Nuevamente estaba comportándose distinto a lo normal. Definitivamente algo estaba mal con ella.

 —Y a mí Henry Tudor —siguió el muchacho, tan confundido como ella. Claudeen sonrió de lado, bajó la vista al comprobar que sus dedos jugaban sin su consentimiento. Y cada movimiento que hacía era analizado por el muchacho. Henry se pasó la mano por el cabello—. Demonios, eres demasiado diferente a las demás. ¿Cuál es el secreto?

 —Ser yo misma —respondió, encogiéndose de hombros.

 Se separó de la puerta, sin despegar su mirada de Claudeen, cerró la puerta. Con un poco de ayuda tecnológica tomaron una ruta más larga, en ese momento prometía ser la mejor opción. Se mantuvieron en las calles laterales, evitando de esta forma el tráfico de las avenidas.

De vez en cuando Claudeen comentaba sobre lo inseguro que es manejar al límite de velocidad. Al principio, Henry le respondía con ironías, más tarde se cansó de tantos reproches. En un par de ocasiones le dijo que se callara.

 —No puedo —aceptó Claudeen, viendo su dedo moverse al ritmo de sus nervios—. Me preocupa Molly.

 —Y no puedes mantenerte con la boca cerrada —soltó un suspiro—. Disculpa, estoy cansado.

 —No sé qué podría pasar con Frank ahí... —siguió Claudeen sintiendo la necesidad de hablar con alguien. Si estuviera Joe a él le diría todo lo que se desarrollaba dentro de ella—. Me da miedo que intente llevarse a Molly, nunca ha intentado tocarla, apenas y la ve... ¿qué querrá ahora? No creo que mi madre lo haya enviado, sabe perfectamente que yo voy por ella. ¿Habrá sucedido algo y no me enteré?

 Luego de mucho tiempo de estar pidiendo la confianza de Claudeen, solita se había abierto a él.

 —Pero en mi celular no tengo nada —agregó rápidamente, echándole un vistazo a su celular. Apoyó la cabeza contra el vidrio—. Puede que esté fallando mi celular.

 Dejó caer su cabeza sobre el asiento.

 —Tranquilízate, cuando lleguemos encontrarás a Molly sana y salva —le pasó una mano por el cabello, despeinándolo—. Además, estoy aquí. ¿Crees que dejaré que algo te suceda?

 —No —respondió con firmeza—. Tú te quedas aquí.

 Henry frenó de golpe. Volteó hacia Claudeen con los ojos abiertos, en un segundo la agarró por la barbilla, obligándola así a verlo a los ojos. La chica no apartó su mirada de él, la mantuvo como si fuera un juego. En el interior, muy en su interior una chispa de confusión había brotado. A pesar de haberse dado cuenta de su intención antes de sentir el pulgar de Henry debajo de su barbilla, no había sentido el terror habitual. Incluso sintió un poco de deseo al recordar la calidez y seguridad que había experimentado en contadas ocasiones con él.

 —Nunca, ¿entiendes? Jamás te dejaré sola con ese bastardo.

 —Es mi hermanastro, tendrás que hacerlo. Vivimos en la misma casa.

 Un golpe tras otro. Sin aire, sin palabras. Por su cuenta, uniendo las pequeñas pistas que Claudeen iba soltando, descubrió que Claudeen había estado siendo víctima de golpes e incluso cosas peores, aunque no llegaba a saber lo suficiente para poner un límite a esas "cosas". Sorprendentemente y en contra de las predicciones de cualquiera, Claudeen había soltado el nombre de la persona.

Desde ese momento, Henry imaginó que sería un hombre alcohólico y gordo, alguien que le llevaba al menos unos diez años. Escuchar la palabra "hermanastro" era semejante a decir "adolescente con las hormonas en la cúspide, guapo y encantador" y agregarle alcohólico y violento a la descripción. Horrorizado, deslizó las manos por el volante de piel. Vivían bajo el mismo techo. ¿Qué no pudo haberle hecho?

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