06 [Maratón 2/3]

56 7 1
                                    

El como conocí a Mildred es una historia bastante peculiar, no sabría decir si es divertida, triste o conmovedora, como la catalogó Ruth al escucharla.

A diferencia de como conocí a Kate, no fue en uno de mis escapes. Fue el mismo día que llegué al hospital.

Ese día estaba molesto con todos, con papá por salir esa tarde, por haber discutido e irse molesto, con mamá por haber abandonado la escuela de joven y no tener un trabajo que diera suficiente para vivir los cuatro, con la juez por decidir que al no tener un tutor y debido a mi situación debía de quedarme en el hospital, con mis hermanas por causarme dolor de cabeza mientras lloraban.

Recuerdo que salí del auto de Nyr, la directora del hospital y mi tutora legal, azotando la puerta del maletero al sacar mi bolso, cuando levanté la mirada ahí estaba ella, esa señora que en su momento no imaginé se convertiría en mi mejor amiga, aunque ella se esfuerce por decir lo contrario.

Se rió y contra todo pronóstico tomó su bastón —que por cierto no necesita para caminar— para golpearme directamente en la espalda. Me volteé colérico y le encaré, preguntando por qué me golpeaba.

Ella se rió mucho más fuerte que antes, directo en mi cara, antes de darme otro golpe con su bastón, esta vez en una pierna, en aquel momento apostaría a que mis mejillas estaban rojas por la furia, mi respiración era pesada, debía de controlarme.

—Te golpeo por imbécil —dijo con sorna, ¿una anciana se estaba burlando de mi? recuerdo pensar—. Estás en un hospital, ¿no sabes acaso de las muchas personas, allí dentro, que quisieran tener la fuerza para siquiera poder abrir la puerta de un auto? Sin embargo eres tú quien tiene ese regalo, y no me refiero sólo a la fuerza de machito, en lugar de sentirte agradecido, estás molesto, me das vergüenza.

Ella siempre ha sido bastante trasparente, no se guarda nada, cosa que admiré. Poco después, en la que sería lo habitación, luego de recapacitar y sentirme apenado de mi comportamiento la busqué por todo el hospital, descubriendo que no era una paciente, sino que además, la edificación poseía un sector que funcionaba como ancianato, alejado del resto para evitar contagios. En cuanto di con ella, le pedí disculpas por ser semejante idiota, y luego pude notar que era realmente divertida cuando no la hacías enojar.

Ahora me encuentro frente a su habitación, y puedo asegurar que nunca la vi tan grande y amenazadora, la opresión en la boca del estómago que siento justo ahora me recuerda vagamente a lo que describían los hombres condenados a luchar contra las fieras en los coliseos, me siento como si estuviera a punto de enfrentar a una.

Luego de haber buscado a la excéntrica mujer de cabellera canosa por todo el pabellón común sin resultados, decidí que iríamos a su habitación, pero ahora que estamos aquí, me he acobardado. ¿Y si es una mala idea?

—¿No vas a tocar? —suelta Samy, yo suspiro mientras la observo por el rabillo del ojo.

—Sí... —murmuro, alzando una de mis manos y haciendo lo que debí hacer hecho desde que llegamos.

Segundos después un leve «pase» nos da el permiso, mis manos sudan un poco, por lo que sostengo con aún más fuerzas el mango de la silla donde permanece Kate. Ella observa todo intrigada.

—Oye, te advierto que ella es algo peculiar... Háblale de ajedrez y estarán en la misma onda.

—Esta bieeeen —alarga las palabras, haciendo que mis comisuras se levanten y tenga que aguantar la respiración porque eso es una especie de broma hacia mi, ¡está bromeando conmigo!

Pero los nervios no me dejan emocionarme lo suficiente, sé que no debería estar nervioso, pero nunca me he equivocado al presentar personas a Mildred, todos mis seres cercanos le han agradado... a excepción de Samy, pero aunque no sé por qué, se soportan por mí.

No deseo equivocarme con respecto a Kate, si, suena ingenuo, pero tengo expectativas, no sé exactamente de qué, pero sin duda las tengo, me contradigo a mi mismo todo el tiempo, pero pienso que una buena amistad podría salir de aquí. Por lo que lamentaría en el alma que esa señora chillona y más sabia de lo que aparente, catalogase a Kate en el montón de personas que nunca valdrían la pena conocer, porque resultaría ingenuo suponer que no posee una lista de personas en el hospital que podrían resultar como buena compañía, para los dos, porque siendo francos, es una especie de ejemplo de vida para mi.

Antes me he equivocado al confiar en las personas equivocadas, después del hospital no, puesto la mayoría de las personas que conozco acá no tienen interés en jugar a ser amigos para sacar provecho, tienen problemas más grandes. Pero antes, cuando asistía a una escuela normal, todo era diferente, confieso que de cierta forma nunca te acostumbras al cambio de ambiente, de un día para otro estás fuera de tu casa y en nada menos que un hospital, un lugar impersonal, pulcro y con un olor a desinfectante tan intenso que te cala en lo más hondo de tu olfato, tanto que aún cuando no te encuentras allí sigues percibiéndolo como una especie de manía.

Otro gran cambio fue dejar de estudiar de manera presencial para tomar clases online, pero justo ahora tengo unas muy merecidas vacaciones y no pienso tocar temas escolares.

Con un movimiento de cabeza les indico a mis hermanas que me abran la puerta, apenas Ruth lo hace empujo la silla y con esta la puerta para terminarla de abrir. Las chicas nos siguen desde atrás, cerrando cuando la última entra.

De inmediato detecto a Mildred en su cama, sentada con las piernas cruzadas y un libro entre las manos, les juro que no entiendo como una persona de su edad es tan elástica, porque es capaz de correr pequeñas distancias, quizás no a toda velocidad, pero es mucho más de lo que la mayoría a sus sesenta y ocho años puede hacer, obviamente si pregunta no fui yo quien reveló su edad.

Ella enarca una ceja en mi dirección al ver a Kate, le sonrío y me encojo de hombros, aunque mis músculos se quejen con un pequeño dolor punzante. No es que sea exagerado, pero en temas de la salud no se puede subestimar nada, un pequeño dolor puede ser algo más grande mañana y en menos de un mes podría dormir con los peces, así que prefiero poner todo lo que tenga que ver con mi cuerpo como prioridad, como podrán entender, Samy suele decir que soy un quisquilloso hipócrita, por preocuparme tanto y luego tirarlo por la borda al escaparme de mis dosis diarias de insulina.

—No esperaba verte mínimo hasta la semana que viene, Paxton —comenta con un toque de burla—. Y si te veía pensé que sería en esa silla, con lo mal que se te dan los deportes.

Bajo la mirada en vano, puesto desde mi posición no puedo ver la expresión de Kate.

—Ay, no pensé que pensarás eso de mi, querida Mildred... me rompes el corazón —Me llevo una mano al pecho con dramatismo.

—El corazón está del otro lado —No tarda en decir Samy, ni siquiera volteo en su dirección.

—¿Qué esperan para tomar asiento? —inquiere Mildred, sé perfectamente que si Samantha no hubiera dejado en claro el pequeño detalle anterior, sería ella, pero la hermosa, noten el sarcasmo, relación entre ambas no permite que le de la razón—. Por cierto, ¿tú quién eres?

La pregunta va hacía Kate, a quien empujo cerca de la cama un poco más. Esta habitación, como la mayoría de las individuales, no es muy grande, por lo que mis hermanas terminan una encima de la otra en el sillón de visitas, yo por mi parte me siento en la cama.

—Un gusto, señora, Kate Carson —le dice, sonrío de oreja a oreja mientras observo como ambas se dan la mano, Kate tiene en su cara una sonrisa incómoda, pero es un avance... es más de lo que me da a mí.

—Mildred Stuckmayer, no me digas señora... ahora quiero que me confieses, ¿con qué te chantajeó Paxxie para que vinieras?

Ella se ríe, lo hace de verdad, no estoy seguro de si es por el estúpido apodo que utiliza mi anciana amiga o por la pregunta en general, pero lo que puedo decir con toda certeza es que me encanta su risa, adoro como su pecho vibra rítmicamente, es la primera vez que la escucho, pero les juro que podría oírla durante horas y no cansarme.

Mi pequeño momento de deleite dura poco, ya que en cuanto nota las miradas de todos calla abruptamente, por suerte la sonrisa en su rostro permanece ahí.

¿Puedo confesar que estoy un poco enamorada de Paxton? No lo sé, es que tiene ese no sé qué.

Enamorando a KateWhere stories live. Discover now