

- ¿y si no lo hago que? - lo siguiente que sentí fue un golpe en mi mejilla y su mirada de satisfacción al ver que las lágrimas bajaban una tras otra por mi rostro, no pude decir nada.

- Así está mejor, eres como una hija para mí Camille, es mejor que me hagas caso siempre a lo que te ordene, serás la mejor en todo si me haces caso. - Me seguía mirando a los ojos y algo me hizo asentir. - Me dirás madre cada vez que yo quiera y ahora lo quiero escuchar.

- Si... Madre. - Lo dije con naturalidad aunque algo dentro de mí decía que no debía decirlo ella no es tu madre ella no es buena hazme caso. No dije nada más esperando sus órdenes.

- es hora de comer vamos - La seguí como un corderito dócil a su pastor y así lo seguí haciendo por un tiempo largo, exactamente cuatro años.

La vida es un sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora