"entrometido"

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—De todas formas no te quedes allí. Ayúdame a ordenar mis cosas. 

—¿Cuál es la palabra mágica? —Hizo un mohín de decirlo, pero prefirió hacerse el desentendido y me dedicó una mirada asesina. 

—Ahora, JiMin. 

—No, gracias. Estoy muy cómodo aquí en nuestra cama con las sábanas tibias y el colchón tan suave...

—¡Por favor! ¡Abracadabra! ¡Te amo! ¡Te lo suplico! Vamos, una de esas tiene que ser —exclamó algo más desesperado.

—La palabra mágica fue la tercera, y como la dijiste... te ayudaré. —Él sonrió aliviado y me levanté con pereza. 

Acomodé su ropa, también la doble y elegí por él algunos conjuntos con los que sabía que se vería precioso.

Nos vestimos en silencio hasta que bajamos a desayunar. Allí nos esperaban todos: Desde JiWoo, la cocinera que me entregaba las galletas con la ilusión de conquistar a YoonGi de niños, mis suegros y mi madre. 

—¡La pareja del año! —exclamó mi suegra y aplaudió ligeramente ante la emoción. SunHee le dijo que se calmara y su madre le respondió con un divertido "No seas amargada, Sun."

Desayunamos rápido, no teníamos mucho tiempo. 

No nos entretuvimos con despedidas muy largas ni sentimentales. Volveríamos en dos semanas así que no era algo definitivo. 

El pelirrubio no me dejó conducir de camino al aeropuerto porque seguía sin confiar en mí a pesar de haber sacado mi licencia esa semana.

Llegamos justo a tiempo para procesar los documentos y pasar las maletas. Abordamos el avión casi corriendo mientras la voz monótona de una mujer anunciaba que en cinco minutos el avión despegaría. 

—Genial, iremos a el Caribe —alegó Yoon cuando el avión se puso en marcha.

—Para disfrutar nuestra luna de miel —añadí, acariciando su mano en su regazo. Pero éstas le temblaban y las tenía sudorosas. Supe que estaba nervioso, incluso más que yo por pasar dos semanas solos sin nadie conocido a nuestro alrededor, de saber que ya éramos mayores de edad y casados. Podíamos hacer cualquier cosa, la que quisiéramos y nadie nos podría regañar.

Yo también comencé a sentir nervios y ligeros escalofríos.

Pasamos todas las horas de vuelo durmiendo. Antes de que mi celular se quedara sin señal, recibí un mensaje de TaeHyung en el que citaba: 

Nada de sexo en el avión, eso es muy antihigiénico. Esperen a que estén en el hotel :D

Me hicieron guardar el celular antes de que tuviera la oportunidad de replicar con un grandísimo "IDIOTA."

YoonGi se durmió en seguida sobre mi hombro. Me puse a pensar que si las cosas seguían así él se transformaría en una especie de esposo-hijo al cual tendría que proteger. Me encantaba tenerlo a mi lado, pero lamentablemente no podía cuidarlo como a un niño. Tendría que madurar. 

Ni siquiera pude cuidar a mi madre cuando mi padre la abandonó. No era la persona más indicada para proteger a YoonGi. Lo amaba y estaría a su lado siempre, pero tenía que admitir que yo no era el eslabón más fuerte de esta relación. 

Organicé la boda, la luna de miel y todo eso sacando la mejor calificación de mi clase, pero esas cosas no implicaban velar por los sentimientos de YoonGi, la persona más importante para mí.

Así que tenía dos opciones: Aprender a cuidarlo o que él madurara. Y no sabía cuál de las dos era más utópica.

[...]

El avión se deslizó al aterrizar, fue tan suave que no sentí cuando tocó piso firme y una azafata nos tuvo que despertar. 

Lo primero que notamos fue que hacía mucho calor. Al bajarnos, nos recibieron con unas guirnaldas florales que nos colocaron en el cuello. YoonGi lucía radiante; el ambiente, las flores, el clima, las cosas que descubriría en estas islas se notaba a kilómetros que era lo suyo, así que yo también sonreí cuando nos indicaron que recogiéramos nuestras maletas para ir al hotel y luego visitar la playa para una fiesta de bienvenida que hacían para los turistas. 

—¿Crees que habrán bailes y esas cosas? —inquirió cuando nos subimos a un taxi enviado por el hotel. 

—No lo creo. Esto no es Hawaii, sino El Caribe. —Me golpeó en el hombro y besó mi mejilla enseguida.

—Ya lo sabía, te estaba poniendo a prueba solamente. 

Ambos reímos de su mentira. 

Me ocupé de todo lo demás, le recomendé a YoonGi que podía ir a dar un paseo por la piscina del hotel mientras yo acomodaba nuestras cosas. No se opuso y salió a contemplar las vistas.

Nuestro cuarto era grande, mucho más que el del pelirrubio en su casa. Tenía una cama matrimonial enorme, y casi una sala de estar.

No demoré demasiado en acomodar las cosas. Bajé cuanto antes a la piscina a hacerle compañía a mi esposo, estaría solo y no conocía mucho el idioma y a menos que alguien le hablara en coreano, estaría perdido. 

Pero lo que vi fue totalmente distinto a lo que yo imaginé. 

No estaba solo, sino que conversaba con alguien con los pies sumergidos en el agua. Por la distancia no pude ver quien era, pero estaba seguro que era un chico.

Recordé el día que coqueteó con ese chico en aquella tienda, me enojé y lo ignoré alrededor de un mes. Fue el peor mes de mi vida, tener que soportar a SeulGi y agonizar por no permitirme siquiera mirar a YoonGi por orgullo. 

Y ahora sucedía lo mismo.

Con la diferencia de que antes sólo éramos prometidos, ahora estamos casados, algo legal. 

Caminé a toda prisa, necesitaba alejarlo de aquel estúpido. Él es mío.

No me preocupé de verle el rostro a ese idiota, sólo lo empujé al agua y tiré del brazo a YoonGi para que se levantara y se vaya conmigo. 

— ¡¿Qué te sucede, JiMin?! —protestó, como si fuera complicado de entender. 

Me reprimí, no le gritaría. Jamás lo haría. 

—No hables con otros chicos, es nuestra luna de miel. Nuestra. —repliqué en un susurro para que las demás personas, que observaban mi ataque de celos, no se enteraran de lo que ocurría.

— ¿Otros chicos? —rebatió, incrédulo. 

— ¿A quién llamas "otro chico"? ¡Se terminó, quería ser tu amante, pero ahora no! ¡Lo nuestro acabó, JiMinnie! 

Esa voz, esos gritos y esa actitud. 

YoonGi sonrió y acarició mi mejilla, mirándome con ternura. Sostuvo mi mano y la apretó fuertemente, como cuando yo lo hacía para disculparme. 

TaeHyung salió del agua, con la ropa empapada y me fulminó con la mirada. 

— ¿Por qué hiciste eso, JiMin? ¡Creí que teníamos algo especial! 

Pero no pude objetar. Es que no era posible que él estuviera aquí. 

— ¿Qué haces aquí, Tae? 

— ¡Pues animar sus noches! —gritó.






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