2. El mejor amigo de William

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William llegó a casa de Andrei Frescott después de un largo día de trabajo, necesitaba relajarse y su mejor amigo siempre era una salida fácil y llena de alegría.

Bajó de su carroza y esperó a que las puertas le fueran abiertas, encontrándose rápidamente con la esposa embarazada de su amigo, quien se había tirado a sus brazos en cuento puso un pie en la casa.

—Jessica, deberías tener más cuidado —dijo William, apartándola rápidamente—. Estás embarazada.

—Lo sé, los sé —suspiró—. No entiendo por qué toda la gente te trata como si estuvieras muriendo cuando estás embarazada.

—¿Está Andrei?

—En su despacho, como siempre.

William pasó sin esperar una invitación, esa casa que le era conocida y la persona en el interior, lo conocía aún mejor que su propia madre, el único hombre con el que William Charpentier se mostraba vulnerable y hasta relajado.

—Así que el primer ministro me honra con su presencia —sonrió el chico de ojos brillantes—. ¿Qué haces aquí gran bastardo?

—Vengo a hablar contigo.

—No me digas, te ha llegado la invitación.

—¿Qué?

—La de Alice Miller —le enseñó la misma carta que William había recibido esa mañana—. Casi no la conocí cuando estuve en Londres, es una tímida, pero encantadora, ¿Tú qué piensas?

—Que todos piensan hacerme el día difícil —se dejó caer en una silla cuando se hubo terminado de empinarse un coñac—. Mis hermanas pensaban que estaba destinado a casarme con ella.

—Pero no va a ser así —sonrió—. ¿Irás a la boda?

—Lo dudo —negó—. Tengo trabajo.

—Sí, yo no podré ir porque Jessica estará por dar a luz —Andrei se cruzó de brazos—. Pero no creo que Giorgiana te permita faltar.

—No es como que me pueda obligar.

—Quizá no, pero harías bien en darte una vuelta por esa sociedad. Has trabajado día y noche sin parar desde el día en que asumiste tu cargo, no creo que te reprochen tomar unas vacaciones.

—Me suena malintencionado tu plan.

—Hay mujeres hermosas y más de tu estilo por allá.

—¿Más de mi estilo?

—Ya sabes, tranquilas, relajadas; no tan vivaces y alocadas como las francesas.

—Tú mujer es francesa, Andrei.

—Por eso lo digo —sonrió—, y por tus hermanas también.

—Quizá ya sea tiempo de buscar mujer, tienen razón, pero no puedo asegurar que la encuentre pronto, tengo ocupaciones más grandes en este momento.

—Sí, sí —Andrei sonrió—. Es bueno tener familia, William, no es tan malo como crees.

—No digo que lo sea —se recostó en su asiento—. Tan sólo sé que las mujeres son complicadas. Estoy acostumbrado a ellas, pero, ciertamente, me he cansado de llantos, quejas y berrinches. Sobre todo, a que se escapen, en serio, ¿Qué piensan que lograrán con ello?

Andrei soltó una carcajada.

—Creo que te hará feliz sentirte acompañado.

—No me hace falta una esposa para sentirme acompañado.

—Me refiero a una mujer que te será fiel —elevó una ceja—. Que te dará hijos, que será un soporte para ti.

—Pero qué romántico te has hecho.

Si la gente viera como se comportaba el primer ministro con su amigo de la infancia, seguramente nadie lo reconocería. Normalmente, William no era expresivo con lo que a sus sentimientos se referían, era más bien reservado.

—Volviendo al tema de la señorita Miller —dijo Andrei—. Creía que ella estaba muy enamorada de ti.

—Jamás pude corresponderle —se inclinó de hombros—. Me lo confesó, pero eso sólo ocasionó que nos separáramos. Sería cruel que hubiese fomentado unos sentimientos que jamás serían recíprocos.

—El no decirle nada, tampoco ha de haber sido lo mejor.

—Creo que es mejor cortar las esperanzas de raíz a fomentar un sentimiento que la lastimaba. Me parece una muchacha encantadora, sí, pero sólo eso.

Andrei suspiró resignado.

A pesar de que su amigo era un hombre sumamente inteligente, el tema del amor no parecía ser de su agrado, a William le gustaba su libertad, solía aburrirse de las personas, de hecho, no tenía muchos amigos y las mujeres solían aburrirlo con sus pláticas superfluas.

Había crecido en un ambiente en el que la mujer era fuerte, independiente e inteligente, no muchas chicas reunían aquellas cualidades que parecían ser fundamentales en la vida de William Charpentier.

Andrei incluso temía que, si llegase el momento en el que lo viera casado, pudiese ver a su amigo completamente aburrido de ella y la evitara todo lo que le fuese posible. Debía ser una mujer lo suficientemente interesante como para no ser dejada fuera de los sentimientos de William, debía ser... única.


Lo Que Oculta Un Corazón (Saga Los Bermont 6)Where stories live. Discover now