DÍA 2

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Hoy en la comida decidí coger una ensalada. No tenía hambre. Me alejé a una de las mesas de la esquina, donde no hay mucha gente. Cuando acabé, vi a un grupo de personas cuchichear mientras me miraban. Abrí las puertas de la cafetería, pero antes de irme, un chico castaño de mechas rubias y, que según rumores se drogaba, me gritó: "Aunque tan sólo comas ensalada, no lograrás adelgazar". Todos se empezaron a reír y yo, molesta, me giré y le planté cara.

- Por lo menos no me meto cosas en el cuerpo que me causarán daño.

Se hizo el silencio, y ahí supe que había firmado mi sentencia de muerte.

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