Juntos en el hogar.

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-Te quiero Cariño- Le dijo David antes de terminar con el abrazo.

-Y yo a ti- Le respondió Daniel con una lágrima rebelde resbalando por su mejilla.

-Cuídalo- Le pidió David a Camiel cuando se lo entregó. Camiel asintió con la cabeza, sentía que le debía mucho a David por haberlo cuidado mientras él no estaba, miró a su Omega y este le sonrió, él le devolvió una media sonrisa, recogió la lágrima delicadamente con un dedo, después tomó su mano con seguridad y juntos comenzaron a Caminar, nadie pudo apartar la vista de ellos.

Una vez en el altar extrañamente Camiel en lugar de situarse al lado de su pareja como se hacía normalmente se situó detrás de él, apoyando la mano izquierda en su vientre y la con la otra sostuvo su mano derecha, para Daniel fue extraño pero no dijo nada, de alguna forma lo hizo sentir protegido.

David entendió la situación perfectamente, sucedía que el escote de la espalda de Daniel dejaba al descubierto su sensual talle y para Camiel un Alfa posesivo que desde hace muy poco había reclamado a su Omega eso era demasiado.

Y así era efectivamente, desde que vió a Daniel aparecer por esa puerta Camiel no dejaba de repetirse que jamás en su vida había visto nada más seductoramente angelical y que él no lo merecía, pero aun así iba a hacerlo suyo en todas las maneras posibles. Sintió un orgullo extremadamente grande cuando la belleza de su pareja deslumbró a todos los presentes, para él no fue una sorpresa, Daniel podía verse hermoso con ese vestido pero sin el era realmente mucho más fascinante, y los demás no podían hacer más que imaginar o suponer esa belleza porque Daniel era de él, eternamente y esto le causaba una gran satisfacción. Casi sintió pena por todos aquellos Alfas presentes que atrevidamente desnudaban a su deseado Omega con la mirada, casi, porque lo que en realidad quería era arrancarles la garganta y ese deseo se hizo más latente cuando Daniel y David se abrazaron, entonces por fin pudo ver el escote en su espalda, tuvo que refrenar los grandes deseos de quitarse el saco y ponerselo en los hombros, pero ese deseo no era tan grande como el de tomarlo de la mano y llevárselo de ahí para hacerlo muy, pero muy feliz. Pero no no podía, aun no, en su lugar respiró profundo y cuando tuvo la oportunidad lo cubrió con su cuerpo, pegandolo a él, y justo en ese momento pensó en todo lo que se les venía encima, tocó su vientre, ya tenía en su seno un hijo suyo, un riesgo inmenso... Daniel era el Omega de su vida ¿Ese hijo suyo sería el causante del fin de su vida?. Cómo adivinado sus pensamientos fatalistas Daniel posó su mano sobre la que acariciaba su vientre, como consolandolo inconscientemente de esa manera.

El sacerdote les preguntó si querían decir sus votos, a Daniel ni se le había pasado eso por la cabeza, ni una vez, no había preparado nada para decirle, pero aun así asintió. Se volteó para hacerle su promesa a Camiel.

-Camiel, te amo y así será por siempre- Eso era todo lo que tenía para decirle, no tenía promesas, sólo afirmaciones.

-Daniel, eres el Omega de mi vida y así será por siempre- Era lo único de lo que podía estar seguro.

Ellos se pusieron los anillos, en el caso de Daniel una argolla sencilla sobre la alianza del diamante azul, el sacerdote decía las últimas palabras y entonces después de todo un día por fin pudieron besarse, lejanamente Daniel podía escuchar aplausos, pero con el beso aturdidoramente delicioso que le estaba dando Camiel no era seguro.

Si de ambos dependiera se hubieran ido después de la boda, pero cómo así no lo dictaba el protocolo no les quedó de otra que quedarse a la fiesta que se ofrecía en honor de los novios, para sorpresa de Daniel.

-Dios, Camiel ¿una fiesta? ¿Desde cuando tenías planeado esto?-

-Desde hace tres días, casi- Le respondió. Los ojos de Daniel se abrieron un poquito.

DIOS NOS JUNTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora