Al ver que las nubes volvían a cubrirlos y que, por ende, no podía apreciar bien la ciudad, volvió a concentrarse en su lectura, mirando de vez en cuando por el rabillo del ojo a Christian. Él estaba concentrado en su laptop, revisando de vez en cuando su iPhone. ¿Cómo alguien podía ser tan adicto a la tecnología? ¿Cómo alguien no podía parar por unos segundos su mundo virtual para apreciar su mundo real? ¿Realmente la tecnología era tan atrapante, absorbente y quizá... Entretenida? No lo sabía, y honestamente no quería averiguarlo. El único aparato tecnológico que tenía era su iPod. Y solo lo usaba para los viajes, para escuchar música, nada más.

Conectó sus audífonos a aquel aparato, para después colocarlos en sus oídos, encendió el reproductor, dejando que una de las tantas melodías que había allí, invadiera sus sentidos. La voz de una cantante, llamada Lucero, comenzó a acariciar sus oídos, aquella dulce melodía se filtró en sus sentidos, mientras ella seguía leyendo aquel capítulo de su novela. Su iPod y aquel libro parecían estar sincronizados, pues la letra de la canción describía perfectamente lo que pasaba en aquel momento en la trama. A medida que Anastasia seguía leyendo, sus ojos comenzaron a aguarse mientras las palabras de la canción se clavaban en ella.

La protagonista había dado todo, él la había usado, la había tratado con la punta del pie, la había engañado, ahora él quería recuperarla, pero el Daño parecía ser Irreparable.

La canción describía perfectamente todo. Pronto se dio cuenta de que las lágrimas se estaban deslizando por sus mejillas. Oh, por Dios, ¿por qué tenía que ser así? ¿Por qué tenía que sufrir tanto como la protagonista? ¿Por qué tenía que ser tan sensible?

– ¿Anastasia? –Sintió cómo la mano de Christian tocaba la suya y le hacía bajar el libro, para poder apreciar su rostro. – ¿Estás llorando? –Preguntó con desconcierto, al observar sus mejillas húmedas.

No. –Susurró en vano, mientras limpiaba aquel rastro de lágrimas y se quitaba los audífonos de sus oídos. Rápidamente se dio cuenta de que no tenía sus lentes, los buscó torpemente para colocárselos después.

– ¿Estabas leyendo sin lentes? –Preguntó con una ceja enarcada.

No. Solo me los quité por un segundo para poder limpiarlos y se me metió algo en el ojo, solo eso. –Inventó rápidamente.

– ¿Sabes una cosa? Leer tanto no es bueno.

–Sí, ya lo sé. Voy a descansar por unos momentos, quizá eso hace que me lloren los ojos. –Volvió a mentir.

–Vale. –Christian asintió levemente, fingiendo que le creía, para después volver a su concentrarse en su laptop. Sabía que había estado llorando, pero honestamente aquello lo tenía sin cuidado. Las mujeres eran así, ¿qué podía hacer él?

Ella giró la cabeza hacia la ventana, observando de nuevo el paisaje mientras terminaba de limpiar el rastro de sus lágrimas.

Pasaron los minutos, cada vez estaban más cerca de su destino. El aterrizaje fue llevado a cabo sin contratiempo alguno, ella seguía mirando por la ventana y al darse cuenta de que ya estaban en tierra firme giró su cabeza para ver a Christian, encontrándolo con el ceño fruncido, mientras guardaba la laptop en su estuche.

– ¿Ocurre algo? –Le preguntó al verlo así.

–Es solo que... –Christian se volvió a ver por la ventana, observando el aeropuerto con desconcierto.

– ¿Qué? –Preguntó interrumpiéndolo.

Este aeropuerto. No sé. No recordaba que el de Miami fuese así. –Declaró desconcertado.

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