Se estiró sobre el asiento del copiloto, sin problemas cerró la puerta. Con ayuda de unos cuantos conductores que le cedieron el paso, Henry dobló en la esquina por la que vio desaparecer a Claudeen. Tenía que estar loca y no pensar en lo peligroso que eso había sido, se dijo Henry, acelerando para alcanzarla. Cuando lo hizo, bajó la ventana del copiloto.

 —Oye, nena —dijo con su tono seductivo. Claudeen rodó los ojos, pero no dejó de correr—. A la velocidad que vas nunca llegarás al jardín de niños.

 —Dijiste que corriendo sería más rápido —respondió brevemente.

 —Claro, cualquier persona lo haría, pero tu definición de correr dista de la mía —Claudeen lo vio por el rabillo del ojo. En eso tenía razón, más que correr, parecía que trotaba.

 Claudeen aceleró el pasó, Henry igual.

 —Claudeen... sube al coche —dijo, alargando la última letra—. Yo tengo todo el tiempo del mundo, pero creo que tú si tienes prisa.

 —Llegaré más rápido, tú lo dijiste.

 —Retiro lo dicho, llegarás más tarde.

 Viendo que Claudeen no tenía intención alguna de regresar, Henry detuvo el coche y fue por ella. Recibió una mirada asesina advirtiéndole que tendría un encuentro con el dolor si le ponía una mano encima.

¿Le importó? No.

Levantó a Claudeen del suelo y la puso sobre su hombro, soportó las patadas que le propinaba en la espalda e hizo caso omiso a las palabrotas que soltaba. Parecía una niñita maldiciendo con esa forma de hablar tan extraña, solo decía pocas palabras y mantenía silencio unos instantes, volvía a atacar. Una carcajada amenazaba con escaparse, pero no quería tentar a la chica asesina que sabía que Claudeen tenía dentro.

 —¡Bájame! —exigía, al tiempo que le daba golpecitos en el pecho. El pelo le caía sobre el rostro y los lentes tuvo que asegurarlos con la mano libre—. ¡Nunca voy a llegar con Molly si sigo dentro de esa cucaracha tuya! ¡Bájame! ¡Henry, hazme caso!

 —Si no fueras mujer ya te hubiera dado un buen golpe, mi precioso auto no es una cucaracha —rezongó y acomodó a Claudeen nuevamente, con tanto movimiento ya comenzaba a existir la posibilidad de que se le saliera del agarre—. Deja de moverte.

 —Bájame entonces.

 —¿Vas a salir corriendo?

 —Si.

 —Entonces no.

 —¡Henry!

 Abrió la puerta del auto y la dejó caer en el asiento. Bloqueó la puerta con su cuerpo, los empujones de Claudeen solo conseguían hacerle cosquillas. Vencida, se cruzó de brazos. Claudeen necesitaba un cubetazo de agua para calmarse, se estaba dejando llevar por sus nervios. Henry lo entendió, quería ayudar, pero Claudeen era complicada. Clavó sus ojos azules en Claudeen, quien, como buena niña orgullosa, mantenía el rostro en alto. Si Henry esperaba una disculpa de Claudeen, debía de entender que nunca llegaría. Lo más cercano a ello sería un "me estaba defendiendo".

 —¿Y bien? Si te vas a quedar allí afuera prefiero tomar un camión o un taxi —habló con el orgullo impregnando cada palabra, acomodándose un mechón detrás de la oreja. Henry alzó una ceja. ¿Quién se creía que era? Dado que era auto de él, podía arrancar cuando lo deseaba. Oh, se había ofrecido a llevarla. Y los Winters cumplían con su palabra, soltó un bufido al recordar la frase de su padre.

 —Eres un desastre.

 —Me dicen Cliché, mucho gusto —ni siquiera supo porqué había dicho eso, fue lo primero que salió de su boca. Evitó hacer contacto con esos ojos azules, su máscara se caería. Intentaba mostrarse dura, no como la niña inmadura a la que cargó. Se conocía tan bien que no dudaba en volver a comportarse como tonta al ver esos bonitos ojos que heredó de alguno de sus padres.

Soy tu cliché personalWhere stories live. Discover now