11º Las sombras de Netherfield

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11º Las sombras de Netherfield

Tras aquella frase del médico, Netherfield se convirtió en un auténtico caos. El señor Bingley estaba histérico, ni le dejaban entrar con su mujer, ni tampoco podía hacer nada desde fuera para ayudarla. Darcy, temiendo que su amigo dijera o hiciera alguna tontería en su desesperación, se lo llevó al estudio para intentar calmarlo.

El doctor, mientras tanto, no se separaba de Jane, esperando poder bajarle la fiebre. Pero por más que la refrescaban, la sumergían en agua tibia o le ponían paños fríos en las muñecas y tobillos, nada conseguía hacer disminuir la temperatura de la señora Bingley.

Ante tanto alboroto, los señores Bennet, que se habían quedado a pasar la noche tras el alumbramiento de la pequeña, se habían despertado, y, al enterarse del motivo, el padre tuvo que sentarse en un sillón, temiendo caer al suelo de la impresión; la señora Bennet, en cambio, estaba al borde de un ataque de histerismo, y los demás eran conscientes de ello, algo raro, ya que la señora Bennet era dada a exagerar el estado de sus nervios.

Elizabeth, por su parte, no estaba mejor. Sentada en uno de los sofás del salón, frente a sus padres, temblaba ante el miedo de perder a su hermana más querida. Kitty y Mary estaban sentadas junto a ella, abrazándola, pero incapaces de asimilar la situación.

-¡Esto es culpa tuya!- Escupió su madre, poniéndose en pie y mirando a Lizzy directamente- ¡Tenía que haberme quedado yo con Jane y no tú! ¡Si yo hubiera estado ahí, hubiera sabido que ella no estaba bien antes de que la fiebre hubiera subido tanto! ¡Pero no! ¡Tú y tu terquedad!

-¿Crees que he dejado que Jane enferme a sabiendas?- Los ojos de Elizabeth se llenaron de lágrimas- ¡Adoro a Jane! ¡Jamás haría nada que pudiera dañarla!

-¡Da igual que no haya sido intencionado! ¡Tú no tenías ninguna experiencia!- Dijo desesperada, caminando hacia ella- ¡Si le sucede algo a Jane no podré volver a mirarte a la cara! ¡Tú eres la única responsable!

-¡Basta ya!- Gritó el señor Bennet, poniéndose en pie y caminando hasta su mujer- Lizzy no tiene culpa de nada, Emily- Dijo mientras abrazaba a su mujer- Es una desgracia lo que está ocurriendo, y esperemos que Dios tenga a bien dejarnos disfrutar de nuestra niña durante muchos más años, pero si no es así, quiero que entiendas que no es culpa de nadie.

La señora Bennet lo abrazó con fuerza, llorando con desesperación ante la mirada asombrada de las tres hermanas, ya que jamás los habían visto comportarse tan afectuosamente.

-Lizzy, no hagas caso de lo que mamá ha dicho- Le susurró Kitty, tomando con fuerza su mano- No eres responsable de lo ocurrido.

-Claro que no- Añadió Mary- Mamá solo está asustada por la situación.

-Gracias- Les medio sonrió a sus hermanas en señal de agradecimiento.

Elizabeth sabía que su padre y sus hermanas tenían razón. Ella no podía haber evitado que Jane enfermara, pero las palabras de su madre la estaban atormentando, así que decidió salir de la habitación. Necesitaba un poco de espacio, un lugar donde poder llorar sin que nadie la molestara.

Kitty y Mary la vieron marchar. Preocupadas, quisieron ir tras ella, pero su padre les hizo una señal para que la dejaran tranquila. Conocía muy bien a su hija, y sabía que precisaba estar sola.

Al principio, Lizzy pensó en escaparse al jardín a pasear, pero si lo hacía, no podría enterarse de cualquier cosa que sucediera, así que lo descartó de inmediato. Además, el alba aun no había despuntado y podría enfermar ella misma si salía. Después pensó en ir a la biblioteca, y de nuevo desechó la idea, pues todos sabían lo mucho que le gustaba leer y de inmediato irían a buscarla allí, impidiendo así que tuviera unos minutos para ella. Y lo mismo sucedía con su dormitorio.

A pesar de todo, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora