Capítulo 29: El plan

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Observé el reloj y agudicé el oído. Cuando escuché cerrarse la puerta exterior de la casa, abrí con sigilo la puerta del cuarto. Saqué la cabeza haciendo la última comprobación de que el pasillo estaba vacío. Despejado. Me relajé y salí de la habitación para dirigirme a la cocina para desayunar. Si prestaba atención y tenía cuidado, no me encontraría con Josh hasta la tarde. Había memorizado su rutina.

Después de nuestro encuentro nocturno hacía una semana, Josh había dejado de desaparecer durante el día para pasar la mayor parte del tiempo en la casa o en las instalaciones de la sede en el garaje. Complicando mi propósito de mantenerme lo más alejada posible de él. Los primeros días tropezaba con él todo el rato. Pero una vez conocí sus rutinas adapté las mías para que sólo coincidiéramos lo estrictamente necesario. Y ahí se incluía las clases de tiro. Porque desde que Josh estaba en casa se había añadido a mi preparación el uso de armas y aprender a disparar.

La clase de tiro se había convertido en mi infierno personal. Era el mayor contacto que tenía con él y donde, por lo general, mis nervios acababan hechos papilla. Haber reconocido que me gustaba Josh sólo consiguió que estuviera más inquieta en su presencia. Cuando estaba con él intentaba ser lo más profesional posible y le trataba con respeto, pero en las clases de tiro... Ahí todo se iba al garete.

Josh era un profesor pésimo, me daba ordenes secas, bruscas y generalmente con poca paciencia. Daba la sensación de que yo le irritaba, o por lo menos mi manera de disparar. Me recriminaba mi mala puntería. ¿Cómo se atrevía? Yo no tenía mala puntería, era sólo que... Vale, era cierto que tenía mala puntería. Pero sus regañinas no me ayudaban para mejorarla, era imposible concentrarse con alguien que te sermonea todo el rato. Al final me pasaba toda la clase a la defensiva contestándole de malas maneras. Por lo general terminábamos antes de la hora estipulada de clase, bien porque él se desesperaba o porque yo me iba mandándole al infierno.

No tenía muy claro si todo ese enfado contra él era movido por su actuación la última vez que nos vimos, su actitud cuando estaba conmigo o el descubrimiento de mis sentimientos hacia él. El caso era que en lugar de remitir el enfado, a lo largo de la semana había aumentado hasta el punto que me crispaba sólo con verlo. Y eso había deteriorado nuestra relación.

Continuaba analizando mis sentimientos camino a la cocina cuando la puerta de la habitación de Josh se abrió. En un segundo me encontré paralizada frente a él. Se dibujó un gesto de disgusto en mi rostro que no pude contener. Esa irritación, a la que me había acostumbrado a ver en sus ojos siempre que nos encontrábamos, apareció haciendo que sintiera una punzada de dolor.

—Buenos días, señor —saludé intentando controlar mi enfado y poniendo un tono agradable de voz, que me temía que sonaba más sarcástico que agradable.

—Buenos días —gruñó sin disimular que no le hacía ninguna gracia verme. Y sin mediar más palabras se volvió para ponerse camino al salón.

—Gilipollas. —Se me escapó en un susurro. Josh se paró en seco y giró la cabeza hacia mí con los ojos entrecerrados por el enfado. "Vale... no debería haber dicho eso" pensé algo intimidada por su mirada amenazante. Pero en lugar de disculparme —algo muy recomendable si no quería que la clase de tiro de esta tarde fuera un infierno— alcé la barbilla con desafío. Por qué tenía esa actitud con Josh, no lo sabía, pero no lo podía controlar. Era como si tuviese una fuerza interna que me hacía enfrentarme a él de forma constante. El gesto de Josh cambio levemente a sorpresa antes de volverse negando con la cabeza desesperado.

Cuando le vi desaparecer por la puerta del salón suspiré abatida. Todo aquello me ponía triste. Volví echar un vistazo a la puerta del salón antes de darme la vuelta y dirigirme de nuevo a mi habitación. Hoy no desayunaría.

Sector 0: El despertar (libro 1)Where stories live. Discover now